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Sociedad|Domingo, 21 de noviembre de 2004
LA SOCIOLOGA SUSANA MURILLO EXPLICA POR QUE BLUMBERG CRITICA A LA UBA

“Busca asociar drogas con intelectuales”

El ataque del profeta autoritario ahora se centró en los “baños sucios” y el supuesto festival de drogas en la universidad. En realidad, explica Murillo, es una expresión de prejuicio: la base de Blumberg asocia universidad pública con desorden.

Por Javier Lorca
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“A Blumberg lo apoyan la clase media alta y la clase media baja, con miedos en común.”
El escritor norteamericano Tom Wolfe se despachó recientemente contra el “carnaval sexual” que reina en las universidades de su país. En la Argentina, la semana pasada, Juan Carlos Blumberg reclamó el despido de las autoridades de la Universidad de Buenos Aires porque los estudiantes de algunas facultades consumirían drogas, según insistieron ciertos medios de comunicación. Salvando las enormes distancias (otro país, otros dramas, otro orador), ambas expresiones se ciñen a un mismo reclamo de orden, a una misma exigencia de disciplina que condena conductas pertenecientes, en principio, al espacio privado: ¿el debate público sometido a la tiranía de la intimidad? En el caso local, la tragedia personal del orador y su énfasis en las drogas asocian la universidad con la violencia. Pero, ¿cómo fue que Blumberg terminó hablando de la universidad? ¿Qué trazo unió una línea punteada que va de la inseguridad, la delincuencia y el consumo de drogas a la vida académica? En diálogo con Página/12, Susana Murillo, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), piensa esos y otros interrogantes.
–¿Por qué desembocó en la universidad el discurso sobre violencia y represión de Blumberg?
–En realidad, me parece que el discurso de Blumberg se construye sobre varias capas de la memoria argentina, donde la violencia se naturaliza por un lado y, por otro lado, se oculta. La argentina es una sociedad profundamente violenta, con el genocidio de la dictadura, con el hambre, y al mismo tiempo es una sociedad que oculta esa violencia a nivel doméstico. Como esa violencia se niega, se esconde, reaparece como culpabilización del otro. Y los sujetos preferidos para encarnar ese otro son el pobre y el joven. Mi hipótesis es que esa violencia negada se pone en otros. Entonces, sobre esas capas se monta el discurso de Blumberg, un discurso que arranca el 24 de marzo cuando, mientras se hacía el acto de la ESMA, el cuerpo de Axel era arrojado al río (esto es algo que evidentemente excede a Blumberg como sujeto individual). La universidad, en particular la Universidad de Buenos Aires (UBA), ha sido uno de los pocos lugares de resistencia intelectual a la andanada de los organismos internacionales. Y, en el imaginario de personas como Blumberg, la universidad está asociada a los procesos sociales y políticos que se dieron en los ‘70. En ese sentido, se podría estar dando un intento de poner al universitario, como un otro, junto al pobre y al joven, a través de la pretensión de vincularlo con las drogas. La asociación entre droga e inseguridad ya está instalada y ahora se intenta asociar drogas con intelectuales de izquierda, aunque es claro que no todos los intelectuales de la universidad son de izquierda.
–¿Qué imagen de la universidad se oculta detrás de sus palabras?
–El discurso de Blumberg está fuertemente basado en las clases medias altas, por el temor a lo que les puede pasar, y en las clases medias bajas, por lo que ya les pasó. En esos sectores hay una fuerte asociación entre pureza, seguridad, limpieza y universidad privada. Mientras que la universidad pública aparece muy vinculada al desorden. Aunque hay que aclarar que, en el mercado laboral, la universidad más prestigiosa sigue siendo la UBA. En mis clases tengo alumnos de Noruega y ellos dicen que la formación que reciben acá es superior a la de su país. Objetivamente, en el imaginario social y en el mercado, la UBA conserva su prestigio. Por eso, cuando hoy lo central para la sociedad argentina es la seguridad, según indican los sondeos, si algún grupo quiere atacar a la universidad pública lo mejor que puede hacer es asociarla con la inseguridad. La clave es ver qué entendemos por inseguridad...
–¿Y qué se entiende por inseguridad?
–Con inseguridad la gente se refiere al peligro del delito, muy vinculado con la droga. Pero en la Argentina también está asociada con la represión de los ‘70, con la hiperinflación y la crisis económica, con la negación de lamuerte y la violencia que sufrió nuestra sociedad. La gran presencia de la muerte y su fuerte negación producen una enorme incertidumbre. Simultáneamente, la inseguridad se relaciona con la cultura de los ‘90, con el fantaseo de entrar al Primer Mundo como salvación frente a aquella muerte y aquella violencia. Esa fantasía se hizo trizas. la Argentina es el único país de América latina que en cinco años duplicó la pobreza y triplicó la indigencia, según datos oficiales. Esto es un shock muy fuerte que genera una gran vulnerabilidad en la población.
–El discurso sobre violencia e inseguridad que producen los medios de comunicación entró recientemente en dos espacios, dos instituciones que le eran más o menos esquivas. Con el crimen de Carmen de Patagones, ingresó en la escuela y ahora, con el tema de las drogas, en la universidad. ¿Se pueden pensar en paralelo?
–Es cierto, es muy interesante, pero no me animo a pensar los dos casos en relación. Con el caso de Carmen de Patagones, los medios de comunicación hablaron mucho y después se callaron. Sobre eso tengo dos hipótesis. Una es que lo abandonaron porque no es funcional a la construcción de la inseguridad que hacen los medios. La segunda es que no le pudieron encontrar una explicación. Yo me inclino por la primera hipótesis: el caso de Patagones no les sirve porque la construcción de la inseguridad se hace desde el delito y la droga, que ahí no estaban presentes. La inseguridad se construye deliberadamente como una forma de control social: al estar aterrados nos encerramos.
–Al margen de las palabras coyunturales de Blumberg sobre unos y otros temas, ¿cómo analiza el derrotero de su discurso? ¿Qué características permanecen?
–Lo esencial, lo que me preocupa más fuertemente, es que Blumberg parece haber venido a encarnar, como sujeto individual, la resolución de todos los problemas vinculados con la seguridad. Es algo que en filosofía política se conoce como neodecisionismo. Por ejemplo, lo que fue Cavallo en los ‘90: él iba a solucionar todos los problemas económicos. Se trata de una figura salvífica que viene a salvarnos, en este caso, de la inseguridad. Lo más peligroso es que este decisionismo implica la abolición de los tres poderes republicanos y una delegación todo el poder en una sola autoridad. Es una forma de neofascismo. Y lo preocupante no es tanto lo que él dice, sino que gran parte de la población lo coloca en el lugar del salvador y desaparecen las mediaciones reflexivas, como ocurrió cuando el Congreso aprobó la baja en la edad de imputabilidad de los menores. Esto es gravísimo y esto es lo que permanece.

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