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Sociedad|Sábado, 14 de mayo de 2005

Duro pedido contra el sargento que mató al “santo” de los ladrones

La querella reclamó 16 años de prisión para el policía que ultimó a Frente Vital, el chico que repartía lo que robaba. El fiscal pidió 12 años. El caso fue denunciado por Página/12.

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La madre de Víctor “Frente” Vital y sus amigos pidieron justicia por la muerte del chico.
“Parecíamos nenitos pidiendo por favor”, dijo Luis Rojas, que se definió como “compañero de cagadas” de Víctor Manuel “Frente” Vital, el chico fusilado por un policía cuando se entregaba tras haber asaltado una maderera del partido bonaerense de San Fernando. Ayer fue la jornada de los alegatos, la última del juicio oral que se le sigue al ex sargento Héctor Eusebio Sosa y en el que se decidirá si mató a Vital “en legítima defensa” o sólo porque no pudo resistir la tentación de probar si su gatillo estaba bien aceitado. Afuera de los Tribunales de San Isidro, una veintena de chicas y muchachos aguardaba la sentencia –postergada hasta el miércoles–, rodeados de banderas con la cara sonriente y cómplice del Frente.
“Permiiiso”, dijo el Paraguayo Sosa y entró a la minúscula sala del Tribunal Oral 3, ante la seca mirada de los Vital. El hombre que permanece en libertad favorecido por una excarcelación extraordinaria decidió oír los alegatos y fue la segunda vez que estuvo allí; sólo había ido cuando comenzó el juicio. Se sentó junto a sus defensores, a cuatro metros de la familia Vital, distancia cuatro veces mayor a la que estuvo cuando le disparó cuatro tiros mortales al Frente, según establecieron los peritos. Oyó a los abogados mirando al suelo. Parecía repasar cada una de las escenas de aquel día, hasta que en un momento se durmió.
Para el fiscal Oscar Núñez Barreto y la abogada de los Vital y titular de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), María del Carmen Verdú, quedó definido que el 6 de febrero de 1999 Víctor Manuel Vital, de 16 años, robó una maderera ubicada a seis cuadras de su casa, junto a Luis Rojas y otro cómplice; que al huir descartaron sus armas y se escondieron debajo de la mesa de la casa de Inés Vera, en la villa San Francisco; que entró la policía y el Frente, en cuclillas, gritó “no tiren que me entrego”. “Levantábamos los brazos para que nos pongan los ganchos (esposas)”, dijo Luis durante una de las tres jornadas del juicio oral que comenzó el martes pasado. Pero Sosa tiró.
El fiscal pidió 12 años de prisión por “homicidio simple”. El alegato de Verdú se basó en los detalles de ese día en el que el Frente se convirtió en un santo para los denominados “pibes chorros”. “Sosa actuó con dolo directo, con un objetivo directo –sostuvo la abogada–. Sosa hizo lo que quiso y quiso lo que hizo.” Verdú precisó cada instante previo al crimen basándose en dichos de los testigos, tecnicismos de peritos y desentrañando la lógica con que obraron los chicos de 16 años durante la huida. Como agravantes consideró que Sosa “vulneró” el derecho a la vida de un menor de edad, “indefenso y desarmado”. Tratándose de distender con masajes que su yerno le hacía en la nuca, Sabina Sotello, madre de Víctor, revivió una vez más aquel día trágico dado a conocer por Página/12, en 1999.
Antes de su muerte, el Frente era muy conocido en el barrio, siempre se supo de su adicción a las drogas, que robaba y repartía el botín en la villa. Al autor de esa extraña mezcla de violencia y solidaridad “el Estado primero lo abandonó y luego lo fusiló. Cuatro o cinco balas fue la respuesta” personificada en Sosa, que “mató al perro para terminar con la rabia”, concluyó Verdú. Luego pidió 16 años de prisión para el ex policía que, delante de ella, apretaba los labios para disimular un bostezo.
El defensor Matías Huici pidió la absolución argumentando que el ex bonaerense actuó “en legítima defensa y en cumplimiento del deber”. Hizo referencia a la “complicidad” del barrio con el joven muerto y citó sus antecedentes delictivos para demostrar que era “un joven muy peligroso”. Sosa miró de reojo a los familiares. “Resulta que este abogado me viene a descubrir lo que siempre denuncié: que mi hijo robaba –dijo Sabina a Página/12–. Ahora resulta que también es culpable el barrio.”
En los tribunales de San Isidro, los bombos y cánticos no llegaron hasta la sala del tercer piso, donde la familia se enfrentaba al ex policía que la amputó. Ni la madre ni los hermanos del Frente dijeron nada a Sosa, salvo dos policías de la custodia del tribunal que, al terminar la sesión, se acercaron a saludarlo con besos, sonrisas y palmadas en los hombros.

Informe: Adrián Figueroa Díaz.

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