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Sociedad|Lunes, 27 de febrero de 2006

Una pelea entre médicos que empezó en el hospital y llegó a Tribunales

Dos cardiólogos del Pirovano se enfrentaron durante años en la Justicia. Hubo denuncias por homicidio, calumnias e injurias. Los jueces se preguntan cómo cayeron en semejante puja de poder.

Por Andrea Ferrari
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Uno de los médicos era jefe de Cardiología, el otro estaba a cargo de Unidad Coronaria.

Después de leer la sentencia, uno no puede menos que concluir que esos dos hombres se odiaban con el alma. O mejor dicho con el corazón, que era el órgano que dominaban a fondo. Los dos cardiólogos, que se desempeñaron al mismo tiempo en destacados cargos del Hospital Pirovano, acaban de ser objeto de un fallo inusualmente duro de la Cámara de Apelaciones tras enfrentarse durante años en los tribunales. Después de rechazar las demandas planteadas por homicidio culposo y calumnias e injurias, los camaristas se preguntan cómo fue posible que “dos profesionales de la medicina, al parecer especializados en cardiología y al mismo tiempo funcionarios públicos municipales, pudieron caer en una puja de poder más propia de una lucha política”.

Los médicos en cuestión son Julio Lazzari, ex jefe de Cardiología en el Pirovano, y Mario Fortunato, quien sigue estando hasta hoy a cargo de Unidad Coronaria en el mismo hospital. Hasta que Lazzari se jubiló, hace algo más de un año, la convivencia fue un infierno. Según se desprende del fallo, un enfrentamiento profesional llevó a Lazzari, poco después de asumir el cargo, a iniciarle repetidos sumarios a Fortunato, una conducta que fue escalando hasta llegar a varias denuncias penales, una de ellas por homicidio culposo. “La única prueba presentada en ese caso –explica Marco Aurelio Real, abogado de Fortunato– fue la historia clínica.” La nómina de acciones parece difícil de creer: “Fueron cinco sumarios administrativos y tres causas penales: por homicidio culposo, falsificación de instrumento público y calumnias e injurias”, recuerda Real.

También quedaron anonadados los jueces. En el reciente fallo de la Cámara de Apelaciones en lo Civil, el juez Omar Cancela puntaliza que “entre las dos partes emplearon noventa fojas de la causa para mantener con vida –valga la expresión por la profesión de los litigantes– un conflicto de vieja data”. La sentencia vuelve atrás en la historia y recuerda que “la relación entre ambos litigantes se quebró al poco tiempo de ingresar el Dr. Lazzari al Hospital Pirovano, al punto que el actor, como jefe de Cardiología, durante cierto tiempo no habría visitado la sala de unidad coronaria, a cargo del demandado”. La gravedad de la pelea se manifiesta en una nota incluida en la causa donde Lazzari se opuso a que lo reemplazara Fortunato durante una licencia, porque estaba “sometido a sumario por adulteración de instrumento público”, comprometido en una causa por homicidio culposo y tiene un abierto enfrentamiento “con el suscripto”.

En verdad, esas acusaciones partieron de él mismo. En la más importante, denunció “la presunta comisión del delito de homicidio culposo”, ya que “graves irregularidades operativas en el área de Unidad Coronaria” habrían provocado la muerte de un paciente. Según el médico, la historia clínica mostraba irregularidades y una discordancia entre la causa de internación y el tratamiento aplicado. En esa volteada quedó involucrada una enfermera debido a un asiento incorrecto en la historia. Ese punto parece irritar particularmente a los jueces: la mujer, sostiene el camarista Cancela, “sin comerla ni beberla, debió afrontar una importante sanción administrativa, 30 días de suspensión, seguramente con pérdida de ingresos que ella, a diferencia de los otros dos protagonistas no podía reemplazar mediante su desempeño en otro establecimiento público o privado de salud o en su consultorio particular”.

Aunque la causa se archivó tras un primer dictamen del Cuerpo Médico Forense, donde decía que no era posible relacionar la muerte con el tratamiento recibido, Lazzari amplió más tarde su denuncia. En esa oportunidad especuló con la posible “desconexión” de las alarmas de los monitores en la Unidad Coronaria, que califica como práctica “aberrante” del personal y de allí infiere que el paciente había sido encontrado sinvida un tiempo después de fallecido. El juez Cancela lo critica severamente en la sentencia: “Esta afirmación, según mi personal opinión, aparece como un tanto temeraria por parte de un profesional que no tuvo intervención alguna en la atención del paciente y que sólo se funda en presuntas carencias registrales”, sostiene.

Hubo más pericias forenses y nuevas declaraciones testimoniales e indagatorias para llegar a la misma conclusión: no había evidencia de lo que sostenía Lazzari. Primero se dictó la falta de mérito y finalmente se sobreseyó a los médicos imputados. Uno diría que ahí se acababa la historia. Pero no.

Creyendo que había ganado la pulseada, el doctor Fortunato le envió una nota a su íntimo enemigo, donde le reprochaba hacer falsas denuncias y acusar maliciosamente a sus pares. Ni lerdo ni perezoso, Lazzari inició una nueva causa penal, ahora por calumnias e injurias. En esta oportunidad, los abogados de Fortunato presentaron una reconvención, es decir un pedido de resarcimiento por los agravios. Tras otro larguísimo proceso, en que se analizaron las posiciones y palabras vertidas por cada profesional, se llegó a la actual resolución, que rechaza ambas posturas y obliga a ambos a pagar costas.

“El fallo es muy duro –admite Real, el abogado de Fortunato–. Es más duro con Lazzari porque entiende que ante cualquier irregularidad iba a la Justicia, cuando hubiera tenido la posibilidad de reunir a los médicos y pedir explicaciones. Pero durante tres años no pisó la Unidad Coronaria, que dependía de él.”

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