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Sociedad|Domingo, 22 de agosto de 2004
EL CRECIENTE MOVIMIENTO HOMOSEXUAL ENTRE LOS EVANGELICOS

La iglesia gay

Hay pastores gays, grupos bíblicos homosexuales y otros que se reúnen para los cultos religiosos. Los evangélicos les dan un lugar a los expulsados de otras religiones. En Buenos Aires hay incluso una iglesia que funciona en un departamento donde se celebra una misa ecuménica para gays. Aquí, testimonios de pastores y fieles. Las explicaciones bíblicas en torno de las uniones del mismo sexo. El costado religioso del movimiento gay lésbico.

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La Iglesia de la Comunidad Metropolitana congrega, celebra y glorifica: una misa ecuménica para fieles homosexuales.
Por Alejandro Seselovsky

Creced y multiplicaos, manda el Génesis. Desde hace algunos años, la militancia gay-lésbica que siempre enfrentó a la Iglesia ha empezado a ser ella también la iglesia. Y crece y se multiplica: pastores y sacerdotes gays, grupos bíblicos gays, ministerios religiosos de gays y lesbianas que cada vez se vuelven más visibles dentro de las estructuras eclesiásticas tradicionales. Pasa en el mundo y pasa también en la Argentina.
Las otras ovejas
A Tomás Hanks le llevó treinta años de matrimonio heterosexual y dos hijos comprender que era gay. Llegó a la Argentina en 1986 para hacer un trabajo editorial. Se terminó quedando para abrir la filial Buenos Aires de la Organización Internacional Otras Ovejas (www.other sheep.org), un centro ecuménico de estudios bíblicos y teológicos nacido en los Estados Unidos pero con presencia en América latina y Europa cuyo lema, entre sus muchos lemas, dice: “Dios nos creó homosexual, lesbiana, hombre gay, bisexual o heterosexual. Y así nos ama”. Hanks tiene setenta años, es presbiteriano, está en pareja, vive y trabaja en un departamento sobre Lavalle al 300 y extraña a su hijo, que vive en Alemania. “El también es gay. Un día nos miramos a los ojos, yo se lo dije a él y él me lo dijo a mí. Fue un momento maravilloso, un regalo de Dios”, cuenta Hanks. Otras Ovejas no celebra cultos ni reúne a los fieles en ninguna clase de celebración, sólo produce papers y se encarga de divulgarlos. La Iglesia de la Comunidad Metropolitana, en cambio, sí congrega, celebra y glorifica.
La ICM de Buenos Aires, en Virrey Cevallos al 400, y la ICM del Centro, en Paraná al 100, funcionan como templos autónomos de la misma iglesia. La ICM es tal vez la iglesia gay o “inclusiva” más importante del mundo. En 1968, Troy Perry fue y les dijo a sus pastores que sí, él era homosexual. Sus hermanos pentecostales, siempre tan imbuidos del Espíritu Santo, creyeron que Perry iba contra las leyes del Señor y lo expulsaron. Intentó suicidarse, pero algo salió mal. En octubre de ese año, en la sala de su casa de Los Angeles, Perry dio un sermón para doce personas, entre las que había once gays y una lesbiana. Casi dos décadas más tarde, en 1987, la iglesia de Perry abría sus puertas en Buenos Aires. Por entonces, el reverendo Roberto González, “padre de Isabel y Francisco, abuelo de Lucas y pareja de Norberto”, según dice en el sitio de la ICM del Centro, ya venía trabajando con La Fraternidad del Discípulo Amado, el primer grupo cristiano gay de la Argentina, nacido a principio de los ’80. Hoy, González da misa todos los domingos. La otra filial, la ICM de Buenos Aires, está a cargo del reverendo Alejandro Soria, pastor luterano, militante de la Comunidad Homosexual Argentina y primer clérigo en contraer unión civil con su pareja (ver aparte). “Cuando entré con Oscar a la sala del Registro Civil, la secretaria del juez me pidió si por favor podía quitarme el cuello blanco que me identifica como sacerdote. Me dijo que no querían tener problemas con la Iglesia Católica. Yo le dije que si insistía, los problemas los iba a tener con la ICM”, cuenta Soria.
Un fiel testimonio
