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Sociedad|Domingo, 21 de julio de 2002
UN CASO DE MOVILIZACION EN SOLANO

El arroyo

La asamblea del barrio Arroyito Las Piedras se movilizó por el increíble grado de contaminación que sufren: mucha gente tiene convulsiones inexplicables, sospechosamente nadie quiere analizar las aguas y las regulares inundaciones nunca se solucionan.

Por Laura Vales
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El arroyo Las Piedras corta el asentamiento en Solano y cuando se desborda ahoga chicos y arrasa casas.
–Son espíritus –dijo la mujer.
A algunos vecinos les pareció gracioso.
–No son espíritus, fue epilepsia –dijo en cambio María Rodríguez.
Pero ella estaba convencida: “Son espíritus, lo que pasa es que no todos pueden verlos”. Algunas personas del barrio pensaron que tal vez podría ser. Por alguna razón en Arroyito, localidad de Quilmes, la gente tiene convulsiones. No se sabe por qué.
César Montes las empezó a sufrir cuando cumplió 15 años. Mario, el viejo de la calle 889 que junta cartones con un carro, empezó en el ‘99. Patricia, hija de doña Hermosa, convulsiona de chica. “¿Ve a ese chico que camina por la vereda de enfrente? –pregunta María a Página/12–, ¿ve que está bien, que está gordito? El mes pasado le dio un ataque mientras tomaba mate en la vereda.” Las convulsiones son un mal extendido en la zona.
Arroyito es parte de Solano. Al barrio lo bautizaron así por el arroyo Las Piedras, una corriente de deshechos químicos y basura que lo atraviesa. Quien quiera visitarlo puede ir hasta el cruce de la avenida Monteverde y la calle 891. Encontrará que el agua es de color variable, dependiendo del día: puede estar roja, azul, o incluso con espuma, como si le hubieran echado detergente. Quien vaya notará también, tras 15 o 20 minutos de permanecer en el lugar, que los labios se resecan y la boca arde. Son las emanaciones del arroyo. En el cruce de Las Piedras y la calle 852 este verano murió César. La historia que sus vecinos cuentan en esta nota es la que siguió a esa muerte. Muestra cómo la gente se organiza en el Conurbano, en ese tránsito que va desde el desaliento o la rabia ciega a los cortes de ruta y los planes de lucha piqueteros.
Piqueteros y policías
María Rodríguez es manzanera desde el comienzo, cuando Chiche Duhalde creó el Plan Vida. Tiene once hijos, uno de ellos policía. Al principio de 2001 se sumó a la Corriente Clasista y Combativa, aunque igual sigue repartiendo la leche del plan. Para ella no hay ninguna contradicción, cuando cuenta que es manzanera lo hace con orgullo.
–Mamá, si se te ocurre ir a la marcha te ato a la pata de la cama– le advirtió el mes pasado el hijo, cuando se preparaba la movilización a Plaza de Mayo contra la represión en Avellaneda. Por supuesto, ella fue igual. Ese día, desde su zona salieron unas dos mil personas, pero dos años atrás en los cortes no eran más de sesenta. María y sus vecinos de Arroyito se reúnen los sábados con un equipo de psicólogos sociales de la Escuela Pichon Rivière para hablar sobre los avances o retrocesos en sus cosas. Se juntaron por primera vez en noviembre, en diciembre miraron el 19 y 20 por televisión, en enero decidieron participar de una marcha por la salud con otros siete barrios. Entre los puntos en reclamo ya figuraba la limpieza y entubamiento del arroyo.
Caminaron desde el puente hasta el hospital de Solano, donde los recibió la directora. La mujer escuchó y explicó que no tenía presupuesto. Los vecinos pidieron que los médicos se sumaran entonces al reclamo por el arroyo. No se trata sólo de la contaminación. Cuando hay lluvias intensas, el agua desborda. Las Piedras pasa por el patio trasero de la casa de María; en la última inundación el arroyo subió hasta la altura de su cintura. En la medida en que el cauce no se limpia, las inundaciones se vuelven más frecuentes. Cuando está crecido los bomberos no aparecen y las ambulancias no entran. Cuando el agua del arroyo toca la piel, salen urticarias y se infectan las heridas.
En febrero, sin ninguna respuesta, decidieron hacer hincapié en los reclamos por el arroyo, “incluso por encima de los planes de empleo”. Elmiércoles 6, seiscientas personas cortaron la ruta para pedir que limpiaran el arroyo, pero nadie los atendió.
De 60 a cuatro mil
Cuando César murió sus vecinos decidieron llevar el problema de Las Piedras a todas las movilizaciones. Fue tres días más tarde de esa protesta, cuando hubo una nueva inundación. El chico se ahogó. “Antes habían muerto otros por el arroyo”, dice María. Pero esa vez, posiblemente porque ya se reunían todos los sábados y había un espacio donde hablar del tema, la reacción fue distinta. A María le dio tanta bronca que buscó el mantel blanco del comedor de su casa e hizo con él una pancarta: “El arroyo nos enferma y nos mata en silencio”, escribieron en la tela. Junto al resto del barrio armaron un relato de lo sucedido, que escribió unas de las psicólogas sociales, Mónica Di Leo. Aparte se reproduce un extracto de ese texto. Llevaron fotocopias al hospital y lo leyeron en los cacerolazos de los viernes. A la semana, en el hospital los esperaban dos médicos.
–Vuelvan la semana que viene. No perdamos el contacto –propusieron.
Los vecinos de Arroyito han reclamado que se realicen análisis del agua para saber si allí está el origen de las convulsiones. En los últimos ocho meses, desde que empezaron a reunirse, descubrieron que el mal que creían que sufrían unos pocos ataca en realidad a muchos en el barrio. Ya nadie piensa que se deba a los espíritus. Hasta ahora, nadie ha mostrado voluntad de hacer esos estudios. Aunque como algo remoto, en Arroyito recuerdan que el intendente de Quilmes, Fernando Geronés (UCR), estuvo en en el lugar, hace unos dos años. “Hubo una inundación grande y él entró en una lancha para sacar a una mujer que esperaba en el techo de su casa”, dicen. El salvataje fue ampliamente difundido. Después de eso no volvió a haber novedades.
En la última marcha por el arroyo, médicos y docentes se sumaron a la columna de los piqueteros. En total fueron cuatro mil personas de siete barrios. El municipio firmó un acta-acuerdo en el que se comprometió a limpiar y mantener libre de basura el fondo de Las Piedras. Tenían que empezar los trabajos el primero de junio, pero nunca fueron. Dicen que por falta de gasoil para las máquinas.

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