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Sociedad|Domingo, 31 de marzo de 2002
LOS NUEVOS CONSEJOS PARA LA PREVENCION CARDIOVASCULAR

Tres al día

Siete millones de personas en el país tienen presión alta y la mitad no lo sabe. La mejor prevención es caminar. Pero como muchos no pueden hacer media hora de caminata a paso vivo, los médicos adecuan sus consejos: caminar tres veces por día, diez minutos. Los especialistas advierten que por la angustia que genera la crisis crece el riesgo.

Por Pedro Lipcovich
Si no se puede lograr uno largo, con tres cortitos por día va a estar bien: eso aseguran los cardiólogos y se refieren, claro está, al ejercicio de caminar. Como pocos cumplían la recomendación de andar media hora seguida a paso vivo, la medicina ofrece, como quien dice, una refinanciación: vale hacer tres caminatas de diez minutos, a la velocidad que den los huesos y mejor –textualmente– silbando o cantando; además, toda vez que sea posible, acumular pequeñas dosis de ejercicio físico, por ejemplo bajándose del colectivo una parada antes. Lo que hace difícil tener ganas de cantar es el aumento en las enfermedades del corazón: siete millones de personas tienen presión alta en la Argentina y la mitad de ellas lo ignora. Los especialistas aseguran que “la actual crisis social genera una situación de mayor riesgo cardiovascular, al crecer la depresión y la angustia generalizada”. La depresión en sí misma hace mal al corazón, por sus efectos directos en la inervación de los vasos sanguíneos y porque la gente deprimida se cuida menos.
“Si usted pueda silbar y cantar mientras camina, está bien”, destaca Jorge Tartaglione, vicepresidente de la Fundación Cardiológica Argentina. La importancia de estas aptitudes musicales reside en que, si la persona está demasiado agitada como para silbar, quiere decir que su marcha es demasiado rápida. Claro que si, por más despacio que vaya, no puede cantar o hablar mientras camina, debe consultar urgentemente al médico.
En todo caso, “para la prevención cardiovascular alcanza con caminar diez minutos seguidos tres veces al día –admite Tartaglione–: si fuesen 30 minutos seguidos, mejor, pero con 3 x 10 está bien”. Los médicos subrayan las pequeñas posibilidades de ejercicio que ofrece la vida cotidiana, “lo que los ingleses llaman ‘actividad física de saco y corbata’: bajarse del colectivo unas paradas antes para caminar un poco, levantarse del escritorio en la oficina, bajar escaleras”, más bien que subirlas.
La caminata produce efectos por dos motivos: por una parte, “al hacer circular la sangre por el organismo, produce vasodilatación periférica”. Pero, además, “tiene efectos sobre el sistema nervioso, donde produce la liberación de endorfinas, de efecto sedante, y hace que disminuya la acción del sistema nervioso simpático, que al producir vasoconstricción tiende a hacer subir la presión arterial”, explica Tartaglione.
La hipertensión arterial puede pasar inadvertida en sí misma y revelarse, en forma tardía y mortal, por un accidente cerebrovascular o un infarto de corazón. “El exceso de presión en las arterias hace que el corazón se hipertrofie, porque tiene que hacer más fuerza para bombear la sangre”, explica Tartaglione, e insiste en que “el vasodilatador más importante es caminar”.
En la Argentina, “el último estudio de la Sociedad Argentina de Cardiología, llamado Redifa, publicado en noviembre del año pasado, indica que el 23 por ciento de la población padece hipertensión arterial y que, de ellos, la mitad lo ignora. En números concretos, esto quiere decir: 7 millones con alta presión; 3 millones y medio que no lo sabe. En este momento en que 18 millones de personas en la Argentina no tienen cobertura médica y por lo tanto están sin acceso al consejo médico, se acrecienta la responsabilidad de los medios de comunicación para decirle a la gente: ‘Si no te controlás la presión, estás muerto’”, destaca el especialista, y recuerda que “las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en la Argentina”.
Además, “la actual crisis social genera una situación de mayor riesgo cardiovascular porque crecen el estrés, la angustia generalizada y la depresión. Está comprobado que las personas deprimidas se infartan más, y esto puede deberse a que, durante la depresión, se activa el sistema simpático, que al producir vasoconstricción eleva la presión arterial, pero también es atribuible a que la persona deprimida no se cuida, fumamás, tiene menos actividad física y descuida la medicación que le haya sido recetada”, observa Tartaglione.
Herman Schargrodsky, presidente del Comité de Epidemiología y Prevención Cardiovascular de la Fundación Interamericana del Corazón, agrega que “muchos trabajos publicados en los últimos años muestran la influencia de factores socioeconómicos: la situación que estamos viviendo en la Argentina se va a proyectar, sin duda, en el riesgo cardiovascular, y esto va a aparecer en las estadísticas dentro de unos años. En Rusia, en Polonia, cuando cayeron los regímenes comunistas y los países entraron en crisis económicas, pasaron unos años hasta que las estadísticas registraran el acortamiento promedio de la duración de la vida por empeoramiento de la atención médica, por la falta de recursos para comprar remedios y por el crecimiento brutal de factores como el tabaquismo y el alcohol”.
El pronóstico para las víctimas de la crisis también es peor “en un tema al que le otorgamos creciente importancia en medicina: la ‘adherencia’ a los tratamientos, el hecho de que el paciente cumpla efectivamente la terapéutica que le fue indicada –destaca Schargrodsky–: la adherencia es mala en los sectores en peores condiciones sociales, y por eso nuestro estudio ‘Presea’, sobre personas que ya tuvieron eventos cardiovasculares, arrojó para ellos menos tiempo de sobrevida”.

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