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Sociedad|Miércoles, 24 de marzo de 2004
PROTESTA DE GREENPEACE POR LA FINALIZACION DE ATUCHA II

Escrache contra la energía atómica

La entidad denunció que la central nuclear causará más contaminación y gastos. Exhortó al Gobierno a promover la energía eólica.

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Un cuadro impactante: las dos grandes cúpulas de la central nuclear Atucha II de fondo y, al frente, un barco de Prefectura que recorría el área, sumado a un grupo de gendarmes con sus rifles que intentaban imponer su figura de custodia. Este era el escenario de la protesta que ayer hizo Greenpeace frente a la inconclusa central nuclear para advertir sobre el “peligro” no sólo de contaminación, sino también económico que puede generar la reanudación de las obras en Atucha II. “Riesgos, basura y más deuda” era la consigna del cartel que unos diez activistas de la organización ecologista plantaron sobre el puente ubicado a la entrada de la central, sobre el río Paraná. Dos enormes pescados “de fantasía” con tres ojos cada uno completaban el cuadro del escrache que tiene como objetivo volcar la inversión que el Gobierno prevé para las obras, a la creación de una industria de energía eólica.
Según Greenpeace, el Gobierno comenzó a mediados del año pasado a reimpulsar la conclusión de las obras de Atucha II, la central productora de energía, actualmente fuera de funcionamiento. El Ejecutivo calcula una inversión de 480 millones de dólares para la construcción del reactor, entre otros gastos, según asegura la organización. Para el director de Campañas de Greenpeace Argentina, Juan Carlos Villalonga, las obras “traerán más deuda porque es una industria que sólo se mantiene con subsidios”, además de “la basura nuclear que produce”. En cambio, la energía eólica “es limpia, autosustentable y una de las industrias que más empleo genera”, sostuvo Villalonga a Página/12, el único medio presente durante la queja.
Los activistas que llevaron a cabo el escrache forman parte de la tripulación del rompehielos “Arctic Sunrise”, que se encuentra desde hace más de una semana navegando por el Mar Argentino. Para realizar la protesta, el barco zarpó de la ciudad bonaerense de San Pedro, adonde había llegado el día anterior. La expectativa de la tripulación era grande y los rumores también: cuando el “Sunrise” recién había zarpado la versión de que los gendarmes estaban esperando a los activistas para impedir la protesta, sobrevolaba el río. Sin embargo, después de dos horas de navegación a bordo del rompehielos, los tripulantes enfundados en trajes para el agua subieron a los gomones de la ONG y llegaron hasta el límite de la central, ubicada en Lima, un pueblo al norte de la provincia de Buenos Aires, llamado por algunos como el “pueblo nuclear”.
Los gendarmes estaban apostados sobre el puente que divide a las dos centrales nucleares. De fondo se veían todos los empleados de Atucha I, en actual funcionamiento, que habían dejado sus puestos para no perderse lo que se sucedería. Los activistas no dudaron: se treparon al puente, desplegaron un gran cartel que indicaba “Atucha II: riesgos, basura y más deuda” y otros más que señalaban el nombre de la central en disputa con el signo negativo. Luego llegaron los peces que quedaron flotando en las contaminadas aguas del río.
“Así quedarán los peces que están cerca de esta central, que toma agua del Paraná y luego la devuelve al río, cargada de basura nuclear”, contó Maite, una activista española, una de las 17 nacionalidades que se encuentran a bordo del barco. Según la oficial principal del “Arctic Sunrise”, la australiana Madeleine Habib, “la basura nuclear que produce esta central dura para siempre y puede provocar enfermedades y accidentes. En Alemania o los países escandinavos, esta energía es algo del pasado”. Villalonga fue contundente: “La energía nuclear es un legado de la última dictadura. El 13 por ciento de la deuda externa creada en estos años pertenecía al gasto en este segmento”. Actualmente, la Argentina “atraviesa una crisis energética ya que hay poca oferta. Atucha I sólo produce el 9 por ciento de la energía del país. La opción nuclear es la peor frente a esta necesidad. Con menos dinero, una producción más fuerte de empleo y de ganancias, la industria de energía eólica es la mejor alternativa”. Hoy, las cooperativas eléctricas son las principales empresas que apoyan esta iniciativa. Junto con estas compañías, la ONGdiseñó un plan para generar 3000 MW de energía para 2013, lo que sería suficiente “para solucionar el problema energético actual”.
Según un reciente informe publicado por Greenpeace, cada peso gastado en Atucha II hubiera representado el doble en generación eléctrica si se lo hubiera invertido en energía eólica. “Es preciso hacer un giro y pasar de fuentes sucias a energías positivas”, concluyó Villalonga.
Informe: Maricel Seeger

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