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Sociedad|Martes, 17 de marzo de 2015
Heredero de una fortuna, confesó en la televisión sin darse cuenta de que el micrófono seguía abierto

Un millonario, tres crímenes, una serie

La serie fue lanzada en Estados Unidos como The Jynx. Relata la vida del millonario Robert Durst, la desaparición de su primera esposa, el crimen de una amiga y el de un vecino. Durst confesó en la grabación y fue detenido antes de la emisión del último capítulo.

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Robert Durst, de 71 años, fue detenido en un hotel de Nueva Orleáns, un día antes de que se emitiera el sexto capítulo.

Un millonario neoyorquino, Robert Durst, de 71 años y heredero de un emporio inmobiliario, que llevaba más de tres décadas zigzagueando entre acusaciones y sospechas por la desaparición de su primera esposa, Kathie McCormack (1982), el crimen de su representante de prensa, Susan Berman (2000), y el descuartizamiento de un vecino, Morris Black (2001), terminó una serie documental (The Jynx: The Life and Deaths of Robert Durst - La Maldición: La vida y las muertes de Robert Durst) de seis capítulos emitidos en Estados Unidos por la HBO sobre su historia y, especialmente, la historia oscura que lo rodea. La comparación grafológica de dos cartas, una enviada por Durst a Berman y otra enviada por un anónimo en el crimen de Black, fueron confirmadas por un perito como pertenecientes al mismo autor durante el último capítulo. La serie concluye de la manera más insólita: terminada la grabación, Durst se levanta, va al baño y, sin advertir que tiene su micrófono abierto, se dice a sí mismo: “Ahí está. Fuiste atrapado. ¿Qué demonios hice? Por supuesto, los maté a todos”. La reacción de los productores de la serie recuerda que la moral de Hollywood impera sobre la de la Justicia y que la supuesta objetividad documental es una foto editable según las necesidades del set: con las dos cartas guardadas bajo llave y la confesión, editaron la serie, emitieron uno a uno los capítulos y cuando llegó la previa del último, el sábado pasado, llamaron a la policía, que detuvo a Durst, con el consecuente revuelo. Después, el domingo emitieron el sexto capítulo publicitado con la realidad.

La historia de la historia empieza en 2012, cuando Andrew Jarecki y Marc Smerling, director y productor de la nominada al Oscar Capturing the Friedmans, estaban en la previa a la première de su film All Good Things, que relata en ficción la historia de los tres casos que cuelgan de la historia de Durst. Unos días antes, Jarecki fue contactado por el propio Durst, que jamás había admitido contactos con la prensa, pese a que había sido titular de todos los medios en los tres casos que lo apuntaban.

Pidió ver la première y después quiso realizar una entrevista con Jarecki. Fue el nacimiento de la serie. Siguió una investigación como pocos están dispuestos a hacer, con un equipo de investigadores, cámaras y tiempo, o sea, mucho dinero. Durst les relató su vida, desde su niñez en Scarsdale como hijo mayor del matrimonio de Bernice y Seymour Durst. Contó que fue testigo del suicidio de su madre, Bernice, que se arrojó desde un techo del edificio en que vivían. Contó también que su padre era frío y distante y se preocupaba por abrir un imperio inmobiliario. En 1973, y huyendo del mandato de que encabezara la Organización Durst, se casó con Kathie McCormack. Vivió con ella en Vermont, al frente de un local de comida naturista, All Good Things, que dará nombre al film. Mudados de vuelta a Nueva York, en 1982, mientras pasaba un fin de semana en Lake Truesdale, Kathie desapareció. A tal minuciosidad llegó la producción que lograron entrevistar al sargento Michael Struk, quien recibió la denuncia de Durst sobre la desaparición de su esposa: “Hace cinco días que no la veo”, le dijo.

En 2000, su amiga y vocera, Susan Berman, murió en su casa de un disparo en la nuca. Hacía un tiempo que les decía a sus amigas que estaba detrás de algo importante y unos días antes de ser entrevistada por policías murió baleada. Los diarios volvieron a la carga sobre Durst. En septiembre de 2001, Morris Black, vecino de Durst, apareció descuartizado en la bahía de Texas. Durst fue investigado, pero escapó y se mantuvo prófugo hasta que lo detuvieron por robar un sandwich en un supermercado. Cuando fue a juicio en 2003, un jurado popular de doce miembros lo declaró no culpable y salió en libertad.

Poco después de la finalización del podcast documental Serial, en el que cinco millones de estadounidenses (y vendida a todo el mundo) se quedaron pegados a la pantalla con el caso de Adnan Syed, acusado de la muerte de su expareja, la cadena HBO lanzó la publicidad de The Jynx a principios de marzo. La historia fue vendida como la vida de Durst, integrante de una familia de multimillonarios de Nueva York, dueños de un emporio inmobiliario y de nueve rascacielos en Manhattan, sospechoso de dos homicidios y dudoso en la no culpabilidad declarada en un tercero. Lo que preguntaba la cadena en su publicidad era si sería posible que la investigación del documental resolviera los casos que la Justicia de tres estados no había resuelto. Prenunciaba el final.

En los dos últimos episodios de la serie, aparece una carta enviada por Durst a Berman, en la que escribe la dirección Beverly con un error: “Beverley”, error que se repite en una carta de autor anónimo enviada por el crimen de Black. Un grafólogo en el último capítulo afirma que las letras de ambas cartas corresponden al mismo puño. Al finalizar la grabación, Durst va al baño y, sin darse cuenta de que tiene el micrófono encendido, pronuncia su autoconfesión, cuya validez es relativa. Todo esto ocurrió hace meses, antes de la edición. Apenas concluida la grabación, Jarecki y Smerling supieron que anunciar las pruebas obtenidas demasiado temprano conspiraría contra el producto televisivo. Decidieron aguardar y ofrecerlo como el recorrido de una intriga cuyo único suspenso, para ellos, sería hasta qué punto llegaría el rating.

Los productores lanzaron la serie y aguardaron la víspera del último capítulo para avisar a la Justicia. El sábado pasado, Durst fue detenido en un hotel de Nueva Orleáns, creen los investigadores que dispuesto a pasar a México. Su abogado, Chip Lewis, sostuvo que “lo que dijo Durst es Hollywood. El sigue siendo inocente y está dispuesto a declarar”.

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