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Sociedad|Viernes, 10 de diciembre de 2004
UNA BOTELLA DE VINO FUE SUBASTADA EN 4700 DOLARES

Para el choripán del domingo

Una nueva moda nace en Buenos Aires: los remates de vinos exclusivos. Crónica de una subasta. Quiénes venden y quiénes compran.

Por Horacio Cecchi
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La estrella de ayer fue un Chateau Mouton-Rotschild, de 1945.
Faltaba un buen rato para que se desatara el furor de los números y bastante más para que el centro de los gestos y las señas se concentrara en la vedette de la noche, el Chateau Mouton cosecha 1945 y 4 mil dólares de base; faltaba un buen rato cuando el hombre, de saco gris y cabellos en mora, se acercó a uno de los organizadores que parlamentaba en ese momento sobre los éxitos de la cuarta subasta de vinos en el país, le estrechó la mano, le confió que venía de parte de vaya a saber quién, aunque seguramente ambos lo sabían, y deslizó sutilmente en su mano una tarjeta de una empresa cuyo nombre terminaba con un oriental y misterioso ... Moscow. Mientras la ... Moscow pasaba de manos, dos mujeres se sentaban en el salón. “Bueno..., ¿qué dijo Oyarbide?”, preguntó la rubia, mientras la morochita se entretenía haciendo ojitos a un rubio de colita, zapatillas high y bermudas, que parecía haber llegado en bicicleta y pedaleando euros. Nada del clima cambió cuando se inició la subasta, aunque la atención pasó a concentrarse en los lotes, los precios, las señas y los números que mágicamente hacía subir el martillero. Todo siguió así, hasta que le llegó el turno al Chateau Mouton.
Para los entendidos, con decir Chateau Mouton alcanza. Para los otros, habrá que ampliar: se trata de una única botella de vino de Bordeaux, de la bodega del barón Rotschild y cosecha 1945. También conocida como la cosecha de “l’Année de la Victoire”, porque fue cosechada el año en que concluyó la Segunda Guerra. El barón, que de vinos parece que sabía (su bodega tiene tres siglos y medio de antigüedad), pero de negocios más, contrató a artistas para que pintaran la etiqueta que caracterizaría aún hasta hoy la colección. Rotschild les pagaba a los autores con cinco cajas de la cosecha de ese año y cinco cajas de la cosecha del año de nacimiento del autor.
La primera etiqueta, la de la botella que ayer fue subastada, corresponde a una pintura de Phillipe Julian y tiene en su interior una “V” de la victoria. Lo siguieron, entre otros, Dalí, Picasso, Kandinsky, Miró, Chagall, Rufino Tamayo. Rotschild se quedaba con los cuadros originales.
Ayer, en los salones del hotel de origen egipcio Sofitel, la empresa de subastas de vinos Cavas del Sur organizó la cuarta reunión del año de una actividad que está naciendo como moda en Argentina y que en Estados Unidos mueve no sólo copas: hace dos meses fue subastada una botella de Renfolds Grange cosecha ‘51 a 25 mil dólares.
Para el caso de la vedette local, el Chateau del barón Rotschild, aunque aseguran que se trata de un burdeos de mucho cuerpo, sólo apareció de alma por el salón: su figura era una foto proyectada a una pantalla. El cuerpo descansaba a 12ºC en la heladera del secreto coleccionista, heredero de otro coleccionista obsesionado con importar cajones de burdeos durante toda su vida. Resulta difícil explicar, desde el sentido común, los 4 mil dólares de base. “Si uno cree en el valor del mercado, tiene sentido”, explicó Andrés Rosberg, uno de los seis socios en la nueva moda porteña de las subastas.
Y estaba claro que, en el salón, la inmensa mayoría creía en los valores del mercado. El resto, los incrédulos, repartían en bandejas copas de buen vino rosé o espumante, y sandwichitos para matizar.
Seguramente el hombre de la ... Moscow era uno de la partida de los valores del mercado. Lo mismo las dos damiselas de Oyarbide y el propio eurociclista de ojitos provocadores (la morochita de Oyarbide se coloreó las mejillas sin necesidad de espolvoreo alguno). La puja fue entretenida. El Chateau del barón quedó para el final: conformaba el lote 116º sobre 118. Antes, vinos, champagnes, cognacs pasaron por la puja. Varios lotes tenían su curiosidad extra etílica: “Esta la traía la embajada inglesa en la década de los ‘60”, explicó Rosberg, mientras levantaba una botella de whisky pintada a mano sobre la botella. Haig & Haig Five Stars era la marca y, debajo, cinco estrellas, todo de blanco pintado a mano.Media hora después de iniciada la subasta, un hombre de guayabera gris y acento centroamericano, hablando por un celular de manos libres, le recomendaba a alguien: “Si querés te compro, está para comprar, se está vendiendo por la base, vale la pena”. Alrededor de las diez de la noche, entró en escena la vedette: Rosberg presentó el lote 116º y el martillero Enrique Adrogué preguntaba si alguien abría con la base de 12 mil pesos. Bien al frente del salón y a la derecha, se levantó una mano, como si nada, mientras que debajo del peluquín la voz decía “yo” con la mejor cara de poker. Nadie se metió en la puja. Ni una seña. Nadie hizo un movimiento que el martillero pudiera malinterpretar. De golpe, todos, menos la mano del peluquín, aplaudieron. La mano del peluquín tenía que pagar 14.178 pesos (unos 4700 dólares) contando comisiones e impuestos. Igual, fue una bagatela: el valor del mercado de esa botellita puede llegar a los 9 mil dólares.

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