Alejandro Seip tiene 25 años, trabaja en una casa de Recoleta como mayordomo en jefe: una cocinera y tres mucamas están bajo su supervisión. La patrona no está, desde hace un año viaja por Europa y por eso Alejandro tiene más tiempo para sus cosas: ir a bailar a Amérika, practicar su francés afilado, seguir adelante con su licenciatura en Análisis de Sistemas e ir al culto de la ICM. “Yo soy gay, pero quiero serlo de una forma más respetable, por eso vengo a la iglesia, a encontrarme con Cristo”, explica. Sobre lo que quiere decir exactamente con “más respetable”, Alejandro agrega: “Ahora estoy soltero, pero mi gran sueño es encontrar un hombre para toda la vida, adoptar hijos y poder darles formación cristiana”.
–¿Qué significa para usted formación cristiana?
–Que crezcan en el amor de Dios, y que amen al prójimo como a sí mismos, tal como nos enseña la Biblia.
Hace seis meses, Alejandro se hizo un test de VIH. Le dio negativo. El reverendo Soria le dijo que ya es tiempo de hacerse otro. Alejandro es luterano, como Soria. Y no es casual. La iglesia evangélica es ancha y dispersa. Va de Lutero al Pastor Giménez y sigue siendo siempre la misma, la que nació de la Reforma y rompió con Roma en el siglo XVI. Sin embargo, en esa dispersión pueden diferenciarse claramente dos sectores: las iglesias históricas (luteranos, presbiterianos, metodistas, anglicanos, etc.) y las más nuevas (bautistas y pentecostales). Las históricas, para decirlo rápido, son el progresismo evangélico (que Bush sea metodista es sólo un raro cruce). Los pentecostales y algunos bautistas, iglesias mucho más bíblicas pero generalmente con menos trabajo social que las históricas y de donde generalmente surgen los telepredicadores, tienen como un gusto por los discursos más reaccionarios. Por eso, fuera de la ICM, en silencio y sin hacerlo público, sólo algunas iglesias luteranas o presbiterianas son capaces de aceptar homosexuales entre su congregación sin mandarlos a esos grupos cristianos que “rehabilitan” de la homosexualidad, como Retorno la vida o Renacer, donde un psicólogo convence a los muchachos descarriados de que la fe hará que les gusten las chicas.
Otros grupos
Hace dos años, Marcelo Sáenz creó Cristianos Evangélicos Gays (CEG), donde no estudian la Biblia ni se juntan a celebrar culto. “Acá lo que hacemos es dar contención a los gays y lesbianas que son expulsados de sus congregaciones”, explica Sáenz (ver aparte). “En la iglesia te enseñan que si sos homosexual no vas a ser feliz, lo que provoca que empieces a odiarte. No te aceptás, sentís que Dios tampoco te acepta y vivís atormentado.” Según Sáenz, en estos dos años han pasado más de cien personas por el CEG y todas las semanas se reúnen en grupos de veinte o treinta para intercambiar experiencias religiosas. “Los que más nos necesitan son los gays atormentados que siguen dentro de las iglesias, a quienes no sabemos cómo llegar: en los medios cristianos no nos permiten hacer publicidad... imaginate, para los evangélicos somos Satanás.”
Mucho menos porosas a la liberación sexual de sus ovejas, en la Iglesia Católica y en la judía también hay grupos gays-lésbicos que intentan hacerse un espacio sin que las cúpulas los aplasten. “El cardenal Bergoglio nos recibió y pudimos expresarle nuestras posiciones con total libertad”, dice Horacio Clark, sacerdote católico apostólico no romano de la Iglesia Disidente, que está en pareja con Gustavo Navarro, también sacerdote, también católico apostólico y tampoco romano. Finalmente, el grupo Gaysha (Gays de la Sociedad Hebrea Argentina) intenta agrupar a los homosexuales, lesbianas, transexuales y bisexuales de la comunidad judía.
Made in USA
A finales de los 60, disparada la revolución sexual, en Estados Unidos tomaron fuerza las corrientes revisionistas de la Biblia, sobre todo desde la perspectiva de género. En aquellos años nacieron agrupaciones como Integrity (episcopales), Rainbow baptist (bautistas), Lutherans concerned (luteranos), Dignity (católicos), Evagelicals concerned o la ICM que hoy buscan modificar las bases doctrinarias de los sectores conservadores. Mientras que en el final de su campaña George W. Bush sube su apuesta radical religiosa, el resto del mundo, Argentina incluida, busca el camino de su propia evolución.

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