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Sociedad|Miércoles, 2 de septiembre de 2015
Opinión

La estrategia de la moderación

Por Washington Uranga

La determinación comunicada por el papa Francisco ayer a través de una carta que hizo pública el Vaticano y en la que autoriza, bajo su directa responsabilidad, a otorgar la absolución a las mujeres que hayan practicado aborto, se encuadra claramente dentro de la estrategia de apertura moderada que viene impulsando Bergoglio desde que llegó al Vaticano como Papa. Con la decisión tomada, Francisco no avanza en cuestiones doctrinales, porque sigue considerando al aborto como un “pecado”, pero da un paso decidido al determinar que se conceda la absolución a quienes lo soliciten, haciéndolo bajo su directa responsabilidad y “no obstante cualquier cuestión contraria”; frase ésta que bien puede estar dirigida a los sectores conservadores, particularmente obispos, que podrían oponerse a la medida y alzar su voz. Así dicho, los sacerdotes podrán conceder la absolución apelando a la autoridad papal y aun en el caso de que su obispo diga lo contrario.

La resolución del pontífice, así tenga una limitación en el tiempo (el llamado “año jubilar”), encierra una clara manifestación de apertura al tema, como poco antes se había tenido en la Iglesia Católica. Y es además un mensaje a los obispos de todo el mundo que se reunirán en Roma este año para participar del sínodo (asamblea), cuya cuestión central es la familia. La carta del Papa y su perspectiva pasa a ser ahora un punto inevitable de la agenda sinodal.

Hay quienes señalan, sin embargo, que la decisión papal tiene poco efecto práctico, por lo menos en esta parte del mundo. Si bien el aborto es considerado un pecado grave y, por lo tanto, su absolución requiere de una autorización expresa del obispo, no menos cierto es que en gran parte de las diócesis al otorgar las licencias ministeriales (autorización para impartir sacramentos) a los sacerdotes, los obispos incorporan la atribución de perdonar este tipo de faltas bajo criterio del propio cura. En ese sentido, lo manifestado ahora por Francisco constituiría una suerte de “blanqueo” institucional a una realidad evidente en la práctica pastoral de la Iglesia.

Muchos subrayan también que el sacramento de la penitencia (la confesión) ha caído prácticamente en desuso y son escasos los fieles católicos que lo solicitan, aún aquellos que acuden con más regularidad a las celebraciones litúrgicas en los templos. Ellos mismos descreen de que una iniciativa de este tipo sirva para alentar a que más fieles se acerquen a confesarse.

Lo actuado ahora por Bergoglio confirma otra de las características de su tarea como Papa. Francisco elige actuar como “pastor”, es decir, generando gestos prácticos de apertura y acercamiento a quienes están apartados o se sienten alejados de la Iglesia. Lo hizo con los homosexuales, con los divorciados y vueltos a casar y ahora con el conflictivo tema del aborto. No avanza –porque no lo considera necesario, entiende que no corresponde o concluye que no tiene fuerza y poder suficientes para hacerlo– en las cuestiones de fondo. No discute aspectos teológicos o doctrinales, pero genera acontecimientos, hechos y, de esta manera, modifica las prácticas.

Muchos alaban y rescatan la actitud y el sentido de la estrategia. La misma que da fundamento a que, junto con la decisión respecto de absolver a quienes abortan, haga un gesto hacia los ultraconservadores seguidores de Marcel Lefebvre. Otros siguen señalando que “no hay cambios de fondo” y que, aun reconociendo los avances, si no se generan modificaciones profundas en cuestiones normativas, doctrinales, y en la estructura de gobierno de la Iglesia, lo avanzado ahora por Francisco podría volverse atrás sin ninguna dificultad con otro Papa que sostenga una visión contraria o más conservadora.

Por ahora queda claro que Bergoglio –por razones que seguramente sólo él mismo puede ponderar desde su lugar en el Vaticano– sigue avanzando en su estrategia de paso a paso, mediante la cual genera aperturas, intenta recapturar feligresía y sorprende a propios y ajenos.

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