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Sociedad|Jueves, 11 de enero de 2007
EN DIEZ AÑOS, ROSARIO REDUCE A UN CUARTO LOS CASOS FATALES EN EL TRANSITO

Manual para evitar muertes accidentales

De 195 muertos en 1995, se llegó a 45 en 2005. La clave del éxito fue la “absoluta continuidad” del plan de seguridad vial, que incluye duras sanciones para los infractores, incluida la suspensión de la licencia para conducir por largos períodos.

Por Pedro Lipcovich
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Según la directora de Tránsito, “se privilegió el control de conductas que generan accidentes graves”.

Alrededor de mil vidas humanas se salvaron en la ciudad de Rosario, gracias a que, a partir de 1995, se implementó un programa de seguridad vial que fue reduciendo la cantidad de muertes por accidentes de tránsito, desde 195 en 1995, hasta 45 en 2005. Y varios miles de personas se salvaron de sufrir heridas por la misma causa. ¿Cómo lo lograron? “El secreto es que mantuvimos una absoluta continuidad”, contesta la actual directora de Tránsito rosarina. Desde hace más de diez años, las faltas más peligrosas –manejar alcoholizado, exceso de velocidad y carencia de elementos de seguridad– se sancionan con fuertes multas y también con la suspensión del registro de conductor por largos períodos. Los que intentan sacar registro en otra jurisdicción son detectados. Todos los procesos de control están informatizados. En el comienzo, las autoridades de Tránsito afrontaron una circunstancia inevitable: “Nadie vio con simpatía las sanciones: ni la gente en la calle ni los medios de comunicación”. Sólo cuando empezaron a verse los resultados en vidas salvadas, la población empezó a respetar el programa, y aún ahora falta algo esencial: “Incorporar la seguridad vial como materia obligatoria en todas las escuelas”.

La cantidad de muertes por accidentes en las calles rosarinas había llegado a 195 en 1995, cuando, desde el área Tránsito de la municipalidad, se puso en marcha una acción en distintos frentes, que continúa hasta hoy. Ya en 1996, las muertes por accidentes bajaron a 162. En 1997 fueron 140, y bajaron a 114 en 1998; en 1999 cayeron a 103, y en 2000 a 92; en 2001 –ese año, el de la gran crisis, se suspendieron parcialmente los controles de velocidad– volvieron a aumentar levemente, a 95; bajaron a 80 en 2002, a 79 en 2003, a 68 en 2004, y en 2005, luego de la implantación de una nueva y más rigurosa normativa de sanciones, cayeron a 45, menos de la cuarta parte que diez años antes. Se estima que el año pasado los números han sido similares a los de 2005. En cuanto a heridos por accidentes viales, bajaron de 4573 en 1995 a 2843 en 2005: un 38 por ciento.

Según Hebe Marcogliese –directora de Tránsito de Rosario desde 2003–, “tal vez no hayamos hecho nada muy especial: inspectores que controlan y jueces que aplican sanciones proporcionales a la falta: el secreto es que mantuvimos una absoluta continuidad”. Desde el principio, “privilegiamos el control de las conductas que generan accidentes graves”. Esas conductas son “el consumo de alcohol, el exceso de velocidad y la no utilización de los elementos de seguridad, como los cinturones y, en ciclistas y motociclistas, los cascos”.

Las sanciones incluyen multas que llegan a los mil pesos por falta individual y que se incrementan por reincidencia; más importante aun es la suspensión de las licencias para conducir, con inhabilitaciones que van desde 15 días hasta cuatro años. “A partir de 1996, todo el proceso está informatizado, desde que se labra el acta hasta que se establece la sanción: así, el juez de Faltas tiene a su disposición todos los antecedentes del conductor”, destaca la titular de Tránsito.

“En 2005 –agrega Marcogliese–, una nueva legislación implementó penas severísimas y los resultados fueron notables: la proporción de gente que conducía con exceso de alcohol no bajaba del 18 por ciento y, con las nuevas penas, cayó al 10 por ciento.”

La velocidad se controla mediante cinemómetros, aparatos computarizados que utilizan el láser, instalados en vehículos que recorren las calles. “Este año agregaremos equipos fijos en lugares estratégicos.” En los últimos años, la proporción de conductores que manejaban a velocidad excesiva bajó desde el 18 al 2,8 por ciento. Los controles son efectuados por un equipo de 260 inspectores de tránsito municipales: en casos particulares, por falta de identificación del vehículo o la constatación de conductas muy peligrosas, se recurre a la policía.

No hay que soñar con que la población, de entrada, reciba con alborozo una política de seguridad vial efectiva: “Cuando incrementamos los operativos de control de velocidad y alcoholemia, con secuestros preventivos de vehículos con conductores alcoholizados, nadie lo vio con simpatía: ni la gente en la calle ni los medios de comunicación. La gente lo aceptó por temor a las sanciones”. Soportar esta impopularidad inicial requiere “que la seguridad vial sea una cuestión de Estado, que trascienda toda bandera política. Trabajamos con la mayor independencia de las políticas partidarias”.

De todos modos, también idearon incentivos más amables: “Los que aprueban el control de alcoholemia reciben regalos, provistos por empresas patrocinantes: remeras, lapiceras, gaseosas. Prestamos especial atención a las fechas estratégicas, como el Día del Amigo, que en Rosario se celebra mucho. El control va precedido por campañas de difusión, con operadores muy informales que van a los lugares, a los bares; cuentan con folletería accesible; también hay programas para grupos específicos, ciclistas, camioneros”.

Pero falta todavía algo esencial: “Incorporar la seguridad vial como materia obligatoria en las escuelas del país. Nosotros trabajamos ya, hacemos talleres. Tenemos convenios con varios colegios: los alumnos de último año del polimodal pueden cursar la materia y, si la aprueban, después, cuando vayan a sacar el registro de conductor, les damos por cumplido el examen teórico; y tenemos dos parques viales para chicos de primaria, abiertos también los fines de semana, donde se integra el juego con el aprendizaje. A largo plazo, esta educación es fundamental. En los adultos, modificar las conductas suele ser prácticamente imposible si no es a través del rigor”.

Y hay dificultades de otro orden: “En los últimos años, hubo un crecimiento importante en la cantidad de vehículos, que no fue acompañado por una modificación en la estructura vial y en los sistemas de transporte: hacen falta mejores transportes públicos y conseguir que la gente se acostumbre a usarlos en reemplazo de sus vehículos particulares”.

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