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Sociedad|Viernes, 27 de mayo de 2016
BARREDA, INTERNADO POR “SALUD MENTAL”

El femicida múltiple que decía ser un abuelo abandonado

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A seis días de que la Justicia considerada cumplida su condena por los homicidios de su mujer, sus hijas y su suegra, Ricardo Barreda fue internado en el hospital zonal “Magdalena Villegas de Martínez”, de General Pacheco, por problemas de salud mental. Dos días antes una mujer lo había encontrado en un pasillo del centro médico; Barreda decía llamarse Alberto Navarro y estar abandonado por su familia. Alguien lo reconoció y huyó. Pero su imagen en el lugar se viralizó porque la mujer que habló con él había llegado a tomarle una foto que luego posteó en Facebook.

El 20 de mayo, trascendió que el cuádruple femicida Barreda, de 79 años, había quedado en libertad luego de que el juez de Ejecución Penal de La Plata Raúl Dalto, que controlaba su condena, diera por “extinguida la pena” y ordenara “hacer cesar hacer cesar las accesorias legales impuestas, todo ello al día 29 de marzo de 2016”. Habían pasado casi 24 años desde los asesinatos cometidos en la casa de La Plata; algo menos de 21 desde la condena.

El viernes pasado, Barreda se había presentado, solo, en el mismo hospital. Dio un nombre falso; de acuerdo con médicos que lo vieron entonces, estaba “desmejorado”. Una mujer conversó con él en un pasillo y le tomó una foto que luego subió a su muro de Facebook, junto con un texto en el que refirió la historia que él le había contado y donde lamentaba que ese “abuelo” de nombre “Alberto Navarro” hubiera sido abandonado por su familia.

Ayer, al mismo tiempo que la imagen se viralizaba en las redes sociales y “Navarro” era identificado como el cuádruple femicida, Barreda regresó al hospital. Voceros del establecimiento informaron que esta vez llegó acompañado por autoridades municipales y que quedó internado por “un cuadro de salud mental”. Según indicaron las fuentes, Barreda será sometido a diversos estudios para establecer un diagnóstico y, luego, dictarle un tratamiento.

Barreda vivía en el barrio Los Troncos, de Talar de Pacheco, en una casa cuyo domicilio no había trascendido y bajo el régimen de libertad condicional. Antes, había regresado a la prisión, porque la Justicia consideraba que era peligroso para Berta André, su pareja, quien lo alojaba en su departamento de Belgrano.

La resolución en la que el juez Dalto dio cuenta del fin de la pena recordó que el 17 de diciembre de 2012 se hizo “cesar la condición (de la libertad condicionada) de continuar con el tratamiento psiquiátrico-psicológico que venía realizando” en un centro de salud mental porteño, y episodios de maltrato hacia André registrados en diciembre de 2014 por los que la Justicia revocó el beneficio a Barreda y ordenó su regreso a prisión.

El 15 de noviembre de 1992, Barreda asesinó con una escopeta Sarrasqueta a su esposa, Gladys Margarita Mac Donald, su suegra Elena Arreche y sus hijas Celina y Adriana, en la casa que compartían en La Plata. Luego escapó; durante un día simuló ante las autoridades que había llegado al lugar y encontrado los cadáveres, pero luego confesó.

Durante el juicio que se le siguió, contó que ese 15 de noviembre se había levantado temprano para ir a casa de su amante, Mercedes “Pirucha” Gustavino”, e invitarla a ir a Punta Lara. Ella declinó el convite. Barreda volvió a su casa; discutió con su mujer y una de sus hijas. Barreda recordó: “Después les dije que iba a pasar un plumero en el techo, donde había unas telarañas y unos insectos atrapados que daban mala impresión. Entonces me contestron: ‘esos son los trabajos que mejor le quedan a Conchita’. No era la primera vez que me llamaban así. Y a mí me molestó sobremanera”.

Barreda contó ante el tribunal que por eso sintió “una especie de rebeldía” y por eso respondió “entonces Conchita no va a limpiar el techo, va a cortar la parra”. Al buscar una herramienta encontró la escopeta. “Entonces, sentí como una fuerza que me impulsó a tomarla. Fui hasta la cocina y ahí disparé”.

Luego salió, fue a casa de su amante y dijo “me mandé una cagada”; tiró los perdigones en una alcantarilla, la escopeta a la vera de la ruta. “Cuando volví fui un rato al zoológico y después al cementerio, a la bóveda de mis padres. Después me encontré con una amiga (...), comimos y a las 21 volví a mi casa”. Acomodó la escena del crimen para simular un robo, radicó la denuncia y permaneció en la comisaría 24 horas, al cabo de las cuales se quebró y confesó que había matado a toda las integrantes de su familia.

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