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Sociedad|Martes, 23 de julio de 2002

Los detenidos son tan chicos que hasta pasan entre los barrotes

Como señal del dramático aumento del delito infantil, los jueces de Lomas pidieron un cambio de barrotes porque dos chicos de 14 escaparon por el medio. Los institutos están hacinados.

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El chico de 14 años apodado Chucky, que asaltó el supermercado, pasó a la fama.
Junto con éste, se conocieron numerosos delitos con chicos cada vez menores.
Es como si sobraran hasta las metáforas para dar cuenta de la dimensión que tiene el drama del delito infantil en el Gran Buenos Aires. No sólo de pronto son noticia los robos de bagatelas cometidos por chicos de hasta 11 años en distintos puntos de la Capital y el conurbano sino que los jueces de Lomas de Zamora pidieron que se coloquen barrotes suplementarios a los calabozos de menores del Palacio de Tribunales porque los chicos detenidos, de tan chicos, logran cruzar sus subalimentados cuerpos por entre las rejas de siempre. Así al menos ocurrió el último viernes cuando dos adolescentes de 14 consiguieron pasar por entre los hierros, aunque fueron recapturados antes de que salieran del edificio. Eran sólo dos de los 123 menores de edad internados como “peligrosos” en lugares de encierro no aptos para la readaptación mientras esperan una vacante en los institutos de máxima seguridad, que según la Procuración General de la Corte bonaerense, están repletos, eclosionando.
Después de la fama conseguida por el tambaleante cuerpo del chico de 14 años que estuvo en la toma de rehenes de Gerli el último viernes, y de que se conociera la historia de un chico de 11 que habría matado a un abuelo de 90 en Mar del Plata, cinco chicos de entre 11 y 16 fueron detenidos ayer por hechos que van del robo de 14 pesos al homicidio del comisario de Morón, Daniel Palacios. El de 11 esta vez fue “Jopo”, un pibe al que la Bonaerense detuvo cuando escapaba después de robar a mano armada un taller mecánico de Villa Pineral, llevándose pocos pesos y arrastrando un carrito de herramientas con un arrancador de baterías, un soldador y un matafuegos. Más de madrugada, pasada la 1.30, la Federal detuvo en Saavedra a un chico de 12 y dos de 15 que antes habían robado un Renault Twingo con el que luego asaltaron dos pancherías, una de la calle Larralde al 6100, y otra al 6400. La policía interrogó a un chico de 12 que esperaba en la estación de trenes a los que dijo eran sus hermanos. Uno de ellos tenía encima un arma calibre 22, algo de dinero y las llaves del Twingo.
El crimen del comisario Palacios que conmocionó al Ministerio de Seguridad y Justicia por sus ribetes “sospechosos” es atribuido desde ayer a un menor de 16 años. Palacios, segundo de la DDI de Morón, estaba en su casa quinta de Tortuguitas el 13 de este mes junto con cuatro policías que lo custodiaban cuando supuestamente se olvidó la puerta abierta y dos encapuchados entraron a los tiros. Sus custodios juran que excepto uno de ellos, los demás no tenían al alcance sus armas. Lo cierto es que Palacios murió de un solo tiro que le entró por la espalda y el único policía que lo defendió declaró que sus atacantes escaparon en un Volkswagen Polo oscuro. Ahora a través de un testigo de identidad reservada se llegó al chico de 16, en cuya casa se encontró una pistola 11.25, el mismo calibre con el que mataron a Palacios. “El chico declaró ante el juez de menores y asegura que nunca estuvo en el lugar del hecho”, le dijo a Página/12 una fuente de las fiscalías de San Martín, donde se investiga el crimen.
En medio de semejante protagónico de los chicos ladrones, la Procuración divulgó ayer una estadística que demuestra que el Estado no tiene ninguna previsión ni estructura que pueda hacer asomar una solución al problema. Sin ley de menores –en el 99 por ciento de los casos los chicos no son juzgados por lo que hacen pero sí encerrados por su supuesta “peligrosidad”–, en Buenos Aires hay 123 chicos que esperan por un lugar en un instituto de máxima seguridad. De ellos 34 viven hacinados en comisarías y 89 en centro de reubicación. Pero además hay 98 chicos no considerados peligrosos que igual están privados de su libertad en comisarías bonaerenses. Son 330 los que llenan el resto de las instituciones de encierro que dependen del Consejo del Menor.
De entre los chicos presos por delitos penales como el hurto o el robo, dos se escaparon por breves minutos el último viernes. Con catorce años pero contexturas físicas de menor edad pudieron pasar sin dificultad por entre los barrotes de la alcaidía de menores de los Tribunales de Lomas deZamora. Por eso la jueza Marta Pascual, quien decidió la internación en máxima seguridad del chico de 14 que borracho intentó asaltar un supermercado en Gerli, solicitó una reforma en los calabozos. Lo mismo había pedido el juez de menores Raúl Donadío cuando hace un año un detenido de 12 años se había escapado al atravesar las rejas por su pequeñez infantil. A eso se le suma que como los calabozos están unos enfrente de otros, los menores detenidos se escupen y se insultan en los subsuelos de los Tribunales de Lomas.
“Sin una ley de responsabilidad penal para menores, al menor nunca lo van a juzgar pero va a sufrir consecuencias quizás más duras que las de un adulto, puede ser estar encerrado hasta los 18 o los 21”, le dijo a Página/12 el especialista Fabián Cacivio, secretario de un Tribunal de Menores de La Plata. Para Cacivio, a pesar del discurso dominante “no es cierto que no sean penados. No lo son formalmente, pero la pena está”.
Para Rodolfo Gómez, director del Centro de Contención de Moreno, la situación “es responsabilidad de un Estado discapacitado que no interviene y que abandona”. Gómez está seguro de que “es un mito que la policía persigue a los delincuentes y a los pibes chorros. Si arreglan, arreglan, si no los detiene, es una forma de regulación en una provincia que no tiene dónde meter a los chicos, ni sabe qué hacer con ellos”.

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