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Sociedad|Domingo, 20 de febrero de 2005
ANTROPOLOGAS ARGENTINAS ESTUDIAN LA MATANZA DE MUJERES

Tras el misterio de Ciudad Juárez

Dos integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense viajaron a Ciudad Juárez, convocadas por organismos de derechos humanos, para estudiar el caso de las casi 400 mujeres asesinadas en los últimos doce años en esa ciudad, que permanece en el misterio y en la más absoluta impunidad. Acaban de presentar un informe ante el Congreso mexicano analizando la posibilidad de identificar unos cincuenta restos.

Por Andrea Ferrari
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Las hipótesis sobre los asesinos van de la droga a policías, pandillas, traficantes de órganos y seguidores de cultos satánicos.
Sobre los crímenes de Ciudad Juárez hay películas, libros, documentales, canciones, miles de artículos periodísticos, infinitas hipótesis. Lo que no hay es certezas. Nadie sabe exactamente quiénes y por qué asesinaron a casi 400 mujeres jóvenes en los últimos doce años. Buena parte de esas mujeres fueron violadas y horriblemente mutiladas; muchos cuerpos aparecieron irreconocibles, reducidos sólo a huesos. Dos científicas argentinas, Patricia Bernardi y Mercedes Doretti, integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense, viajaron en los últimos meses tres veces a Ciudad Juárez. Revisaron expedientes, hablaron con las familias involucradas y acaban de presentar ante el Congreso mexicano y otros organismos su informe, donde analizan la posibilidad de identificar unos cincuenta cuerpos que durmieron años en una morgue y luego fueron enterrados en una fosa común sin tener idea de sus nombres. Aquí, una de ellas cuenta cómo fue asomarse a ese horrible misterio que nadie parece haber querido resolver.
Tras las primeras muertes, en 1995 se señaló a un supuesto culpable, que fue detenido. Los homicidios continuaron. Y siguieron a lo largo de los años, pese a que el escándalo internacional crecía y se sumaban las denuncias de pruebas adulteradas y confesiones arrancadas por la fuerza. En algunos casos se repetían ciertas características –chicas jóvenes, de pelo largo, mutilaciones similares, muerte por ahorcamiento–, en otros parecía tratarse de violencia familiar. Pero la ola no se detuvo: los últimos tres crímenes fueron en 2005.
Las hipótesis sobre quiénes son los culpables han cubierto toda la gama imaginable: desde carteles de la droga a policías, pandillas, traficantes de órganos, productores de videos snuff y hasta seguidores de cultos satánicos. O todos ellos. O ninguno.
Entre el 10 y el 28 de enero de enero pasado el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas se reunió y produjo un documento lapidario: allí afirmaron que en Ciudad Juárez “no se ha procedido a investigar seria y profundamente cada caso, incluso se han ignorado denuncias de familiares y se han destruido evidencias y pruebas”. También apuntaron a “la ineficiencia, la negligencia y la tolerancia de las autoridades encargadas de la investigación de los crímenes” y a “las evidencias de fabricación de culpables bajo tortura”. Ya había habido otros pronunciamientos duros en años anteriores: una relatoría de derechos humanos de la ONU pidió a México que aceptara consultores externos y organismos como Amnesty International emitieron informes fuertemente críticos.
Ese es el contexto en el que el Equipo Argentino de Antropología Forense fue contactado por organismos de derechos humanos para estudiar la situación. Luego los convocó la “Comisión para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez”, una entidad oficial liderada por la comisionada Guadalupe Morfín, que consiguió los permisos para acceder a la documentación. Las investigadoras pudieron leer 24 expedientes originales, “pero no fotocopiarlos ni fotografiarlos”, aclara Patricia Bernardi.

