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Sociedad|Viernes, 7 de octubre de 2005
LA INCREIBLE HISTORIA DE LA MUERTE DEL BANQUERO DE LA P-2

Cinco a juicio después de 23 años

Hace casi un cuarto de siglo, un tribunal dejó sentado que el ex titular del Banco Ambrosiano Roberto Calvi, perseguido por deudas y amenazas de prisión, se había suicidado colgándose de un puente en Londres. El caso fue reabierto por su familia, que logró demostrar que fue un crimen. Cuatro italianos y una austríaca van a juicio.

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Roberto Calvi apareció colgado bajo el puente Blackfriars.
Por Peter Popham*
Desde Roma

Hace veintitrés años, un empresario italiano fue encontrado colgando bajo el puente Blackfriars de Londres. Hoy, cinco personas se enfrentan a cargos de asesinato en un juicio que promete brindar aún más vueltas explosivas a una historia extraordinaria. Casi una generación pasó desde que un cartero de Londres, camino a su trabajo, descubrió el cuerpo de un empresario italiano muy bien trajeado, colgando de su cuello debajo del puente Blackfriars.
El empresario era un banquero llamado Roberto Calvi. Su cuerpo fue descubierto a las 7.30 de la mañana del 18 de junio de 1982. Ex banquero sería más exacto, pues el día antes de su muerte Calvi había sido relevado de sus deberes en el Banco Ambrosiano, del cual había sido presidente. El banco estaba por quebrar con 135.000 millones de dólares de deudas. Algunos de los acreedores son gente con la cual uno no puede estar endeudado, como la mafia siciliana. Calvi, en Londres, con nombre y pasaporte falsos, estaba quizás buscando escape y una nueva vida, en la que librarse de las consecuencias de sus terribles errores. Si ése era su objetivo, no tuvo éxito. Había pasado mucho tiempo en el teléfono de su hotel residencial y salía muy poco. Se había afeitado su bigote en un intento de despistar. Al final, todo lo que Calvi encontró fue una soga alrededor de su cuello y una extraña forma de inmortalidad.
El jurado en su investigación decidió que Calvi se había suicidado. Una segunda investigación, forzada por su familia, devolvió un veredicto abierto, incapaz de decidir entre suicidio y asesinato. En Italia los observadores más informados estaban convencidos de que la muerte de Calvi había sido un asesinato, aunque el autor fuera totalmente desconocido. Hoy, más de 23 años después de ese día, cinco personas finalmente van a juicio en Roma acusadas de asesinarlo.
Los ingredientes del juicio son explosivos. Durante los años del dinámico crecimiento de Italia en las décadas de los ’60 y ’70, Roberto Calvi hizo una brillante carrera a la cabeza del Banco Ambrosiano. Era un financiero brillante y, aunque tímido y socialmente torpe, combinaba una brillante mente de contador con una temeridad estilo italiano. Obtuvo lo mejor, los clientes más deseables y discretos en el país, y también lo peor, y se apegó a ellos dándoles exactamente lo que ellos querían: grandes ganancias, inmensa discreción, una voluntad incansable para hacer lo que otros no se animaban. Católico devoto, se ganó un lugar especial de confianza con el Instituto para las Obras de Religión, el banco del Vaticano. Pero también era el banquero de la mafia siciliana. Estuvo íntimamente involucrado con la P-2, la logia secreta masónica “Propaganda Due”, que reunía a buena parte de las altas figuras políticas, de negocios, de la administración pública e inteligencia (Silvio Berlusconi fue miembro durante un tiempo) con objetivos e intereses mutuos.
Pero una serie de errores de juicio y golpes de mala suerte derribaron el cuidadoso trabajo de Calvi. Enormes sumas de dinero desaparecieron en cuentas ilegales offshore, especialmente en Panamá. Los grandes clientes comprometidos con la P-2 huyeron del país. Los manejos ilegales del Ambrosiano, sus enormes deudas y sus cuentas offshore quedaron expuestos. La Banca de Italia, hace 25 años un regulador duro y con principios, decidió enviar a sus investigadores.
Calvi fue investigado por manejo ilegal de moneda extranjera; mientras estuvo preso bajo investigación, intentó suicidarse tomando una sobredosis y cortándose las muñecas. Fue procesado y sentenciado a cuatro años en la cárcel. Aunque estaba en libertad pendiente de una apelación, Calvi tenía miedo de perder la apelación y verse obligado a cumplir su sentencia. El 11 de junio de 1982 optó por la salida más imprudente. Secretamente huyó de Italia hacia Londres con un portafolios negro lleno de documentos incriminatorios. Se fue acompañado por un contrabandista de Trieste llamado Silvano Vittor, y un empresario de Cerdeña llamado Flavio Carboni: dos de los acusados que van a juicio mañana.
