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Sociedad|Sábado, 7 de julio de 2007

Namuncurá, el santo popular que Benedicto XVI convirtió en beato

Muerto a los 18 años, Ceferino Namuncurá es el primer argentino de origen indígena reconocido como beato por la Iglesia.

Por Washington Uranga
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De origen mapuche, Ceferino Namuncurá nació en Río Negro en 1886.

Ceferino Namuncurá, un indígena mapuche, nacido en Chimpay (Río Negro) en 1886 y fallecido en Roma apenas 18 años después, es el primer argentino miembro de una comunidad originaria reconocido como beato por la Iglesia Católica, a partir de un decreto firmado ayer en el Vaticano por el papa Benedicto XVI. El pontífice rubricó la notificación oficial que le elevó la Congregación para las Causas de los Santos de la Santa Sede después de aceptar como milagro concedido por la intercesión de Ceferino la curación de una mujer cordobesa de 24 años. A esta persona se le había diagnosticado cáncer de útero y, según las pruebas reconocidas por la Iglesia, recuperó incluso la capacidad para concebir. El hecho ocurrió en el año 2000. La beatificación de Ceferino le abre el camino a la santidad oficial de la Iglesia a pesar de que, desde mucho antes, en especial en la Patagonia, ya contaba con el reconocimiento y la devoción de los fieles, fruto de la religiosidad popular.

Según lo anunció la Agencia Noticiosa Salesiana (ANS), la ceremonia de beatificación se celebrará el próximo 11 de noviembre en Chimpay, dato que también fue confirmado por el obispo neuquino, