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Sociedad|Jueves, 28 de marzo de 2002
LOS SUPERMERCADOS CONTRA LOS QUE comparAN VALORES

Corridos por anotar precios

Es característico: cuando en un supermercado ven a alguien anotando precios, lo invitan a irse, aunque es ilegal. En Defensa del Consumidor ya existen unas veinte denuncias.

Por Alejandra Dandan
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Anotar precios es una práctica que los clientes usan cada vez más para defenderse de los aumentos.
“¡Flores!”, oye la mujer justo cuando anota el precio de un salamín picado grueso. Levanta la cabeza, y ahí lo ve: el tal Flores se le arrima a los saltos con cara de policía a punto de atrapar a un ladrón, es decir, a ella, que no es ladrón sino alguien decidido a resistir la suba de precios armada de lápiz y papel. El arma es uno de los métodos usados en los supermercados por los militantes más recios de las organizaciones de consumidores urbanas. Pero al amigo Flores, del cuerpo de guardias de seguridad del supermercado Disco en Larrea 833, no le gustan, ni los lápices ni los consumidores politizados. Y no es el único. Página/12 asumió el incómodo oficio de los consumidores combativos, para testear las denuncias que comenzaron a recibir los Tribunales Arbitrales de Defensa del Consumidor y Lealtad Comercial de la Nación. La estampida del dólar y la suba de precios ha disparado en los últimos dos meses una veintena de denuncias contra varios supermercados. Por ese tipo de infracciones las empresas deben pagar una multa de 500 a 5000 mil pesos, pero en Buenos Aires parece que a nadie le importa.
El tal Flores no es el único policía crispado con estos usos. En la lógica acética de los supermercados, a nadie le gusta ver clientes cargados con libretas y no con changos. El que anota molesta, interrumpe. Y parado en los pasillos, entorpece el tráfico de manos que por estos días enloquecen capturando productos. En eso estaba esta cronista cuando apareció el tal Flores que, como el resto de los hombres de su oficio, salen a la caza de cualquier elemento extraño detenido entre las góndolas:
–¿De dónde es? –disparó el custodio.
–¿Perdón?
–Que de dónde es... como la veo anotando –y ya perdido–: Pero... No sé, dígame: ¿Es de alguna firma en especial? ¿De la competencia?
En este punto, el policía asumió una de esas posturas típicas de policía: brazos en la cintura, a lo valentón, medio cuerpo atrás y el resto adelante, incluida su barriga. Así, buscaba que su sospechosa entregue, al menos, un nombre de la competencia. Pero no ocurrió. Y él quedó cada vez más perdido:
–Y, entonces, ¿para qué está tomando nota?
–Anoto, comparo precios: O qué, ¿¿¿No se puede???
–No, es que... –atormentado– pensé que era de otra empresa.
En los Tribunales Arbitrales de Nación recibieron una veintena de denuncias contra hipermercados. El caso más sorprendente fue el de un hombre que anotaba los precios en una sucursal de la zona sur de Carrefour. Al descubrirlo, primero intentaron echarlo, y después le pegaron, sostiene ahora Vilma Stern, vocera del organismo.
El volumen de las denuncias es todavía mínimo, comparado el resto de los rubros. Sin embargo, para el organismo son el resultado de una nueva tendencia. Hasta ahora pocos consumidores solían acudir a la práctica de las anotaciones para registrar los precios y, entre ellos, nadie las denunciaba: “En general la gente no sabe que puede denunciar estas cosas porque tampoco sabe que no está prohibido llevar un control de precios consciente sobre los productos que desea”, explica la vocera.
Las infracciones para los supermercados pueden llegar hasta los 5000 pesos pero antes el Tribunal tiene que buscar la prueba, es decir, constatar que tal prohibición exista. Por eso ante la sucesión de reclamos, el Tribunal organizó un testeo de campo. Los inspectores se disfrazaron de amas de casas y recorrieron locales de Coto, Disco, Norte y Carrefour. De la recorrida estuvieron participando los abogados del organismo, que son los únicos habilitados para levantar las actas. Ninguna de las empresas aún fue sancionada, pero si ocurriera, tendrían diez días para hacer el descargo antes de pagar la multa.
–¿Y para qué anota? –dice ahora la cajera de un Delicity de la avenida Pueyrredón, cuando la cronista escribe los importes anunciados en la vidriera. –Ya le expliqué: ¡Quiero comparar precios!
–Ahhh...¿Pero por qué?
–Porque sí.
–Ahhh... –preocupada–. ¿Va a pedir también la lista de precios?

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