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Sociedad|Jueves, 10 de septiembre de 2015
EN EL CASO DE LA MUERTE EN EL PATRULLERO, VAPULEARON A UN VECINO

Testigo de su propia golpiza

El día en que Juan Yalet recibió un tiro en la cabeza dentro del patrullero, en La Plata, los uniformados convocaron a un hombre como testigo. Este se negó y lo molieron a patadas en la calle, lo esposaron y lo llevaron amenazado a la comisaría.

Por Horacio Cecchi
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Una camioneta del CPC con el cartelito por sus ocho detenidos.

En el marco de la marcha en reclamo por un sindicato policial, el lunes pasado, en La Plata, los uniformados que se concentraron en la Plaza Moreno, la plaza principal platense, tuvieron una particularidad: entre sus reclamos por la sindicalización, demandaban por la muerte de una pareja de policías, baleada en La Matanza; en simultáneo, algunos patrulleros del Comando de Patrullas Comunitario utilizados para marchar llevaban en su vidrio pegado un cartelito rústico en el que se podía leer: “Libertad a los ocho ya...!!!”. Para ponerlo en contexto, los mentados ocho son los uniformados del CPC detenidos por la investigación de la muerte de Juan Martín Yalet, el 26 de agosto pasado. Yalet recibió un tiro en la cabeza, esposado por la espalda y dentro de un patrullero. Para el caso de la sindicalización, cuya idea no está en cuestión en esta nota, la formación profesional debería incluir el correcto tratamiento a testigos: en el caso de Yalet, los polis intentaron tomar como testigo para el acta a un joven que pasaba por el lugar, que por temor o por prisa o lo que fuera intentó negarse. Lo esposaron, lo tiraron sobre las baldosas de la vereda, lo patearon como nunca en la misma calle, lo llevaron a la comisaría mientras le decían “ya vas a ver lo que es bueno”, y allí dentro volvieron a vapulearlo hasta que lo largaron, varias horas más tarde, y sin testigos.

En la investigación por la extraña muerte de Juan Martín Yalet hay otro dato que preocupa tanto por lo sorprendente como por el salvajismo expresado por sus actores. Efectivamente, entre los testimonios tomados en la causa figura el de un hombre que relató que el día en que Yalet murió baleado en el patrullero, bajaba del colectivo de la línea 520, poco antes de las 9 en las calles 2 y 67, que no es la parada, sino que debió bajar allí porque la 2 estaba taponada de uniformados por el masivo operativo de medio centenar de policías para capturar a un desconocido ladrón.

El hombre sostuvo que apenas bajó del colectivo los uniformados lo llamaron para hacer de testigo. “No entendía. Para hacer de testigo tenía que haber visto un ilícito y yo no había visto nada. Me dijeron que no me podía negar.”

Luego describió que “vino un policía y me dijo ‘parate acá, sé testigo de lo que voy a mostrarte’ y me muestra un arma. todo fue en la esquina. El arma estaba llena de sangre y alcancé a ver que tenía escrito ‘Ministerio de Seguridad o de Justicia’”. El testigo se refería a la 9 milímetros que apareció después del cacheo y que había sido robada a una mujer policía del Registro Automotor el 1º de agosto, y que según la versión policial es el arma utilizada por Yalet para dispararse a la cabeza dentro del patrullero con las manos esposadas por la espalda.

Como el testigo siguió negándose por la demora que le iba a llevar y su necesidad de entrar en su trabajo, “me tiraron al piso boca abajo, y durante tres o cuatro minutos me estuvieron pegando en el medio de la vereda, me esposan y me suben al móvil policial”.

El relato del testigo de su propia golpiza añadió que “el policía que me lleva en el móvil me dijo ‘ahora vas a aprender lo que es bueno’. Me llevaron a la comisaría novena –dicho sea de paso, seccional que fue señalizada por la desaparición de Miguel Bru, ocurrida allí mismo en 1993– y me tuvieron tres horas esposado en una habitación, sin darme nada.”

En el testimonio de su propia golpiza el hombre agregó que lo amenazaron con que por negarse “podía quedar pegado” como cómplice del robo, y de paso le anticipaba la capacidad de plantado de pruebas.

Declaró que fueron entre 7 y 10 uniformados los que lo patearon en la calle, algunos de la Policía Local, por la campera más clara. “Me hicieron poner la capucha de mi buzo y mirar la pared.” Como el testigo trabaja como vigilador de una empresa de seguridad, el policía que lo trasladó a la 9ª le dijo “‘vos sos un seguridad de mierda, un boludo’. Me notificaron de dos cosas que no leí, pero firmé”.

Lejos de la profesionalización policial y a años luz de la preocupación cívica de los uniformados de la Bonaerense, la muerte de Yalet y la de otros tantos, sigue con resultados de verosimilitud pendientes.

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