Nadie logra explicarse por qué Calvi necesitaba estar en Londres, pero por cierto no fue un viaje casual: un vuelo privado de Roma a Venecia, Venecia a Trieste en automóvil, un cambio de identidades para un viaje de Trieste a un muelle abandonado en Yugoslavia, una estadía en un chalet en Austria y, finalmente, la llegada al aeropuerto de Londres. Allí, Calvi y Vittor se alojaron en un hotel residencial de segunda categoría, el Chelsea Cloisters, jamás alojamiento de banqueros. Y allí permaneció hasta su muerte.
En Londres, Roberto Calvi era el hombre invisible. Ninguno de los entrevistados por los investigadores recordó haberlo visto, nadie admitió haberse reunido con él, no quedan rastros de lo que dijo o hizo allí. La policía no tiene idea de cómo llegó del hotel al puente Blackfriars. La única pista con que contaban fue el extraño espectáculo luego de descolgar el cuerpo. El italiano estaba bien vestido, con su propio sobretodo. Su costoso reloj Patek Philippe estaba todavía en su muñeca y un par de mocasines de la misma firma, en sus pies. Alrededor de su cuello tenía un lazo naranja. En su billetera había unas 10.000 libras esterlinas (17.000 dólares), francos suizos y liras italianas. En sus bolsillos y en sus pantalones había ladrillos y piedras que la policía cree que provenían de un edificio cercano.
La presencia del dinero y el reloj descartaban un asesinato mercenario. Pero al mismo tiempo el forense no encontró señales en el cuerpo de Calvi que indicaran que había sido objeto de violencia antes de su muerte, ni marcas de jeringas que sugirieran que había sido drogado, ni drogas en su sistema aparte del residuo de una sola píldora para dormir que había tomado la noche anterior. De manera que no había sido ni golpeado ni sedado antes de ser colgado: tenía buenos motivos para matarse él mismo, dada la sentencia de prisión, el colapso de su vida laboral y su vergüenza, sin olvidar que ya lo había intentado antes. De manera que cuando el jurado se decidió por el suicidio, todo parecía tener sentido.
Pero, para los más cercanos a Calvi, su viuda, su hijo y su hija, no lo tenía. Desde el principio creyeron en que había sido asesinado. Objetaron la investigación original, pero una segunda en Londres en 1983 llegó a la conclusión de que era imposible decir si Calvi había sido asesinado por otros o se había matado él. No obstante, Carlo, el único hijo del banquero, que estaba estudiando para un doctorado en la Universidad Georgetown de Washington cuando su padre murió, se negó a darse por vencido. Estaba seguro de que su padre había sido asesinado. De manera que en 1989 contrató a una firma de detectives privados para que llevaran adelante la investigación forense.
Kroll Asociados rearmaron la escena bajo el puente Blackfriars, con un doble de Calvi de su misma altura y peso. Roberto Calvi tenía 62 años cuando murió, estaba excedido en peso y había sufrido de vértigo siempre. En la total oscuridad hubiera tenido que trepar hasta el andamio, llenado sus bolsillos con piedras y ladrillos, trepar sobre un parapeto de piedra y bajar por una escalera vertical de cuatro metros antes de ponerse la soga naranja al cuello y tirarse. Los detectives llegaron a la conclusión de que era imposible que un hombre gordo y con vértigo pudiera haber hecho eso. Como resultado de la larga campaña de Carlo para salvar el nombre de su padre del deshonor del suicidio, en septiembre de 2003 la policía londinense reabrió el caso.
El detective Trevor Smith dijo: “Hemos aplicado técnicas forenses del siglo XXI para investigar un crimen de hace 21 años”. Van a juicio hoy en un juzgado especial en la prisión de Rebibia, Carboni y Vittor, los dos hombres que acompañaron a Calvi a Londres y que desaparecieron de Gran Bretaña el día en que su cuerpo fue descubierto. Junto con ellos hay dos gangsters italianos que también estaban en Londres en esa época, Pippo Callo, un mafioso convicto que actualmente está cumpliendo una sentencia y Ernesto Diotellevi, un ex jefe de la conocida banda Magliana de Roma. La ex novia de Carboni, una austríaca llamada Manuela Kleinszig, también estará en el estrado.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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