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Sociedad|Lunes, 24 de abril de 2006

Jóvenes argentinos, sospechosos por portación de edad y origen

Tras la muerte de Matías Bragagnolo, una encuesta ubica a los jóvenes en la mira de buena parte de la sociedad argentina.

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El 69,5 por ciento apunta a las cuestiones sociales.

Después de la muerte de Matías Bragagnolo los adolescentes pasaron al ojo de la mira, lugar que, además, hace tiempo que no abandonan. No importa que la muerte del joven Bragagnolo jurídicamente aún no encuentre sustento para ser considerada como homicidio. El 93,9 por ciento de los encuestados en un sondeo realizado tras la muerte de Matías sostuvo que la violencia juvenil aumentó en los últimos tiempos; el 39,8, dijo que las actitudes violentas son más habituales contra otros grupos de edad, y el 95,4, que la droga es lo que más influye a desatar esa violencia. Y aunque el 61,5 por ciento no creyó que en cuestiones de violencia puedan hacerse diferencias entre clases, el 69,5 consideró que la violencia de los adolescentes tiene razones sociales. O sea, la pobreza.

La encuesta fue realizada por Enrique Zuleta Puceiro y tuvo lugar entre los días 17 y 21 de abril pasados. Fueron encuestadas 1100 personas mayores de 18 años en 65 localidades de todo el país, según cinco estratos poblacionales (Area Metropolitana; ciudades mayores a 100 mil habitantes; ciudades de entre 50 mil y 100 mil; entre 10 mil y 50 mil; y menores a 10 mil).

A la pregunta de si en los últimos años “la violencia juvenil ha aumentado, sigue igual, o ha disminuido”, el 93,9 por ciento consideró que había aumentado. El sondeo también deduce que el 39,8 considera que “es más habitual que tengan actitudes violentas ante otros grupos de edad”, y el 34,1 sostuvo que la violencia la descargan entre ellos mismos.

Sobre los factores que más influencian a la generación de violencia, la droga (95,4 por ciento); la falta de educación (92,1); la ambigua y autoritaria frase de “falta de valores de la sociedad” (91,8); el alcohol (91,7); el contexto familiar (89,9); la falta de horizontes y metas futuras (74,9); las necesidades económicas (61,5) y los medios de comunicación (52,2).

Más de la mitad de los encuestados consideró que la violencia no depende del tamaño de la localidad. Y el 61,5 por ciento consideró que “no se puede hacer una distinción por clase, hay violencia juvenil en todos los estratos sociales”, mientras el 36,7 tuvo preferencias por clase (16,1 los más pobres; 9,4 los de clase media; y 11,2, los de clase alta).

Por su lado, dos respuestas del sondeo entraron en colisión: mientras que el 80,5 por ciento se mostraba de acuerdo con que la pobreza y la falta de educación no son las únicas razones que determinan el incremento de la violencia juvenil, el 69, 5 por ciento sostuvo que la violencia se explica “principalmente por razones sociales”. Y mientras que el 68 por ciento consideró que la violencia real es mayor que la sensación de violencia, el 52,5 consideró que los medios aumentan la sensación de violencia.

Respecto de la responsabilidad en aportar soluciones, el 88,4 por ciento consideró que los padres la tienen y mucha; el 87,3, la sociedad en su conjunto; un sorprendente 58 por ciento, volcó la responsabilidad sobre los propios jóvenes, y el 56,6, el nada sorprendente manodurismo policial.

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