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Sociedad|Lunes, 15 de noviembre de 2004

Las barreras sociales impiden que la mitad de los ciegos pueda ver

Una encuesta de la OMS señala que de cada millón de argentinos,
2500 tienen cataratas, un mal curable con una sencilla operación.
No se curan por prejuicios sociales y defectos del sistema de salud.

Por Pedro Lipcovich
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La cirugía de cataratas es una de las intervenciones médicas más efectivas en relación con su costo.
La mitad de los ciegos, en la Argentina y en el mundo, podrían ver: se trata de los que padecen ceguera por cataratas, enfermedad curable mediante una sencilla operación. Una encuesta con metodología de la OMS, en diez municipios del conurbano bonaerense, indicó que 6250 personas, de una población de dos millones y medio, padecían esta ceguera evitable. El sistema de salud argentino está en condiciones de brindar la cirugía, pero muchos pacientes no se operan porque no tienen quién los acompañe, porque no pueden pagar el boleto de colectivo, porque habría que ir varias veces al hospital, porque “...ya me resigné a vivir así”. El problema concierne, por lo menos, a dos grandes cuestiones: la distancia entre la gente y el sistema de salud y el lugar asignado por la sociedad a los ancianos, que son quienes más frecuentemente sufren de cataratas. En Brasil, la misma situación pudo revertirse mediante programas donde los hospitales reducen a cero las barreras y las comunidades se comprometen en alentar a sus mayores para que vuelvan a ver.
La Encuesta Rápida de Cirugía de Cataratas (RACC, según su sigla en inglés) fue diseñada por la OMS en el marco del programa internacional Visión 2020. La encuesta es efectuada por equipos de oftalmólogos que recorren la zona elegida y, a las personas mayores de 50, les aplican una sencilla prueba de agudeza visual que puede hacerse incluso en la vereda. En la Argentina, fue aplicada sobre 4600 personas mayores de 50 años que conformaban una muestra representativa de la población de dos millones y medio de personas residentes en los municipios de San Miguel, José C. Paz, Malvinas Argentinas, Merlo, Ituzaingó, Morón, Moreno, Tigre, Hurlingham y San Fernando. Resultó que, de cada 200 personas, una estaba ciega; esto es que, en una proporción de 5000 personas por cada millón de habitantes, la agudeza visual no superaba la décima parte de la normal. De estas cegueras, la mitad se debía a cataratas, esa opacidad progresiva del cristalino que llega a impedir la visión.
“En la Argentina, la tasa de cirugía de cataratas es de 1744 por cada millón de habitantes: está muy por debajo de la de Europa o Australia, que llega a 5000, aunque por encima de otros países latinoamericanos como Paraguay, que no llega a las 900; o en el Africa subsahariana, que no llega a las 400”, precisó José María Múgica, oftalmólogo que participó en la RACC. Múgica agregó que “de los 50 millones de personas ciegas que hay en el mundo, la mitad lo son por cataratas” y comentó que “la cirugía de cataratas está ubicada entre las intervenciones médicas que resultan más efectivas con relación a su costo, ya que le permiten recuperar la visión a una persona que habrá de vivir todavía un promedio de 20 años”.
¿Por qué, sólo en esos diez partidos del conurbano bonaerense, hay 6250 ciegos que podrían recuperar la vista fácilmente, pero no lo hacen? Múgica, que habló con ellos al hacer la encuesta, contesta: “Muchas veces la persona ni siquiera se plantea su ceguera como un problema a resolver. Piensa que, si ya no ve, es simplemente porque es viejo. También puede suceder que no pueda pagar los insumos para la operación, o que no tenga para el boleto de colectivo, o que no cuente con un familiar que lo acompañe; o le resulta muy complicado eso de ir al hospital, las colas. Así, estas personas se van quedando, se van resignando”.
Pero esta actitud tiene su correlato –y una de sus causas sociales– en las barreras que dificultan el acceso al sistema de salud: “La persona ciega debe tomar la iniciativa de ir, esperar, conseguir turno, volver a hacerse los análisis, esperar, volver otro día, hacer varias consultas, esperar, volver, tal vez no haya turnos para operarse..., y a menudo deserta”, grafica el oftalmólogo, y señala que “en Brasil, la eliminación de estas barreras permitió revertir la situación” (ver recuadro).
María Eugenia Nano, coordinadora de la encuesta en el conurbano, relevó también el tema en el interior del país: “Recuerdo mujeres que casi no podían ver, pero no se operaban; había que encender en ellas la idea deoperarse. ‘Volví a ver a los pollitos’, decía llorando de alegría, al día siguiente de la operación, una mujer riojana que había estado ciega durante varios años; ‘Hacía años que no veía los cerros’, decía otra señora, en Jujuy. La ceguera por cataratas es una enfermedad de la vejez, y la manera como la encara cada sociedad, depende de la calidad de vida que esté dispuesta a darles a sus mayores. Estos programas de la OMS se desarrollaron mucho en países donde hubo guerras porque allí muchas personas mayores tuvieron que hacerse cargo de los nietos, y entonces la sociedad se acordó de ellas”.

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