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Sociedad|Viernes, 22 de abril de 2005
EL BALANCE DEL MINISTRO LEON ARSLANIAN A UN AÑO DE GESTION

“Le bajamos la temperatura al país”

El 13 de abril cumplió un año como responsable de la seguridad en la provincia. Era el pico de los secuestros y la ola Blumberg. Ahora, dice que logró “cambiar el escenario”, insiste que al sistema penal se le da un valor “mítico” y se muestra partidario de flexibilizar las leyes.

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Para Arslanian, la provincia no puede tener la cantidad de presos que desea, sino los que puede.
Por C. R.

Al cumplirse un año en su gestión, el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, consideró que se ha producido en su jurisdicción “un cambio de escenario que le bajó la temperatura al país” en materia de seguridad, si se compara la situación actual con lo que ocurría en abril de 2004, cuando la provincia “era un incendio”, a caballo de la ola de secuestros extorsivos y del Caso Blumberg. En una larga entrevista con Página/12, el ministro cuestionó el endurecimiento del Código Penal y apoyó la flexibilización de las excarcelaciones para delitos menores, aunque admitió que hoy por hoy “la opinión pública no acompañaría ningún proceso en ese sentido” porque “cuando no se tiene un buen diagnóstico de situación, al sistema penal se le adjudica un valor mítico que es indiscutible y se le asignan finalidades y bondades de las que carece”. Sobre la siempre presente corrupción policial, reconoció que todavía hay que “seguir depurando la fuerza”, que desde que comenzó su gestión ha sufrido ya 1250 bajas por participación de uniformados en delitos.
Sobre la situación política, teniendo en cuenta que a mediados de 1999 tuvo que dejar el cargo por presiones de sectores internos del Partido Justicialista, opinó que el actual enfrentamiento entre el gobernador Felipe Solá y el ex presidente Eduardo Duhalde “no afecta mi gestión, más allá de las demoras en la sanción del presupuesto”.
–¿Qué balance hace después de un año de gestión? Todo empezó muy caliente, con el Caso Blumberg en la cresta de la ola, con los secuestros extorsivos en el tapete y con el endurecimiento de las leyes de seguridad.
–Tenemos un cambio de escenario. Cuando nosotros llegamos, esto era un incendio. No había un candidato posible para ocupar la silla eléctrica que es este lugar donde me ve. Desde mediados del ’99, cuando yo dejé el Ministerio, hasta cuando volví, el 13 de abril de 2004, pasaron 12 ministros. Esto da la pauta del grado de inestabilidad que tenía el área.
–También había un crecimiento de los hechos policiales y una difusión tremenda de los secuestros extorsivos.
–Había un pico de violencia muy significativo, expresado con el delito más angustiante, como es el secuestro extorsivo. Acababa de ser asesinado Axel Blumberg y la sociedad estaba en vilo.
–La Policía Bonaerense aportaba lo suyo...
–Teníamos una fuerza que, al haberse truncado el proceso de reforma iniciado en el ’98, no tenía nada que aportar, a pesar de algunos intentos como el de (Juan Pablo) Cafiero en Seguridad. Lo que había era una fuerza que no tenía una conducción ni una organización. Había una ineficacia policial importante y una gran desconfianza sobre su actuación.
–¿Usted cree que hoy las cosas han cambiado en forma sustancial?
–Hoy las cosas son absolutamente distintas. El pico del secuestro extorsivo cedió totalmente. La Policía ha sufrido un proceso de reorganización espeluznante. Hoy está descentralizada, rompimos la verticalidad y tenemos jefaturas en cada municipio. Y también está dotada de elementos técnicos que mejoraron la recepción y atención de denuncias, las tareas de inteligencia, la base de datos y un mapa del delito.
–La situación parece estar, como usted dice, en un “nuevo escenario”. ¿Ocurre lo mismo con la Policía en lo que hace a sus niveles de eficacia?
–Tenemos una Policía, Buenos Aires 2, diseñada para operar en el conurbano, primero y segundo cordón, articulada con fuerzas federales como modo de contención sobre la Capital Federal. Ya está funcionando en la estación de San Martín y en pocos meses abrimos la segunda estación en Avellaneda, con 500 hombres. Si cambió el escenario, eso implica una mayor eficacia en la lucha contra el delito.
–Hay sectores que todavía pregonan que sigue la “inseguridad”...
