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Sociedad|Jueves, 27 de junio de 2002
DENUNCIAN EL SECUESTRO DE UNA CHICA DE 13 AÑOS

Entre la duda y la psicosis

La chica contó que la capturaron en Almagro y la dejaron tras constatar que su familia no tenía plata. La policía duda, ante la sucesión de autosecuestros adolescentes. Los padres, aterrados.

Por Alejandra Dandan
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Raúl, el padre de María Sol, aún aterrorizado tras conocer el relato de su hija.
Tanto ella como él debieron declarar ante la fiscalía sobre el presunto secuestro.
María Sol tiene 13 años y vive sobre la calle Gallo en Almagro. Desde marzo cursa primer año en el Corazón de María, un colegio privado de Palermo donde hace unos meses llegaron los primeros síntomas de la psicosis de la inseguridad. Los directores, casi en estado de pánico, les mandaron cartas a los padres pidiéndoles que tomaran medidas de prevención por el tema de los posibles secuestros. Esto ocurría mientras se conocía cómo crecía el negocio de la seguridad privada vinculada a las oleadas express. Hasta ahora a la casa de María Sol sólo había llegado aquella carta con las versiones de la escuela. Pero el martes a la noche ella faltó de su casa. Apareció horas después en la casa de su novio y contó a sus aterrorizados padres que la habían secuestrado y liberado tras constatar que no se trataba de una familia de altos recursos. El caso surge después de una sucesión de secuestros inventados o recreados por las propias víctimas, en muchos casos adolescentes. Por eso no sólo generó dudas en la policía, sino que también abre interrogantes sobre los próximos casos.
La fiscalía 18 de Marcelo Ruiz López caratuló la causa como privación ilegítima de la libertad. “Pero el hecho tiene un dato llamativo: mientras la tuvieron dentro de un auto le requirieron datos sobre la situación económica de sus padres cuando se dieron cuenta que no tenían plata, la soltaron”, explicó a este diario una fuente de la fiscalía.
Hasta anoche nadie se atrevía a poner en duda la supuesta travesía que María Sol dio por la ciudad. Ni siquiera sus padres. “Y sí, se la llevaron a media cuadra de la garita de seguridad de un jardín de infantes de la comunidad judía y nadie vio nada”. Raúl es su padre, un taxista que vive con la familia en un barrio de clase media, a media cuadra de una escuela custodiada las 24 horas por personal de la comisaría novena, la misma que tomó intervención ante este nuevo caso. María Sol contó que la secuestraron el martes a las siete y media de la tarde: en la cuadra estaba la custodia del colegio judío pero nadie la vio.
–Se ve que tus papás están bien: vas a un colegio privado ¿no?
Esa fue una de las pocas alusiones claras al rescate que le dijeron, según contó la adolescente a este diario. Oyó la pregunta, dice, cuando estaba en el auto donde pasó dos horas dando vueltas por la ciudad.
Su relato empieza a 70 metros de su casa, casi sobre la esquina de Córdoba. A las siete y media de la tarde buscaba un teléfono público para hablar con su novio. En ese momento tenía puesto el uniforme de gimnasia bordó de la escuela y como era de noche casi no vio la cara del hombre del auto rojo que se estacionó al lado: “Primero me preguntó si tenía hora y yo le dije que no pero en ese momento el otro se bajó y me empujó adentro”.
María Sol les contó a sus padres y después al fiscal cada una de las cosas que fueron pasando durante el recorrido del coche. Apenas subió, dijo, los dos hombres se repartieron el trabajo: uno conducía y el otro la acompañaba en el asiento de atrás. Entre los dos fueron soltando una larga lista de preguntas:
–Me preguntaban cosas –dice la chica–: cómo me llamaba, cuál era mi dirección, a qué colegio iba y decían que por el uniforme se notaba que mis papas ganaban bien.
Ese último dato fue fundamental. Su respuesta habría bastado para disuadirlos de pedir el rescate: “Les dije que no, que mi papá no tenía plata. Ellos no decían nada: todo el tiempo se miraban por el espejo del auto”. A esa altura estaban dando vueltas por Palermo. María Sol no sabe cuál fue el recorrido, sólo está convencida del resultado: dice que a las 21.50 la dejaron en la esquina de Medrano y El Salvador sobre una plaza. Ahí le permitieron bajar. No la amenazaron, sólo le sacaron las llaves de la casa. Ahora mismo mientras se investiga la hipótesis del “autosecuestro”, el padre de María Sol sigue angustiado por las dos horas en las que su hija desapareció: “Cuando la encontrás todo se te pasa, pero mientras tanto la incertidumbre te vuelve loco: sé que hay una probabilidad en un millón de que pueda pasarme esto nuevamente, pero la sensación de inseguridad no se te va”.
Tanto él como su mujer trabajan hasta tarde y las dos hijas suelen estar solas hasta las diez de la noche. A esa hora comenzaron a buscarla. Después de varios consultas con amigos, llegó el llamado de María Sol contando el secuestro. Pero las dudas no terminan.

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