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Sociedad|Viernes, 6 de mayo de 2005
17 AÑOS DE RECLUSION AL ALMACENERO DE TORTUGUITAS

Condenado por una venganza

En enero de 2002, Juan López, con su hermano prófugo y su cuñado, secuestró a un muchacho al que acusaron de robar su almacén de Tortuguitas. Lo mataron y ocultaron su cuerpo. Ayer los condenaron.

Por Horacio Cecchi
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Juan López (izq.) y su cuñado Sebastián Nizzi, durante el juicio en el Tribunal Oral de San Martín.
Esta vez, al almacenero José Antonio López el fiel de la balanza le jugó en contra: el Tribunal Oral 4 de San Martín lo encontró culpable del secuestro y homicidio del Tucán Bordón, en enero de 2002, luego de atraparlo con ayuda de su hermano Pablo López y su cuñado Sebastián Nizzi, acusarlo de haber robado su almacén El Manzanar, de Tortuguitas, trasladarlo a una casa en Grand Bourg y provocarle la muerte mientras intentaban sacarle información sobre el paradero de los objetos robados (paradójicamente dos balanzas, además de varias botellas de vino). Nizzi fue condenado a 5 años y 9 meses como coautor del secuestro. A Pablo la balanza de la Justicia no lo condenó, no por considerarlo inocente sino porque al ex buzo táctico de la Prefectura todavía no lo encontraron.
El juicio se inició el último lunes de abril, ante los jueces Agustín de Estrada, Mónica de Benedetto y José Marinaro, del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de San Martín. La acusación corrió por cuenta de la fiscal Amalia Belauzarán, quien el lunes pasado pidió la pena de reclusión perpetua tanto para José López como para su cuñado Nizzi, a quienes consideró culpables del delito de privación ilegal de la libertad seguida de muerte.
El caso se inició en la madrugada del 26 de enero de 2002, con más precisión, minutos después de las 4, en la esquina de Almirante Brown y Uruguay, a escasas cuadras del centro de Tortuguitas. En esa esquina se levantaba el almacén El Manzanar. Pasadas las 4, algunos intrusos entraron a El Manzanar y se llevaron un par de balanzas y varias botellas de vino. Alguien avisó al almacenero, que vivía en Grand Bourg. López llegó casi al instante en la camioneta blanca de Nizzi, acompañado por su hermano Pablo y el dueño del vehículo. Según los testimonios ofrecidos por vecinos durante el juicio y de acuerdo con lo revelado por la ex pareja del almacenero, el trío dio caza al Tucán, de 26 años; lo golpearon; el muchacho intentó escapar; el ex buzo táctico disparó y lo recapturaron; lo subieron a la camioneta y desaparecieron. Allí, la pista del Tucán se disuelve como por arte de magia, como se había disuelto tanta gente años ha.
El almacenero y el cuñado argumentaron en su defensa que era cierto, que al Tucán lo habían descubierto robando (cuestión que no fue demostrada) y que lo golpearon y quizá se les fue algo la mano pero nada grave, tan nada que, siempre según el dueto, el muchacho tuvo fuerzas como para escapar.
Es entonces que la pista del Tucán vuelve a aparecer en la boca de la ex pareja del almacenero, quien en aquel momento reveló las claves del caso, revelación que repitió durante el juicio oral. La mujer sostuvo que Juan Antonio le había confiado, un día, que había dado muerte al Tucán y que después, con Sebas y su hermano Pablo, se deshicieron del cuerpo.
De hecho, López siguió al frente de El Manzanar unos tres o cuatro días más. Después, igual que su víctima, desapareció. El, su hermano buzo táctico y su cuñado. Después, durante el juicio, uno se viene a enterar que Nizzi era prófugo ya desde unos seis meses antes de lo del Tucán, por una causa de un doble homicidio culposo y lesiones culposas, un accidente, nada de intención criminal. El tribunal consideró que no había pruebas y absolvió a Nizzi en esa causa.
Como desde el inicio existían testimonios que señalaban al trío levantando al Tucán y trasladándolo a la fuerza hacia algún lugar, la investigación se volcó alrededor de ellos bajo la figura delictiva de la privación ilegal de la libertad. La defensa pidió la excarcelación, que fue concedida por el juez de San Martín, Juan Sánchez Sorondo. Pero el 6 de febrero, el cuerpo del Tucán apareció semienterrado en un descampado de unas 40 hectáreas, en Pilar, junto al cruce de la Ruta 8 y Panamericana. No pudo ser reconocido de inmediato porque le habían desfigurado el rostro, le habían cortado una mano (que apareció a unos metros con las huellas borradas con una piedra) y la otra había sido destrozada por unperro. “Los peritos no pudieron determinar nada en la autopsia –reveló una fuente judicial–, porque el cuerpo estaba en estado de putrefacción y en muy mal estado.”
Si apenas pudieron identificarlo por un dato clave: a los 17, el Tucán jugando a la ruleta rusa se había descerrajado un balazo que recorrió su caja craneana sin perforarla y salió por la otra sien, dejándole una cicatriz. Esa cicatriz, que fue la marca de que seguía con vida fue también la marca que confirmó su muerte.
De las supuestas torturas que llevaron a su muerte no se pudo demostrar nada. Sólo indicios a través de testimonios. En su alegato, la fiscal mencionó como agravantes que los acusados eran personas con medios y capacidad para hacer desaparecer a una persona de escasos recursos y en desventaja, y en la mecánica del crimen y la desaparición del Tucán recordó la actuación de las fuerzas policiales y militares durante el Proceso. El Tribunal consideró, en cambio, que la muerte no fue consecuencia del secuestro, e inclinó el fiel de la balanza hasta los 17 años.

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