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Sociedad|Viernes, 24 de mayo de 2002
MAS DE 2,7 MILLONES DE CHICOS NO RECIBEN LO MINIMO

Una geografía del hambre en el país

Un estudio muestra que tres de cada diez niños argentinos no recibe las calorías necesarias para un desarrollo normal.

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Son más de dos millones setecientos mil chicos los que integran la franja de la carencia extrema.
Tres de cada diez niños argentinos viven bajo el nivel de indigencia: no reciben las calorías necesarias para realizar “movimientos moderados”. La situación –descripta en un informe realizado por el equipo de investigación social de la consultora Equis– es mucho más grave en Chaco, Corrientes, Formosa y Salta, provincias en las que los chicos menores de 15 años que viven bajo el nivel de indigencia son más del 40 por ciento. Ese es el caso de un niño chaqueño de 12 años que suele dormirse del hambre en las veredas del pueblo de San Bernardo: no regresa a su casa porque, según cuenta, si lo hace sin haber conseguido pan para sus diez hermanos, sus padres lo golpean. Es el caso de una niña, hija de una familia igualmente numerosa que a los tres años pesa varios kilos bajo el peso normal, y como consecuencia de la desnutrición que padece, no camina; se arrastra. Tampoco habla. Son más de dos millones setecientos mil niños los que integran esa enorme franja de carencia extrema. “De no recibir ayuda externa, su supervivencia biológica elemental está comprometida”, concluye el informe.
No es sólo la pobreza la que ha arrasado al país, llegando a sumergir en la miseria a la mitad de la población. Los hogares pobres son aquellos que sus ingresos son insuficientes para adquirir la canasta básica de alimentos más algunos gastos del hogar, transporte y vestimenta. Los hogares en situación de “indigencia” son los que no ganan ni siquiera para pagar una canasta básica de alimentos “necesarios para satisfacer los requerimientos energéticos mínimos de los miembros del hogar, que le suministren las calorías necesarias para realizar movimientos moderados”, según el concepto de la OMS. Así lo explica el documento al que tuvo acceso Página/12 elaborado por un equipo dirigido por Artemio López y Martín Romero. Queda claro entonces, que teniendo en cuenta que el 27,7 por ciento de los niños menores a 15 años integra el universo de indigencia, el hambre arrasa.
Si uno de cada tres chicos no come lo mínimo para poder vivir –según los especialistas llegan a comer cada tres días–, los pobres suman en total el 58,1 por ciento de los diez millones de chicos que hay en el país. De ellos, casi seis millones (5.727.806) son pobres. Y de estos casi tres millones (2.734.071) sobreviven bajo la línea de indigencia. La Organización Mundial de la Salud en un reciente informe de su Programa de Nutrición explica que el retraso en el crecimiento de los niños afectados por la indigencia –y la “malnutrición proteico-energética”– es simplemente una manifestación más de un síndrome de afectación general del desarrollo físico y mental. El retardo en el crecimiento se produce en los primeros tres años de vida y permanece la vida entera. “Estos niños tienen afectado su desarrollo cognoscitivo, con trastornos del lenguaje y del desarrollo motor, de la coordinación, bajo rendimiento escolar”, sostiene la OMS. Los más afectados por el hambre terminan padeciendo lo que los especialistas llaman el “marasmo”, una cuadro caracterizado por “la pérdida de grasa subcutánea, intensa atrofia muscular y de otros órganos. Tienen la cara triste y arrugada, como la de una persona mayor”.
El 27 por ciento de niños indigentes resulta de promediar los índices de las provincias más ricas y las más pobres, las del norte y las del sur. En la Patagonia, por ejemplo, el 14 por ciento de los niños no llega a recibir la alimentación diaria mínima. En Santa Cruz la cifra del horror baja al 7,1. En Tierra del Fuego al 7,5. En la Ciudad de Buenos Aires, incluidas las villas miserias, padecen la indigencia el 8,1 por ciento de los pibes. Pero en el otro extremo las provincias más pobres sufren el impacto del quiebre económico hasta límites nunca antes registrados en el país. Así, el 45,7 por ciento de los chicos de Chaco; el 44,9 de los correntinos; el 40,4 de los salteños; el 39,1 de los entrerrianos están privados de un crecimiento normal. Artemio López previene sobre la creencia de que estos niveles de hambre y desatención son privativos de zonas alejadas. “Esto de ninguna manera debe ser vivido como un fenómeno que se reduce a las orillas geográficas de la ciudad o del país –le dijo a este diario–. Es un fenómeno enclavado en el centro del principal aglomerado urbano del Gran Buenos Aires, el Gran Córdoba, el Gran Resistencia. Son fenómenos urbanos muy fuertes”. El estudio de la consultora Equis fue realizado en base a la última Encuesta Permanente de Hogares aplicada el aumento del costo de la canasta de alimentos rearmando de esa manera el valor de la línea de indigencia del mes de abril. El impacto de la crisis en los centros urbanos está claro en el cuarto cordón del Conurbano, donde el 70 por ciento de los pibes vive en la pobreza y el 34 bajo la línea de indigencia. El informe destaca que en los Partidos de Tigre, San Fernando, Florencio Varela, Esteban Echeverría, Ezeiza, Merlo, Moreno, Malvinas Argentinas, José C. Paz, San Miguel y Matanza (en el segundo cordón) es donde los chicos más padecen el hambre. Esa es la zona que resulta albergar el mayor número de niños en extrema indigencia del país: casi cuatrocientos mil chicos.
Ahora, el record en toda la Argentina se lo lleva la ciudad de Concordia donde el 53 por ciento de los menores de 15 vive sin las calorías mínimas. Entre las provincias ese triste y falta puesto le pertenece al Chaco, donde ayer estuvo Hilda “Chiche” Duhalde (ver página 10). Y donde el sábado pasado estuvo el ex presidente, Carlos Menem con su mujer, Cecilia Bolocco. Justamente en el pueblo que visitó es donde se dan los casos más terribles de la provincia: San Bernardo. De allí es Ignacio, un niño que se hizo conocido cuando el periodista local Boris Baluk contó su historia porque el chico se dormía en la vereda de su casa, sin comer, muerto de miedo porque su familia lo presionaba con violencia para que aportara algo para sostener a sus hermanos. De la zona de los ladrilleros, en las afueras del pueblo es la nena que no puede caminar, uno de los siete casos de desnutrición grado 3, con consecuencias irreversibles, que hay en el pueblo. En San Bernardo, donde Menem nunca habló del hambre, de 500 chicos inscriptos en el plan materno infantil, 110 están desnutridos. Trece de ellos ya sufren secuelas irreversibles.

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