–Claro que hay inseguridad, claro que hay sensación de inseguridad. Habrá que tener un poco más de paciencia para seguir mejorando, pero no hay dudas de que cambió el escenario en la provincia de Buenos Aires y le bajamos la temperatura al país.
–La policía sufrió varias purgas en el último año, pero todavía siguen los casos de corrupción. ¿Cómo se soluciona el problema?
–Hay que depurar todavía la fuerza policial, que no puede tener gente ineficiente y mucho menos corrupta. Yo llevo 1250 policías afuera de la institución. En la medida en que nosotros seamos aptos para poderlos excluir y poner en funcionamiento una política de premios y castigos, yo creo que las cosas van a cambiar. Muchos cargan las tintas sobre la policía, pero hay que tener en cuenta que los países tienen la policía que quieren o que merecen. Hay que tener una política de sanciones muy enérgica para cambiar las cosas. Es necesario impulsar la participación popular, con la gente manifestándose y movilizándose en el reclamo para impulsar esas mejoras. El poder está en la gente. Lo dice Página/12 cuando habla de “golpes populares” que le quitan legitimidad a los gobernantes que no responden a sus necesidades.
–Si bien no es un tema que dependa de usted, hay un foco de conflicto siempre abierto, que son las cárceles bonaerenses, con presos hacinados que han llenado también las comisarías. ¿Cómo se soluciona este problema?
–La provincia no puede tener la cantidad de presos que desea sino los que puede. La provincia de Buenos Aires no tenía la cantidad de plazas necesarias para la cantidad de presos que estamos produciendo por imperio de distintas circunstancias en la actualidad. Tenía la cantidad de plazas para atender un fenómeno medido con criterios de absoluta normalidad. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir, pleno empleo, baja exclusión social, equidad en la distribución del ingreso, escolaridad plena.
–¿La provincia de Buenos Aires tiene un índice de presos similar a la de los países con mayor población carcelaria, como Brasil o Estados Unidos?
–La provincia tiene 217 presos por cada cien mil habitantes, mientras que la media de la Argentina está en el orden de los 170 presos. Si nos comparan con el número de presos de los países modernos y civilizados, estamos muy por arriba. La media europea es de 130/150. En Latinoamérica somos el segundo país en cantidad de presos por habitante. El primero es Brasil. Los únicos que nos superan, en el mundo, son Estados Unidos, con 770 presos por cada cien mil habitantes (tiene 2,5 millones de presos en sus cárceles y un excedente del 25 por ciento para seguir teniendo más) y la ex Unión Soviética, que tiene 660. Por eso tengo 5800 presos en las comisarías, porque no hay dónde ponerlos.
–El problema, en buena parte, tiene que ver con las normas que se endurecieron durante el gobierno de Carlos Ruckauf y que siguieron la tendencia después del Caso Blumberg. ¿Esa tendencia no se puede revertir, no se pueden flexibilizar las normas de excarcelación?
–Sí, se puede desandar el camino, pero la opinión pública seguramente no acompañaría ningún proceso de elastización a los que pueden echarse mano para paliar las situaciones de crisis carcelarias. Esto más allá de mi posición personal. Lamentablemente estas crisis en materia de inseguridad, conducen en forma inexorable, cuando no se tiene un buen diagnóstico, a un endurecimiento del sistema penal cuyo valor mítico es indiscutible. Todo el mundo asigna al sistema penal finalidades y bondades de las que carece. Lo que deberíamos hacer es cortar el eje: hacer que baje la cantidad de delitos que la gente cometa. Hay que tomar medidas sociales, económicas, culturales. Terminar con las causas del delito: la exclusión, la falta de empleo, etcétera. Y es un buen momento para empezar a trabajar. Lo difícil es conseguirlo por la vía del pensamiento mágico.
–Su primera gestión terminó por presiones políticas. ¿Se puede repetir la historia a partir de la puja política que hay en Buenos Aires entre el gobernador Solá y Eduardo Duhalde?
–Hasta ahora no y creo que no tiene por qué afectar mi gestión. Los mismos protagonistas tienen una actitud muy cuidadosa. Me afecta en que no se haya sancionado todavía el presupuesto en la provincia.

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