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Sociedad|Sábado, 21 de abril de 2007
UN LIBRO CON TESTIMONIOS DE NIÑOS Y NIÑAS QUE VIVEN CON VIH

El rostro más oculto de la pandemia

Por Mariana Carbajal

“En segundo grado me decían sidosa”, contó Keren, una niña de 11 años de Honduras. “Cuando me quisieron poner en preescolar no me querían aceptar en el colegio por mi enfermedad”, recordó Victoria, de 14, de Uruguay. “Con mi familia todo bien, pero con otras personas siento como una obligación tener que mentirles (sobre mi situación)”, se lamentó Nicolle, una argentina de 13. Sus voces y las de otras nenas y adolescentes latinoamericanas que viven con el VIH fueron reunidas en un libro producido con el apoyo de Unicef –que se presentó ayer– y que tiene como objetivo visibilizar el rostro más oculto de la pandemia del sida: el de la niñez, particularmente femenina, infectada con el virus. En Argentina hay notificados casi 3000 casos de menores de 13 años con el VIH/sida. El 92 por ciento se contagió a través de su mamá, durante el embarazo, el parto o el amamantamiento.

“Una vez no me querían dar medicamentos y yo tenía que tomar sí o sí, si no me decaía y me podía morir, así le dijo el doctor a mi padre. Y tomé medicamentos vencidos para seguir tomando la misma medicina, para no interrumpir, así le dijo el doctor a mi padre. El medicamento vencido parece como si fuera un yogur y te duele todo el cuerpo, como las manzanas cuando están podridas, es así el sabor”, contó Fernanda, de 10 años, de Bolivia. “En la escuela no sabían mi diagnóstico, porque si supieran, capaz que ni se voltean a verme los chavos”, dijo Lizzie, de 16, de Guatemala.

Ellas –el libro reúne 13 testimonios– dicen que no lloraron cuando supieron del diagnóstico positivo. De ese denominador común surgió el título del volumen: Y ni siquiera lloré. Pero es difícil contener las lágrimas al escuchar o leer las palabras de estas chicas, sus miedos, sus tristezas, las situaciones de discriminación que han sufrido por estar infectadas con el VIH. “Leyendo el libro, yo sí lloré”, admitió Nils Kastberg, director regional de Unicef para América Latina y el Caribe.

El volumen fue producido por la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH/Sida (ICW), con el apoyo de la Oficina Regional de Unicef. Y se presentó ayer en el marco de la última jornada del IV Foro Latinoamericano y del Caribe en VIH/Sida que se desarrolló en Buenos Aires.

La idea de la publicación es darle visibilidad a la niñez que vive con la infección y mostrar que pueden llevar una vida normal. “Para que no les suceda lo que a nosotras, que hemos sido invisibilizadas”, dijo Rosa Dunaway, representante del Capítulo Honduras de ICW Latina y mamá de Keren, una de las niñas que brindó su testimonio para el libro. Keren y Victoria, una adolescente uruguaya, participaron de la presentación. “La mayoría de la gente no sabe que hay niñas y adolescentes conviviendo con el VIH y las discriminaciones que ustedes sufren. Es bueno que el mundo se entere”, les dijo Kastberg. “Esperamos sea éste un primer paso hacia la comprensión, que despeje el camino lo suficientemente complejo que les toca enfrentar por el solo hecho de ser niñas y adolescentes que viven con VIH/sida”, señaló la argentina Patricia Pérez, secretaria regional de ICW y candidata al Premio Nobel de la Paz.

–Hay alguna actividad que no puedas hacer o que la puedas hacer cuidándote mucho, por vivir con VIH/sida? –le preguntaron para el libro a la argentina Nicolle, de 13, que vive en una zona rural, pobre, de San Juan.

–Por ahora creo que ninguna, no me privo de nada por suerte. Estoy tomando medicación. Ahora estoy muy bien con eso, pero cuando tenía alrededor de 6 o 7 años me acuerdo que tomaba un jarabe que era horrible –respondió Nicolle, amparada –como la mayoría de las entrevistadas– en un nombre de fantasía. Nicolle contó que ninguna de sus amigas sabe que tiene el VIH. Muchas, como ella, prefieren ocultarlo. “Lo saben mis familiares y amigas de mi mamá”, aclaró la sanjuanina.

En Argentina, los infectados menores de 13 años rondan los 3000: casi la mitad son varones y la otra mujeres. “Acepto dar testimonio para contárselo a otros niños, que lo lean y que si ellos lo tienen, que no se sientan mal. Yo ahorita tengo un poco de miedo, pero más allá, dentro de un tiempo, ya voy a poder, ya no voy a tener el miedo”, reflexionó Angelical, una hondureña de 10 años.

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