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Sociedad|Martes, 2 de febrero de 2016
Gendarmería fue denunciada por tirar contra una murga que incluía chicos en la villa del Bajo Flores

Al candombe villero con escopetazos

Más de una decena de heridos durante una práctica de la murga Los Auténticos Reyes del Ritmo, de la villa 1-11-14. Gendarmería pretendía recuperar dos autos robados, pero decidió pasar por donde practicaban 90 murgueros, incluidos niños. Escenas de pánico.

Por Horacio Cecchi
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Los murgueros muestran las marcas que dejó Gendarmería a su paso. Entre los heridos, niños de cinco a diez años.

Un operativo de Gendarmería que tenía como objetivo el secuestro de dos autos de dudoso origen estacionados en la villa 1-11-14, sobre la calle Janer, decidió pasar por la calle de la vuelta donde de 18 a 22 se desarrollan las prácticas de una murga con vistas al cercano festejo del Carnaval. La información del Ministerio de Seguridad y el interés mediático por tener como fuente al principal interesado hicieron de la noticia una parte de la noticia: dos gendarmes resultaron heridos de bala durante un operativo en la villa 1-11-14. En esta nota va la otra parte de la noticia: los gendarmes fueron heridos en un procedimiento posterior vinculado directamente con los autos robados. En cambio, nada se dijo sobre los más de diez heridos por perdigones (de goma o de plomo según algunas denuncias) entre las aguerridas y fanatizadas filas de Los Auténticos Reyes del Ritmo, la murga vecinal que no tiene obstáculo en incluir a pequeños de entre cinco y diez años en sus primeras filas.

Ayer, antes del mediodía, las oficinas de Atajo (Programa de Acceso a la Justicia) en la 1-11-14 sirvieron de base para empezar a recibir denuncias sobre el operativo de Gendarmería.

Las denuncias y testimonios tomadas por integrantes de Atajo y de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) fueron coincidentes. Unas 90 personas, entre las que había una buena cantidad de chicos, se había reunido el viernes pasado, alrededor de las seis de la tarde, sobre la calle Esteban Bonorino y pasaje Charrúa, dentro mismo de la villa, para desarrollar su práctica murguera. Según los testimonios, no es costumbre poner a los chicos en primera línea en las prácticas, pero el viernes la decisión fue probar con los bajitos adelante.

Alrededor de las 21.30, un operativo de Gendarmería, con base territorial en la villa, decidió recuperar dos autos supuestamente robados que estaban estacionados sobre la calle Ana María Janer. En lugar de tomar por Janer, que tiene acceso desde la Perito Moreno y desde la Avenida Riestra, el operativo, grúa incluida para remover a los autos, avanzó por Charrúa hacia Bonorino, para dar la vuelta por un pasaje y retomar por Janer.

Claro, por Bonorino y Charrúa, hasta Varela, se desplegaba el morochaje de Los Auténticos con sus primeras líneas infanto murgueras.

“En la murga hay desde nenes de tres años hasta gente mayor. Nosotros, cuando creamos la murga ,vienen las familias enteras a verlos a los chicos. Compramos jugos, compartimos todo. Acá no hay armas. Hay jugos, música y alegría”, declaró una de las integrantes de la murga.

“En vez de entrar por Janer, que es la calle donde estaban los autos, hicieron un rodeo –sostuvo un testigo–, doblaron y rodearon la manzana para entrar por dónde estaban bailando los chicos, que es en la calle Charrúa, para después entrar por un pasaje que volvía a desembocar en la calle Janer. Ellos, los gendarmes, entraron despacio, creo que venía una grúa y una patrulla de Gnedarmería, avanzaban despacio y nunca frenaron, entonces la patrulla empezó como a empujar a los chicos. Ahí, las mamás empezamos a decirles a los gendarmes ‘esperen, esperen que ya nos corremos’, y los gendarmes ‘bueno, sí, mamá, está todo bien’. Ellos bajaron del patrullero porque las mamás nos pusimos adelante para que no siguieran avanzando y para decirles que esperen. Bajaron dos, uno era muy alto y otro era medio gordito, y cachetón. El fue el que más se ensañó con todos. Yo no sé si fue porque los chicos no se apuraban pero ahí empezó la discusión.”

Discusión, una manera elegante de describir la presencia de un operativo militar frente a las maracas y bombos de una murga.

“Estábamos ensayando sobre la calle con familiares y amigos, en pleno ensayo; allí había criaturas, mujeres, ancianos –dijo uno de los directivos de la murga, Sandro González, uno de cuyos hijos, de 14 años, resultó herido de bala en una pierna–. Cuando veo al patrullero les pido que paren y les pido por favor que si pueden retroceder que tengo muchos chicos ensayando.” ¿Retroceder, qué es eso? ¿Habrá sido el detonante?

“Bajan dos gendarmes –prosigue el director–. Bajan dos gendarmes, hablamos tranquilo, pero el chofer del patrullero avanzó igual y chocó con el auto a dos mujeres.” El director pidió entonces que abieran paso, lo que permitió que avanzara el operativo. Pero una vez que pasaron, “de atrás del camión salen dos gendarmes diciendo ‘¿Qué son, todos guapos?’”. Uno de los gendarmes empujó a González, que cayó al piso. Según los testimonios, el gendarme le apuntó pero uno de los hijos de González se interpuso y recibió un disparo en la pierna.

“Empezaron los disparos y nos gritaban negros de mierda, nos insultaban –declaró una denunciante–. Yo empecé a retroceder, a correr, lo agarré a mi hijo y atiné a tirarme contra las paredes, se escuchaban las detonaciones y yo cubría a mi hijo, en ese interín es donde me lastiman (...) esa cuadra era interminable, había tanta gente corriendo y la calle es tan angosta que no podía llegar a resguardarme. En total me impactaron dieciséis balazos (...) los recibí todos en un mismo momento mientras estaba corriendo, me agarró una quemazón en la espalda muy fuerte, mi hijo estaba adelante mío, no lo tocó ningún disparo por suerte.”

Los relatos son sobrecogedores, y hablaban de gente refugiándose en los pasillos, en viviendas de vecinos que no conocían, todos llorando o quejándose.

La historia prosiguió en el Hospital Piñero, donde los heridos llegaron para ser atendidos. Mientras se les extraían los perdigones, les vendaban las heridas, e intentaban calmar a los más chiquitos, llegaban los uniformados de la Metropolitana para preguntar nombres. “No eran preguntas amigables, no venían a saber cómo estábamos, estaban queriendo tener datos.” El clima resultó una extensión del brutal operativo, muchos padres optaron por sacar a sus hijos y hacerlos atender en otros hospitales.

Como si estuviera en campaña, el gobierno negó todo (ver aparte).

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