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Sociedad|Martes, 7 de octubre de 2003
PREMIO EN MEDICINA POR EL DESARROLLO DE UN METODO DIAGNOSTICO

Un Nobel resonante y con magnetismo

El químico norteamericano Paul Lauterbur y el físico inglés Peter Mansfield recibirán el galardón por haber desarrollado el método de la resonancia magnética. Se trata de una forma de diagnóstico inmejorable para estudios de articulaciones y del sistema nervioso.

Por Pedro Lipcovich
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El físico inglés Peter Mansfield y el químico norteamericano Paul Lauterbur, ganadores del Nobel.
”Espero que este ruido no me distraiga de mi trabajo cotidiano”: sólo un premio Nobel sería capaz de pronunciar una frase como ésta en el momento de enterarse de que se lo han otorgado. Quien así reaccionó fue Paul Lauterbur, norteamericano, quien junto con el inglés Peter Mansfield recibirá el galardón por haber desarrollado, en los ‘70, el método de diagnóstico por resonancia magnética. Esta forma de diagnóstico es insuperable para estudios de articulaciones, cerebro y médula espinal; es la que se usa para investigaciones de avanzada sobre el funcionamiento del cerebro y, en general, ofrece imágenes que son un calco de lo que encontraría un cirujano al operar, lo cual anticipa una revolución quirúrgica, ya en etapa experimental, donde el médico opera sin necesidad de abrir el cuerpo del paciente, con instrumentos monitoreados por resonancia magnética. Y, ya que estamos, ¿qué es lo que resuena en la resonancia magnética?: simplemente el agua contenida en el organismo humano.
Paul Lauterbur, de Estados Unidos, y Peter Mansfield, de Gran Bretaña, recibirán el premio porque “hicieron descubrimientos decisivos sobre las posibilidades de utilizar la resonancia magnética para visualizar diversas estructuras”, según fundamentó la Asamblea Nobel del Instituto Carolino de Suecia, encargada de adjudicar el premio. Esos descubrimientos “innovadores” se efectuaron “en los primeros años de la década de 1970”.
Hasta entonces, la resonancia magnética –descubierta en los ‘50– se había utilizado en ciencia básica para establecer la estructura química de distintas sustancias. Lauterbur descubrió que, mediante variaciones controladas en la intensidad del campo magnético, resultaba factible obtener imágenes en dos dimensiones. Mansfield determinó los cálculos matemáticos y las aplicaciones de computadora para obtener imágenes confiables del organismo humano.
Ricardo García Mónaco, presidente de la Sociedad Argentina de Radiología y profesor en la UBA, señaló que “la resonancia magnética permite obtener imágenes de una resolución extraordinaria, imposibles de conseguir por ningún otro método; es casi como si se pudiera abrir el cuerpo del paciente y mirarlo por dentro”.
Otros métodos, como la ecografía y la tomografía computada, ofrecen imágenes menos precisas y de lectura más compleja. La lectura de la imagen por resonancia magnética es en cambio directa, “prácticamente un calco de lo que encontraría el cirujano al operar”, comparó el especialista.
Además de que su tecnología no presenta los riesgos de los rayos X, la resonancia no requiere en general el uso de sustancias de contraste, que a su vez pueden causar peligrosas reacciones alérgicas. “Con otros métodos, para visualizar los vasos sanguíneos hay que inyectar una sustancia de contraste; en la resonancia magnética, el aparato capta los vasos sanguíneos pero no su contenido, porque el movimiento de la corriente sanguínea impide el registro: precisamente esto hace que la sangre quede registrada en negativo, como ausencia de imagen, sin necesidad de líquido de contraste”, explicó García Mónaco.
¿Qué es lo que resuena en la resonancia magnética? En rigor, el método opera específicamente sobre el contenido de agua del organismo; en particular, sobre los núcleos (por eso la denominación completa es “resonancia magnética nuclear”) de los átomos de hidrógeno de cada molécula de agua. El procedimiento consiste en aplicar un campo magnético de alta intensidad: esto hace que los protones de los átomos de hidrógeno se alineen, como brújulas ínfimas; luego se aplica un pulso de radiofrecuencia que desacomodará los protones y los hará “resonar”: cuando vuelvan a alinearse, emitirán un perfil de ondas de radio que dibujará fielmente cada molécula del órgano al que pertenecen.
Por eso, porque en definitiva detecta agua, “la resonancia magnética es menos adecuada para diagnosticar problemas óseos, ya que el contenido de agua de los huesos es menor, y es más adecuada para los tejidos blandos;no hay que olvidar que el organismo está compuesto en más de un 90 por ciento por agua”, comentó García Mónaco.
Como ya es clásico en las noticias deportivas, este método se aplica a problemas en articulaciones y ligamentos: “Por eso es tan común, cuando los jugadores de fútbol se lesionan, escuchar que ‘le van a hacer resonancia...’ –ejemplificó García Mónaco–: eso le permite al cirujano ver exactamente con qué se va a encontrar cuando opere”. Otro principal uso de la resonancia magnética es para enfermedades de columna vertebral y médula espinal, y, también, los estudios del sistema nervioso central y el cerebro en particular. Para otros órganos, la resonancia magnética puede ser reemplazada por otros métodos más económicos como la ecografía.
La resonancia magnética también es el método de elección para las investigaciones científicas sobre el funcionamiento cerebral que estudian la activación de distintas áreas en diversos procesos mentales.
El “resonante”, el aparato en sí, ese oscuro tubo que aterrorizaba a Woody Allen en Hannah y sus hermanas, también se ha modernizado: “En los últimos años se desarrollaron los resonantes de campo abierto, que no son totalmente cerrados, en atención a los pacientes claustrofóbicos; pero su calidad de imagen todavía no alcanza a la de los ‘túneles’”, advirtió García Mónaco.
Peter Lauterbur nació en 1929 en Ohio, y se doctoró en Química en la Universidad de Pittsburgh; desde 1985 dirigió el laboratorio de resonancia magnética de la Universidad de Illinois, en Chicago. “Espero que este ruido no me distraiga de mi trabajo cotidiano”, comentó al enterarse de que le habían otorgado el Nobel.
Peter Mansfield nació en 1933 en Londres y se diplomó como doctor en Física en la Universidad de esa ciudad. En 1993, la reina le otorgó un título nobiliario. Casado, tiene dos hijas, y es piloto aficionado de aviones y helicópteros. Ayer, al recibir la noticia, se manifestó “completamente sorprendido” por el premio.

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