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Sociedad|Jueves, 22 de enero de 2004
FUE DETENIDO NICOLAS GOMEZ, EL AMIGO DE NATALIA DI GALLO

De testigo a acusado de secuestro

Está imputado de llevar a la chica contra su voluntad al Parque Pereyra Iraola. Se sospecha que allí se la entregó a otros.

Por Horacio Cecchi
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Nicolás Gómez (derecha) en una foto de archivo antes de ser detenido en su casa de Florencio Varela.
Eran casi las 6.30 de la mañana cuando el oficial de la fiscalía acompañado por policías de la DDI de Quilmes golpeó a la puerta de la calle Arenales 4355, de Florencio Varela. Los visitantes preguntaron por Nicolás Gómez. Los atendió la madre. Dentro, encontraron al joven de 18 años, amigo de Natalia y sospechado por la familia Di Gallo de haber participado en el crimen de la chica. Apenas cayó la comisión por la casa de Arenales, Nicolás supo que sobre él pesaban mucho más que sospechas: se retiró esposado y custodiado en camino a Quilmes para ser indagado por el fiscal Claudio Pelayo. Según fuentes judiciales, Nicolás mantuvo su versión y se declaró inocente. La detención quedó sellada después del dictamen de los peritos de Gendarmería: sostuvieron que Natalia no estuvo sentada en el asiento trasero del Renault 11 de Nicolás, según había asegurado el joven. Pelayo recibirá en las próximas horas un completo estudio de digitalización de 21 imágenes, realizado por peritos de la Suprema Corte, que reforzará la idea de que en el crimen participó más de uno. Ahora se investiga al entorno del detenido.
Entre las múltiples pericias solicitadas por el fiscal Pelayo y la familia de Natalia, la realizada en Gendarmería tuvo un papel clave. El estudio intentó demostrar o rechazar la versión dada por Nicolás en varias ocasiones ante la Justicia. El joven había asegurado que el 29 de diciembre, a la madrugada, se encontraba junto a Natalia en el asiento trasero de su Renault 11 en medio del bosque del Pereyra Iraola. Un hombre armado (al que Nicolás describió en un identikit con los más mínimos detalles) apareció a un costado del auto y con el arma rompió el vidrio de la ventanilla izquierda trasera para amenazarlos. Después, sostuvo el joven, como el auto no arrancaba metió a Nicolás en el baúl y se llevó caminando a la joven.
Desde el vamos, el relato del amigo de Natalia provocó sospechas. No cerraba la minuciosa descripción del asaltante cuando a esa hora, dentro del bosque, según los lugareños, es tan oscuro que uno duda de ser uno mismo. Tampoco cerraba el recorrido del supuesto delincuente: ¿qué ladrón de autos al no poder llevar el vehículo se decide por raptar a su víctima y, para colmo, caminando? No cerraba el vínculo de Natalia con Nicolás. Según fuentes allegadas a la familia Di Gallo, la chica lo detestaba, lo llamaba “esa ratita”. Natalia jamás salía los domingos, pero el domingo 28 de diciembre sorprendió a su familia con la salida y nada menos que con Nicolás. Habrá que recordar que una semana antes la joven había cortado su relación con su novio, y que durante toda esa semana Natalia permaneció encerrada en su cuarto, hasta que recibió la invitación de Nicolás. No pocos especulan que esa invitación de Nicolás fue utilizada como una manera tal vez inconsciente de Natalia para celar a su ex pareja.
La hipótesis más fuerte de los investigadores sostiene que Nicolás llevó a Natalia al encuentro con otros amigos. Según esa hipótesis, Natalia se negó y fue atacada, golpeada y violada por varias personas. En algún momento se desvaneció, la creyeron muerta, la envolvieron con bolsas de residuo y murió asfixiada.
Nicolás sostuvo la versión del asaltante en el Pereyra Iraola. Pero los peritos no hallaron rastros en el lugar donde se encontraba el auto. A fines de la semana pasada, el cuerpo pericial de Gendarmería analizó el vehículo, volvió a colocar un vidrio semejante al destruido, reprodujo la rotura y comprobó que si, como había asegurado Nicolás, él se encontraba con Natalia en el asiento trasero, necesariamente las ropas de la joven debían estar cubiertas de diminutas astillas de vidrio. “En el estudio microscópico de las ropas no se encontró ningún rastro de vidrio –aseguró a Página/12 el perito de la familia, Miguel Maldonado–. Eso demuestra que no estuvieron sentados donde Nicolás dijo que estaban.”
Con esas pruebas, en un escrito de 12 folios, el fiscal Pelayo solicitó la detención del joven. El juez de Garantías Marcelo Goldberg aceptó el pedido el martes pasado, y la orden de detención se transformó en unhecho. Se realizaron tres allanamientos: uno en Merlo al 569 de Lomas de Zamora, donde vive un tío; otro, en Husares al 4675 de Quilmes, donde vive su padre; y el tercero en la casa de Arenales, en Florencio Varela, donde el chico vive con su madre. Nicolás pidió permiso para bañarse. Se lo dieron. El baño lo despejó de todo menos de la pesadilla en la que entraba. Con las manos por detrás de la espalda y custodiado, fue trasladado a Quilmes donde, por la tarde, Pelayo le tomó declaración indagatoria durante unas dos horas, acusándolo formalmente de privación ilegal de la libertad agravada por el resultado de muerte y falsa denuncia. Aunque aún no se tiene probado qué papel cumplió Nicolás en el crimen, la pena que podría recibir por el delito de que se lo acusa es asimilable: se condena con perpetua. Durante la indagatoria de dos horas, Nicolás mantuvo su historia y al salir dijo a los medios que lo esperaban: “Soy inocente”.
Hilda, la madre de Natalia, se mostró conforme pero aseguró que “esto recién empieza; falta encontrar a los cómplices”. En las próximas horas, Pelayo recibirá una pericia sobre 21 imágenes digitalizadas del cuerpo de Natalia en el que se hace un estudio de las marcas, que refuerzan las pruebas de una participación múltiple en el crimen. Entretanto, el gobernador Felipe Solá se reunió con los padres de Natalia para manifestarles su apoyo.

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