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Sociedad|Viernes, 19 de julio de 2002

La terapia hormonal de reemplazo, en el centro de una polémica

Un estudio oficial en EE.UU. concluyó que en la THR los riesgos superan a los beneficios, por lo que desaconsejan su uso a largo plazo. Pero en Argentina, la Asociación para el Estudio del Climaterio recomienda seguirla, aunque con dosis más bajas.

Por Pedro Lipcovich
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Síseles y Gurrucharri, de la Asosiación Argentina para el Estudio del Climaterio.
Llegó a Buenos Aires el debate sobre la terapia hormonal de reemplazo (THR) para mujeres a partir de la menopausia. El tema se instala a partir de un amplio estudio efectuado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, cuyo resultado fue que la THR incrementa los riesgos de cáncer de mama, enfermedades coronarias y accidente cerebrovascular; si bien, a la vez, reduce los riesgos de osteoporosis y de cáncer de colon, en el balance total los riesgos superan a los beneficios, lo cual desaconsejaría su uso a largo plazo. Sin embargo, la Asociación Argentina para el Estudio del Climaterio destaca que ese estudio no incluyó entre sus variables la mejora en la calidad de vida que trae como consecuencia la THR, y señala la posibilidad de utilizar dosis menores de hormonas. Así las cosas, la decisión –más aún que en la mayoría de las cuestiones de salud– debe quedar reservada a cada mujer. Para contribuir a ello, Página/12 presenta las conclusiones centrales de la investigación del NIH acompañadas por las observaciones de los especialistas en climaterio.
El estudio se efectuó en el marco de la Women’s Health Iniciative (WHI) y abarcó una población de 16.608 mujeres posmenopáusicas de entre 50 y 79 años, en buen estado de salud, en distintos lugares de Estados Unidos, a partir de 1997. Aproximadamente la mitad de ellas recibieron una tableta diaria conteniendo estrógenos (0,625 miligramos) y progestina (medroxiprogesterona acetato; 2,5 miligramos); la otra mitad recibió un placebo. La duración prevista de la investigación era de ocho años y medio, pero se decidió ponerle fin el 31 de mayo pasado, cuando se habían cumplido cinco años y tres meses, por haberse sobrepasado el límite de riesgo-beneficio fijado al comienzo. La conclusión fue: “El perfil riesgobeneficio encontrado no es consistente con los requisitos para una intervención preventiva de enfermedades crónicas, y este régimen no debería ser iniciado o continuado para prevención de enfermedades coronarias” (ver recuadro).
Ya a partir del segundo año se habían registrado “pequeños pero consistentes efectos adversos tempranos en los resultados cardiovasculares y generales”, según el informe, que puede consultarse completo en Internet –http://www.whi.org/– y fue financiado por The National Heart, Lung and Blood Institute de Estados Unidos. La investigación “provee los primeros datos definitivos sobre los cuales basar recomendaciones de tratamiento para mujeres saludables posmenopáusicas”, con la aclaración de que “no se refiere a riesgos y beneficios de corto plazo de hormonas administradas para el tratamiento de los síntomas de la menopausia”.
La Asociación Argentina para el Estudio del Climaterio (AAPEC) destacó ayer que “cuando un médico receta hormonas a una mujer en menopausia lo hace porque es la medicación más eficaz para aliviar los síntomas: sofocos, sudores, cambios en el humor, perturbaciones en el sueño, sequedad vaginal, entre otros. Con esto pretende mejorar la calidad de vida de las pacientes en esta etapa”. Y afirmó que “la hormonoterapia para la mujer posmenopáusica debe ser ‘cortada a medida’ para cada paciente. No todas la necesitan, en algunas está contraindicada, en otras los beneficios superan a los riesgos”.
La posición de los especialistas argentinos está en línea con la de la International Menopause Society (IMS) y con la de entidades similares europeas, por lo menos en cuanto al tratamiento a corto plazo de los síntomas vinculados con el climaterio.
Néstor Siseles –ex presidente de la AAPEC, miembro del Comité Ejecutivo de la IMS y profesor de la UBA– reconoció “la altísima seriedad de la investigación del NIH” pero advirtió que en ella “no se evaluó el mejoramiento en la calidad de vida de las mujeres que reciben THR”. Carlos Gurrucharri –vicepresidente de la AAPEC y titular de ginecología en la UBA– agregó “la alternativa de usar bajas dosis de hormonas y recurrir a otros tipos de progestágenos” que los empleados en la investigación delNIH. Ambos especialistas argentinos se manifestaron a favor de la THR “sin límite de tiempo, durante muchos años, a bajas dosis”, aunque “la mayoría de las pacientes la abandona antes de los cinco o seis años”.
Se calcula que, en la Argentina, alrededor del 4 por ciento de las mujeres posmenopáusicas reciben THR. Esta proporción se acerca al 40 por ciento en países europeos y en Estados Unidos, donde constituyen la segunda medicación más prescripta, con ventas por mil millones de dólares anuales.

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