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Sociedad|Lunes, 1 de agosto de 2005

El crimen del contador sigue sin autor, pero con 500 mil dólares

Herro planeaba comprar 12 terrenos en Cariló. Su ascenso económico coincidió con un cargo en la presidencia de Duhalde.

Por Raúl Kollmann
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Frente de la casa de Cariló, donde asesinaron a Herro.
El contador Adolfo Herro, asesinado la semana pasada en Cariló, estaba a punto de concretar la compra de 12 terrenos en esa zona paradisíaca. La inversión sería cercana al medio millón de dólares. Entre esos terrenos, estaba el de 50.000 dólares ubicado al lado de su mansión, valuada en 200.000 dólares, donde iba a construir una pileta. Esa propiedad, frente a la cual se produjo el homicidio, también la compró este año. En su departamento de 150.000 dólares de La Plata se encontró documentación de cuentas en el exterior, aunque todavía no se pudo precisar el monto depositado allí. Se trata de demasiada riqueza súbita para un hombre que vivía hace tres años en un modesto departamento platense y que, según la declaración de impuestos encontrada por la Justicia, no tenía ingresos para justificar ni la mansión de Pinamar ni el medio millón de dólares en terrenos. En esa riqueza súbita se está buscando el rastro del homicidio y todavía no se sabe si algunos misterios podrán o no ser develados por la información que contiene su computadora personal, entregada a la Justicia durante el fin de semana.
El puesto de mayor relevancia económica que ocupó Herro estuvo en la Secretaría de Agricultura durante la presidencia de Eduardo Duhalde. Allí acompañó a Haroldo Leved, un hombre hoy afincado en Bahía Blanca, ciudad de origen de Herro. Durante la gestión de Leved, Herro habría tenido relación con dos temas que mueven millones y millones de dólares y que no han parado de generar escándalos: la cuota Hilton –por la cual se adjudican cupos de exportaciones de carne a distintos frigoríficos– y partidas de créditos del Banco Mundial.
La mirada de los investigadores está puesta en ese tiempo, esencialmente porque la prosperidad de Herro no fue gradual, sino que es reciente, producto de los últimos tres años. Las hipótesis que se desprenden son dos:
- Que los fondos que manejaba no eran propios, sino que habría actuado como administrador de alguien. Ante una deslealtad, lo habrían ejecutado. En esta línea está la existencia de una mesa de dinero que se movía con fondos invertidos por sus amigos, la mayoría de los cuales tienen relación con la política. El día mismo del crimen, Herro estuvo con el intendente de Pinamar, Blas Altieri, el director provincial de Aeronáutica, Amado Jalil, y exhibía contactos fluidos con buena parte del núcleo duro de la Legislatura bonaerense. En Dolores sostienen que habrá citaciones para todos ellos.
- La segunda hipótesis tiene que ver con la adquisición de fondos durante su gestión en el Estado y que, por alguna razón, alguien haya decidido silenciarlo para siempre. La mirada inicial estaba puesta en su ligazón con las compras bonaerenses a partir de 1998, ubicación que consiguió por recomendación de José María Díaz Bancalari. En su momento, el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, le pidió a Duhalde que sacara a Herro y su entonces jefe, Oscar Fueyo, de su ministerio, por lo que se constituyó la Unidad de Compras que funcionó en Economía. Ninguna de las fuentes consultadas por este diario habla bien de aquella gestión que incluyó, por ejemplo, la compra de armas y elementos para la Policía Bonaerense. La ex legisladora Graciela Podestá relató que se investigó a Herro por la adquisición de una partida de ametralladoras Uzi, pero fue imposible penetrar la red legislativa que lo protegía. Sin embargo, el enriquecimiento notorio parece mucho más reciente, por lo que se está mirando más su performance en la Secretaría de Agricultura de la Nación durante 2002 y principios de 2003. En esta hipótesis, el motivo del crimenpodría ser el incumplimiento de compromisos con quien lo ayudó a adquirir los fondos que lo llevaron a esa sorpresiva prosperidad.
El nuevo fiscal del caso, Eduardo Campos Campos, no descartó hasta ahora que la muerte de Herro se haya producido en el marco de un robo. Tampoco un crimen pasional, a partir del hallazgo de la tarjeta de una mujer cuyo nombre es Andrea. Esa es la razón por la que ordenó distintos procedimientos en la zona de Pinamar, en especial en un barrio humilde de gente proveniente del Gran Buenos Aires. Aun así, ni el fiscal ni los investigadores policiales están convencidos de la hipótesis del robo, sobre todo porque los hechos no apuntan en esa dirección. Hay muchos casos en que la víctima reacciona ante un asalto, la matan y, debido al miedo, huyen de inmediato sin robar nada. Este sería el caso, ya que Herro tenía encima dinero y un reloj valioso. Sin embargo, cuando se produce una escena de ese tipo, el ladrón no dispara un tiro, sino varios; no reacciona con prolijidad como ocurrió con Herro. Y, además, si tuvo tiempo para robarle un arma –que es hoy una prueba caliente del crimen– bien podría haberle dedicado unos segundos a llevarse los demás valores, pesos, euros, dólares y el reloj.
La familia de Herro muestra una llamativa discrepancia. Sus hermanos hablan de robo y de la inseguridad imperante, mientras que el abogado de Lourdes Giménez, actual pareja del contador, se inclinó por el crimen cometido por un sicario. La bala con la que mataron a Herro, LN belga, no es muy habitual, pero es un elemento contundente que orienta hacia la hipótesis del sicario. El otro elemento fundamental es la computadora, entregada el sábado, y la documentación sobre los asombrosos fondos que acumuló Herro en una carrera que, al menos por ahora, arroja más oscuridad que transparencia.

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