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Sociedad|Viernes, 18 de septiembre de 2015
MEXICO Y EL DF, A 30 AÑOS DEL TERREMOTO QUE DEVASTO LA CIUDAD

Los cambios de tres décadas

Mañana se cumple el aniversario del sismo de 8,1 en la escala de Richter que, en septiembre de 1985, provocó más de tres mil muertes y pérdidas valuadas en ocho millones de dólares. Por el impacto de la catástrofe, el país elaboró un protocolo de actuación.

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El terremoto se produjo a las 7.17 de la mañana y sus efectos calaron hondo en lo social.

Mañana se cumplirán treinta años del sismo que devastó la Ciudad de México y causó la muerte de más de tres mil personas. El terremoto del 19 de septiembre de 1985 tuvo una intensidad de 8,1 en la escala de Richter, una magnitud similar –y algo menor– a la que padeció Chile el miércoles.

El terremoto ocurrió por la mañana, a las 7.17, y tuvo epicentro en el océano Pacífico mexicano, a 15 kilómetros de profundidad bajo la corteza terrestre. Dos minutos más tarde, el sismo se percibió en el Distrito Federal, que fue la ciudad más afectada, aunque también fueron seriamente perjudicadas las zonas centro, sur y occidente del país. En algunas zonas, el sismo llegó a sentirse hasta durante 90 segundos.

Un día después, la zona afectada sintió la réplica del terremoto. La noche del 20 de septiembre, un temblor, aunque más leve, terminó de hacer colapsar las estructuras que se habían desestabilizado el día anterior.

“De repente el edificio se torció, se colapsó y quedé en completa oscuridad. Luego me di cuenta de que tenía el brazo derecho atrapado y la mano aplastada”, recordó Francisco Bucio, que al momento del terremoto se preparaba para una clase de cirugía en el Hospital General. En ese momento, Bucio comenzó a escuchar gritos “de todos los que estaban atrapados cerca de mí y que poco a poco se fueron callando. Y así pasé cuatro días”. Ese cuarto día, los rescatistas dijeron que ya no detectaban vida entre los restos del edificio, pero los seis hermanos de Francisco revolvieron los escombros hasta dar con él.

En 1985, México todavía no tenía un protocolo de emergencia, por lo que las tareas de rescate debieron ser autoorganizadas y se prolongaron hasta el mes siguiente. Además, miles de mexicanos se convirtieron en socorristas espontáneos; los llamaron “topos” porque se escabullían entre los escombros.

“Yo tenía el concepto de que yo era un rescatista, no pensé nunca en los riesgos, yo sólo era parte de la fuerza de toda la población que estaba ayudando, sin distinción de clases, a los que necesitaban ese apoyo”, rememoró Adrián Pérez. En ese entonces, Pérez trabajaba en una oficina pública de una de las zonas menos afectadas por el sismo y aceptó brindar ayuda al barrio céntrico de La Roma, que “parecía una zona de guerra”. En la actualidad, Pérez es jefe de Operaciones del grupo Topos, fundado a raíz del terremoto y que ha asistido desastres como el tsunami de Indonesia y el terremoto que Nepal padeció en abril.

De acuerdo con datos oficiales, 3192 personas fallecieron por el terremoto, que también provocó daños materiales, cuyo impacto se estimó en pérdidas de 8 mil millones de dólares. Las viviendas devastadas dejaron sin hogar a 250 mil personas y 900 mil debieron abandonar sus viviendas. Los escombros recién terminaron de removerse en 1995, y todavía hoy existen campamentos derivados de este sismo.

La organización popular de los habitantes de la capital mexicana replanteó, a su vez, la organización política de la ciudad. La reacción popular se tradujo en un aumento de la participación cívica e incentivó la democratización de la capital. Así, se inició un proceso de mayor autonomía y terminó por conformarse la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, que tiene facultades legislativas. Las leyes debieron ajustarse a la realidad sísmica del país y se tomaron medidas tendientes a la prevención y protección civil.

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