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Sociedad|Jueves, 19 de abril de 2007

Un testigo que habló sobre la víctima hizo llorar a Carrascosa

El responsable de un comedor infantil contó la ayuda solidaria de María Marta y el viudo terminó llorando. El recibió prendas de la mujer, que luego debió devolver porque eran prueba judicial.

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El jardinero Fabricio Courreges aseguró que en el velorio ayudó a sacar el colchón ensangrentado.

Por primera vez, el viudo célebre lloró ante el tribunal. Algunos periodistas presentes en el juicio se animaron a deducir que fue su primer llanto en lo que va del juicio. Ayer, además, declaró el todavía jardinero de “mi patrón” que recordó haber ayudado a trasladar el colchón ensangrentado a la terraza para que la mucama lo cepillara. También declaró el titular del comedor infantil que recibió, donadas por la familia, las pruebas legales que vestía MM el día trágico. El remisero que llevó las ropas duró dos minutos. Y también declaró el supervisor de la empresa de seguridad Cazadores, a quien lo acosaron con la mención de Pachelo y los vigiladores truchos, y soportó el embate. A última hora, se supo que el fiscal de Casación Juan Martín Romero Victorica habría contestado con un duro escrito explicando por qué no quiere, no quiere y no quiere presentarse a declarar.

Por orden de aparición, primero declaró el jardinero Fabricio Courreges, quien se mostró muy nervioso, golpeteando con sus mocasines contra el piso y abrazándose como quien intenta contenerse a sí mismo. Sus nervios no pudieron empañar su declaración: Courreges aseguró que en el velorio ayudó a sacar el colchón ensangrentado. Fuera de eso, el parquista aclaró que trabaja todavía para “mi patrón” y que, entre otros, “mi patrón” tiene a un par de procesados por encubrimiento en el caso, o sea, Bártoli y Binello. A Courreges, la defensa intentó arrimarlo al relato de Pachelo, cuando se le preguntó por el perro Tom (en teoría robado por Pachelo). Pero Courreges lo único que aportó fue el relato descriptivo de cuando una cortadora de césped le cortó la pata al animal.

Siguió Roberto Effling, a cargo del comedor infantil al que concurrían 170 chicos y con el que MM colaboraba proveyendo comida y medicamentos. En su relato, Effling recordó cuando se enteró de la muerte de MM. “Lo que pasa es que para mí primero está mi madre; segundo, mi mujer, y tercero María Marta”, intentó explicar, por lo benefactora, pero en ese momento empezó a balbucear y, mientras hablaba, lloró. Y allí se produjo la situación: Carrascosa, cuyo asiento se ubica a no más de dos metros de la silla de los testigos, empezó también a llorar. Silenciosamente enjugó con los dedos pulgar e índice de su mano izquierda por debajo de los lentes. Después, se quitó los anteojos y pidió un pañuelo al abogado Ferrari, que carecía de él, y al abogado Cafetzoglus, que se lo proporcionó. Limpió (o secó) sus lentes, devolvió el pañuelo y volvió a colocarse los lentes.

Pasado el trance, Effling recordó cómo Irene Hurtig le envió por remise la donación de pruebas lavadas que vestía MM y cómo después, a pedido de la propia IH (instada por el fiscal), ubicó a la mujer receptora de esa donación, quien le devolvió la camisa pero ahora con las mangas cortas porque a la mujer, por más que se la probaba, la prueba no le entraba.

A una pregunta de la defensa, Effling respondió con toda sinceridad que al ver en el velorio el rostro de MM no la vio maquillada. “Era una mujer muy simple, no se maquillaba –dijo–. Y ese día (en el velorio) se veía bien y no tenía el rostro maquillado. Se la veía como siempre.” “Que conste en actas”, pidió el abogado Cafetzoglus, aunque la constancia no pareciera demasiado beneficiosa ya que, después se supo, en esa cama MM no estaba como un día cualquiera y se debería presumir algún efecto de la naturaleza para colorear el blanco cadavérico hasta levantarlo al rosado normal que lucía.

El remisero Enrique Tacchetti, el que transportó la prueba donada, así como llegó, pasó. “Era una caja cerrada”, dijo. Y se fue. Después llegó el supervisor de Cazadores, Alberto Mercado, de saco, pantalones, zapatos, bigote y jopo negro. Entre la querella y la defensa intentaron hurgar en las sospechas sobre Pachelo y los vigiladores. Pero el tribunal y las defensas (incluyendo la querella) quedaron enredados en los horarios del relevo. Hoy la audiencia continúa en El Carmel.

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