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Sociedad|Lunes, 20 de junio de 2016
Reconocimiento internacional a dos investigadoras argentinas en endocrinología

Talento científico de exportación

Dos becarias científicas de un instituto del Conicet fueron premiadas por la organización más importante del mundo en el campo de la endocrinología. Aquí cuentan su viaje a Estados Unidos, donde ser argentinas les otorgó un plus en las pasantías en los laboratorios.

Por Nicolás Camargo Lescano *
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María Andrea Camilletti y Erika Faraoni, premiadas por su trabajo en el Instituto de Biología y Medicina Experimental.

Las buenas noticias pueden aparecer en los lugares más insospechados, incluso estando de vacaciones del otro lado del mundo. María Andrea Camilletti se había ido unos días a Australia cuando un mail le informó que la Endocrine Society, la mayor organización mundial en el campo de la endocrinología, las premiaba a ella y a su compañera de laboratorio, Erika Faraoni, por sus líneas de investigación llevadas a cabo en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme).

La distinción cobra más relevancia si se tiene en cuenta que Camilletti y Faraoni –licenciadas en Ciencias Biológicas y en Biotecnología, respectivamente– se convierten así en dos de las únicas cuatro argentinas en recibir el galardón Early Career Forum Travel Award. Un premio que se convirtió en la puerta de entrada al Congreso ENDO 2016, realizado en Boston en abril de este año y donde asistieron especialistas en la materia de diversas partes del mundo.

“La experiencia del Congreso superó ampliamente nuestras expectativas –cuenta Camilletti quien, al igual que Faraoni, realiza su tesis doctoral en el Laboratorio de Fisiopatología Hormonal del Ibyme, dirigido por Graciela Díaz-Torga–. Estar todo el tiempo con gente experta en los temas en los que vos trabajás, que dirige laboratorios en Estados Unidos o que es editor en jefe de revistas científicas internacionales fue una gran oportunidad de sumar conocimiento y de ampliar nuestra red de contactos”.

En Boston presentaron y defendieron sus trabajos ante jurados y evaluadores. “La experiencia fue totalmente positiva por el trato que nos dieron –aporta Faraoni–, no nos imaginábamos que nos iban a recibir tan bien, ya sea para darnos consejos, compartir sus experiencias personales en la ciencia o para contarnos que estaban buscando investigadores para sus laboratorios”, comentaron.

Pero la travesía por Estados Unidos no se detuvo allí. Luego del Congreso, ambas hicieron una pasantía de varias semanas en el laboratorio del Daniel Rifkin, profesor de la Escuela de Medicina NYU y director del Programa de Graduados en Biología Celular de la Universidad de Nueva York. Según las jóvenes premiadas, la experiencia de hacer ciencia en la Argentina les aportó un plus extra.

“Veníamos acostumbradas a tal ritmo de trabajo que éramos nosotras las que abríamos y cerrábamos el laboratorio cada día –relata Camilletti–. Y no es que los científicos allá no trabajen, sino que acá estamos acostumbrados a un nivel mucho más intenso. Y, además, sabemos enfrentarnos a posibles inconvenientes como falta de reactivos o elementos para trabajar en el día a día. Allá es todo más directo y más fácil”.

Esa misma adaptación a los problemas es, para Faraoni, una de las razones por las que más se valora a los científicos argentinos. “Destacan mucho a los investigadores formados acá, porque ante un determinado inconveniente con una técnica probamos múltiples alternativas; tal vez estamos un poco acostumbrados a hacer malabares con lo poco que contamos”, asegura. La experiencia en el Congreso y en las distintas charlas les permitió, en este sentido, conocer a un importante número de colegas científicos argentinos que están perfeccionándose y que ya manifestaron sus deseos de volver al país.

Una respuesta para el 20 por ciento

La investigación que llevó a estas dos científicas a ser distinguidas por la Endocrine Society se centra en el estudio de la hipófisis, una glándula que produce numerosas hormonas. Particularmente, el grupo de la doctora Díaz-Torga se centra en el estudio de los prolactinomas, un tipo de tumor hipofisario, por lo general benigno, que se desarrolla cuando hay un desbalance en la regulación de las células que producen la hormona prolactina, íntimamente relacionada con la lactancia.

“Ya sea por razones genéticas o por alteraciones hormonales, hay un crecimiento en tamaño y número de las células que secretan la prolactina, que se llaman lactotropos”, detalla Camilletti. En las mujeres, los síntomas que se evidencian con la presencia de un prolactinoma van desde la galactorrea –es decir, la secreción de leche por las mamas fuera del período de lactancia–, alteraciones del ciclo menstrual, problemas de fertilidad, hasta un cansancio constante o problemas con los niveles de calcio en el cuerpo.

En los hombres, al no ser tan visibles los síntomas como en el caso de la mujer, los prolactinomas pueden ser más agresivos, ya que la detección es en general más tardía. “La hipófisis está apoyada sobre el hueso esfenoides y por encima se encuentra el nervio óptico. Si el tumor crece, puede presionar este nervio, por lo que los pacientes hombres suelen empezar las consultas por un problema de visión”, agrega la licenciada en Ciencias Biológicas.

El tratamiento para este tipo de tumores implica el uso de drogas dopaminérgicas, que inhiben la secreción de prolactina. El problema es que entre un 15 y un 20 por ciento de los pacientes no responden a estas drogas, por lo que se debe apelar a cirugías en la base del cerebro, con las complicaciones que esto implica.

En el laboratorio de Fisiopatología Hormonal del Ibyme, este grupo de investigadoras están estudiando nuevas terapias para el tratamiento de estos tumores resistentes. Un posible blanco terapéutico es el sistema TGF-ß1hipofisario. “En el trabajo con ratas, descubrimos que aquellas que tienen prolactinoma tienen también una actividad reducida de este sistema que es un sistema inhibitorio”, apunta Faraoni, quien agrega que, cuando se logra estimular este sistema, se reducen el tamaño tumoral y la hiperprolactinemia.

La etapa siguiente implicaría llevar a cabo estos estudios en biopsias humanas de prolactinomas. “Lo ideal sería lograr algún tipo de acuerdo o protocolo con algún hospital o clínica para que nos proporcionen estas muestras y así poder corroborar si la estimulación del sistema TGF-ß1deriva en una reversión de los parámetros tumorales”, asegura la licenciada en Biotecnología.

Si las buenas noticias sorprenden en todo tiempo y lugar, la motivación para trabajar día a día también encuentra fuentes inesperadas. “Justo después de empezar a investigar este tema en el laboratorio, empecé clases de danza –cuenta Camilletti– y mi profesora me comentó que le habían detectado un prolactinoma. Al poco tiempo, mi cosmiatra me contó que a la hija le habían diagnosticado lo mismo…esos casos los vas tomando como una motivación más para continuar con nuestros estudios. Nos parece que la relevancia no sólo está en la frecuencia y en la difícil detección, sino también en ese porcentaje de pacientes que no responde a los tratamientos actuales. Hacia ellos apuntan nuestros esfuerzos”, puntualiza.

* Agencia CTyS-UNLaM.

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