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Sociedad|Martes, 29 de junio de 2004
PRODUCEN GAS Y ABONO EN BASE A RESIDUOS ORGANICOS

La basura, fuente de energía

En un pueblo de Santa Fe, los vecinos separan los residuos. Los orgánicos van a parar a un “biodigestor”, el primero del país.Y se transforman en abono y gas metano, usado como combustible.

Por Pedro Lipcovich
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El biodigestor es una cámara de hormigón, semienterrada, donde se introducen los residuos.
El funcionamiento exitoso del primer “biodigestor” de la Argentina –desarrollado por investigadores de la Universidad Nacional del Litoral– contribuye en los hechos al debate sobre la basura domiciliaria en el país. La instalación permite procesar los residuos orgánicos de la localidad santafesina de Emilia –de unos mil habitantes–: la basura se transforma en abono orgánico y en gas metano utilizable como combustible. El único insumo que requiere su puesta en marcha es un poco de estiércol de vaca, para proveer las bacterias que efectúan el proceso. Internacionalmente, los biodigestores recibieron gran impulso en Europa durante la última década, y hoy procesan gran parte de la basura domiciliaria de ciudades como Barcelona y Verona. Pero su efectividad también se demuestra en conglomerados latinoamericanas como Río de Janeiro. El procesamiento racional de los residuos no sólo resuelve la presencia de los basurales, sino que evita la liberación de gases tóxicos a la atmósfera e incluso reduce, en las rutas, los accidentes causados por el humo procedente de los basurales.
El biodigestor de Emilia –una localidad ubicada 85 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe– es una cámara alargada, de hormigón; tiene 12 metros de largo por dos de ancho y 2,30 de profundidad; está semienterrada, a fin de mantener la temperatura relativamente constante –18 grados en invierno, 24 en verano– necesaria para el proceso biológico que se desarrolla en su interior.
Los agentes de este proceso son bacterias “anaerobias”, es decir, que no necesitan oxígeno para vivir. Estos organismos –que poblaron la Tierra hace 3400 millones de años– se encuentran actualmente en el fondo de los pantanos y en volcanes, pero también en sitios de más fácil disponibilidad, como el estiércol de vaca o de cerdo. Estas bacterias actúan sobre los residuos orgánicos liberando anhídrido carbónico y produciendo gas metano, que puede utilizarse como combustible. El residuo es un líquido prácticamente inodoro y no tóxico, utilizable como abono natural.
Cuando se inauguró el biodigestor de Emilia, en octubre de 2002, unas paladas de estiércol de vaca proveyeron suficiente cantidad de bacterias anaeróbicas, que a partir de entonces se reprodujeron alimentadas por la basura. Cada día, por una punta del biodigestor entran los 300 kilos de residuos orgánicos que produce la población. Los habitantes de Emilia se han acostumbrado a colocar los restos orgánicos en bolsas separadas de las que contienen vidrios, plásticos o metales.
Las dimensiones de la cámara están calculadas para que la basura –simplemente empujada por la que ingresa diariamente– tarde 45 días en recorrer los 12 metros: es el tiempo necesario para que se complete el proceso biológico.
En Emilia, el metano producido en el biodigestor se acumula en un gasómetro y se utiliza como combustible en la escuela agrotécnica del pueblo. El abono natural sirve para fertilizar una plantación de frutales. En una planta de mayor tamaño, el residuo podría fácilmente desecarse y trasladarse o comercializarse en bolsas.
“El proyecto surgió de un grupo de alumnos de esta escuela –destaca Aldo Fabro, vicedirector de la Escuela Agrotécnica Vicente Zazpe, de Emilia–, fue financiado en parte por el Rotary Club y se inauguró en octubre de 2002. Hasta entonces, todos los residuos se volcaban juntos en una cava.” El costo actual de una planta de este tamaño es de unos 35.000 pesos; una persona basta para su mantenimiento, sin gastos adicionales.
Eduardo Groppelli –titular del Area de Biogás de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad del Litoral– dirigió la construcción de la planta y supervisa su funcionamiento: “Los biodigestores aptos para procesar residuos de poblaciones enteras se desarrollaron en Europa, especialmente desde la década de 1990. La primera experiencia fue la de la ciudad francesa de Amiens, de 120.000 habitantes, financiada en 1988 porla Comunidad Europea. Poco después, la ciudad italiana de Verona construyó una planta con capacidad para 500 toneladas de residuos sólidos por día, capaz de dar respuesta a una población de más de 500.000 personas. Desde 1999, la ciudad de Barcelona puso en marcha dos de sus tres plantas proyectadas para procesar la totalidad de sus residuos orgánicos”, cuenta.
Cierto que en las grandes ciudades es más difícil lograr que la población misma separe eficientemente la basura orgánica de la inorgánica. “Las plantas procesadoras europeas utilizan sistemas automatizados que para nosotros resultarían demasiado caros. Sin embargo, en Brasil hay plantas donde la clasificación se hace manualmente, lo cual, por otra parte, constituye una fuente de trabajo –explica Groppelli–. En Río de Janeiro, el biodigestor de Cajú ocupa a unas 400 personas y procesa 1120 toneladas diarias de residuos, correspondientes a más de 1.200.000 habitantes.”
El experto comentó que “el solo hecho de separar el residuo orgánico del inorgánico beneficia el ambiente, ya que, cuando están mezclados en un basural, la alta temperatura generada por la fermentación de los orgánicos hace arder los materiales plásticos, que entonces emiten dioxinas y furanos, de alta toxicidad. Además, el denso humo producido quita visibilidad en las rutas: en la autopista a Rosario ha habido muchos accidentes, y varios municipios afrontan juicios por esta causa.”

Informe: Lucas Livchits/Agencia Universitaria de Noticias y Opinión.

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