El infierno

El escritor chileno Roberto Bolaño dijo en la última entrevista concedida antes de su muerte que se imaginaba el infierno como Ciudad Juárez, “que es nuestra maldición y nuestro espejo”. Allí situó su novela póstuma, 2666, aunque llame a la ciudad Santa Teresa. Ese infierno visitaron las investigadoras.
–¿Cuál fue la primera impresión?
–Nuestro objetivo era ver qué se podía hacer desde el punto de vista forense, pero indudablemente uno lee y se pregunta quién está metido entodo esto –dice Bernardi–. No es que podamos dar una respuesta, pero hemos visto que en la escena hay de todo: pornografía, prostitución, las “maquilas” (fábricas manufactureras). También el problema de la droga es muy grande.
–¿Qué documentos solicitaron?
–Nosotros pedimos ver los expedientes de los restos no identificados. Eso implicaba osamentas o cuerpos semidescompuestos. Nuestro informe se basó en la lectura de esos expedientes y en las reuniones mantenidas con los familiares. Viajamos primero en junio, luego en octubre y finalmente se nos pidió que volviéramos en enero para presentar el informe tanto a nivel legislativo como a jueces, miembros de la Corte, grupos contra el feminicidio: dimos doce conferencias mostrando los resultados.
–De las 400 mujeres asesinadas, ¿cuántas no fueron identificadas?
–Según las fuentes a las que tuvimos acceso, el cálculo es que son como mínimo 53.
–¿La expectativa del trabajo de ustedes es identificar esos cuerpos?
–Nosotros planteamos la posibilidad de identificarlos y restituirlos a los familiares. Pero también nos encontramos con que algunos familiares que ya habían recibido los cuerpos de sus hijas no creían que fueran los cuerpos verdaderos. Les han dicho tantas cosas que ya desconfían de todo. Nosotros sabemos que la gente confía mucho en nosotros porque no pertenecemos a ninguna institución gubernamental. Creemos que la credibilidad viene de la transparencia en el trabajo y lo que vemos en este caso es que el familiar fue tratado muy mal.
–¿Por qué?
–No sabemos. Vimos grandes discrepancias: hubo casos en los que se encontraron los restos y antes de que pasaran 24 horas ya tenían al supuesto culpable e identificada a la víctima, sólo con los huesos. Otros cuerpos estuvieron años en el Anfiteatro, que es una morgue, y luego los trasladaron a una fosa común. Lo que vemos es que hubo una falta de interés por llegar a la identificación.
–¿Esto obedecería a impericia o al intento de obstaculizar la investigación?
–Al menos a una falta total de interés por identificar esos restos.
–A partir de los expedientes analizados, ¿pudieron ver si había parámetros que se repitieran en los asesinatos?
–No lo analizamos con el objetivo de investigar lo sucedido y saber quiénes podrían ser los culpables, nuestro fin era analizar cómo se hicieron las pericias, donde están los errores y si se puede hacer algo. Pero indudablemente si uno identifica a estas personas, se pueden establecer relaciones.
–Muchas mujeres fueron mutiladas. ¿Aparecía en los expedientes?
–En algunos se describían mutilaciones, pero había pocas fotografías que avalaran lo descrito. En varios casos se habla de ahorcamiento. En algunos también se dice que fueron violadas, pero nuevamente, no está el resultado de las pericias del semen.

El reclamo

Contra los crímenes de Ciudad Juárez ha habido marchas, denuncias, protestas, se han formado numerosas comisiones, nombrado fiscales especiales y denunciado la negligencia de los investigadores. Y nada avanzó. Hasta hubo canciones, como el corrido de Los tigres del norte, que dice: Humillante y abusiva/ la intocable impunidad/ los huesos en el desierto/ cuestan la cruda verdad/ las muertas de Ciudad Juárez/ son vergüenza nacional.
–¿Cuál es la posición de los familiares?
–Ellos, como cualquier familiar, quieren que se los tenga en cuenta, que si se identifica a alguien les digan por qué lo identificaron. Tienen muchas dudas sobre el ADN, nunca les explican nada, y desconfían.
–¿Por qué los restos no eran identificables? ¿Aparecieron mucho después de los asesinatos?
–Algunos estaban descompuestos, otros estaban “acartonados”, según dicen allí, que sería para nosotros momificados. Esto es porque es un clima muy seco con temperaturas muy altas. Hay que entender que en una zona tan desértica, con tantas variaciones de temperatura, con animales en la zona, con heridas abiertas que pueden generar más acumulación de fauna cadavérica, los tiempos son otros. El rango de error es mucho más grande.
–¿Cuáles fueron las recomendaciones que presentaron en el informe?
–Se dividían en dos. Recomendaciones generales, como la necesidad de contar con un equipo legal y forense multidisciplinario, peritajes independientes y la aplicación de protocolos de autopsia y restos óseos de la ONU. Como recomendaciones específicas, señalamos que para concentrar la información es necesaria una instancia centralizadora temporal, que si bien no tendrá capacidad judicial, ofrecerá conclusiones que permitirán en muchos casos la solicitud de nuevos peritajes y revisiones de expedientes.
–¿Cómo se financiará el trabajo de ustedes, si es que se concreta?
–Nosotros aclaramos que como institución independiente, la búsqueda de financiamiento corre por nuestra cuenta. Pocas veces recibimos paga de un gobierno. La independencia económica permite ser más objetivo y más creíble.
–¿Hay plazos?
–Nosotros dijimos que de hacer algo hay que hacerlo ya. Ya se perdió bastante. ¿Qué se puede hacer si mañana a un loco se le ocurre quemar el cuarto con evidencias? El tiempo corre en contra.
–Después de oír las distintas hipótesis que circulan sobre las muertes, ¿cuál es su impresión personal?
–No podría decirlo. Tendría que haber profundizado muchísimo, hablar más con la gente. Y hay que tener mucha confianza para que ese diálogo sea productivo, eso lleva tiempo. La gente aún tiene mucho miedo.

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