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Sociedad|Viernes, 18 de agosto de 2006

Rosa Bru, una lucha con doctorado “honoris causa”

La madre de Miguel Bru recibió la distinción en la facultad donde su hijo estudiaba periodismo.

Por Cristian Alarcón
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Juez Raúl Zaffaroni, Rosa Bru y Estela Carlotto.

Sobre el escenario, junto a Estela Carlotto y Raúl Zaffaroni, Rosa Shoenfeld observa a una multitud de mamás de chicos muertos por la policía, estudiantes, docentes y funcionarios como si fuera la primera vez que los mira. La aplauden y ella intenta ocultar el rubor que le produce el homenaje que en el día de su doctorado “honoris causa” le hacen en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata, a la que iba Miguel Bru, su hijo desaparecido. “No sé cuántas, sería imposible determinarlo, pero la lucha de Rosa Shoenfeld ha salvado muchas vidas”, dijo Zaffaroni en la laudatio, el discurso en la vieja ceremonia de entrega de esta “máxima distinción académica” que las universidades hacen desde la Edad Media a figuras de una relevancia extraordinaria. “Desde el dolor hay quien puede reaccionar con el suficiente grado de salud para hacer de eso un canto a la vida –dijo el ministro de la Corte a trece años de la desaparición del estudiante–. Pero no muchos pueden asumirlo así. Hay quienes sólo escuchan el canto del patíbulo.”

Zaffaroni disparó así por elevación contra el ingeniero Juan Carlos Blumberg, contraponiendo a la figura del padre de Axel la de la madre del joven torturado en la comisaría 9ª de La Plata y desaparecido por policías bonaerenses en plena administración de Eduardo Duhalde en la provincia, el 17 de agosto de 1993. El juez apuntó a la política de mano dura divulgada por Blumberg haciendo referencia a quienes ante el dolor de la pérdida de un hijo “se pelean por el caos, se pelean por la no existencia”. La ceremonia se hizo en un aula del edificio “Miguel Bru”.

El acto fue precedido por una mesa redonda sobre periodismo y derechos humanos: Ricardo Ragendorfer recordó el “aire enrarecido” del ’93, cuando “morían jóvenes con los métodos de la dictadura, pero también desaparecían los trabajadores para pasar a ser desocupados”. Miriam Lewin disparó contra una docena de funcionarios presentes, entre ellos el ministro de Justicia bonaerense, Eduardo Di Rocco: “Los intentos por democratizar las fuerzas de seguridad han sido infructuosos”, aseguró. “Al ver las caras de todos ustedes, las de tantas madres, me aterra que exista una pena de muerte tácita en las cárceles, que a pesar de que se hizo mucho, haya tanto por hacer en derechos humanos –dijo–. Por primera vez tengo conciencia de cómo fueron desangrando a este país en los últimos años.”

Como tantas otras veces en los últimos 13 años, Rosa Shoenfeld no pudo evitar el temblor en la voz al comenzar a hablar. Fue apenas un titubeo, antes de lanzarse –con la cálida forma de decir sin imposturas de siempre– a una mención de cada uno de los presentes. Agradeció a todos, hasta llegar a quienes llamó “mis hermanos del dolor”, en referencia a los familiares de víctimas de la policía que llenaban la sala con sus fotos y carteles. Rosa denunció que en la provincia los policías presentes en una comisaría durante la muerte de los jóvenes víctimas del gatillo fácil no son removidos sino trasladados de sus puestos. “Con cuántos ministros de Seguridad nos entrevistamos. Cuántas veces nos vimos con el gobernador (Felipe) Solá para que esto cambiara, para que no se los deje en sus puestos y nada”, dijo. “Antes –en la época de la desaparición de Miguel–, el Estado era nuestro enemigo. Ahora no sé si tenemos el aval, pero sí una decisión del Estado de cambiar. Es hora. Para que no haya nunca más un Miguel, un Mariano Witis, un ‘Frente’ Vital”, pidió.

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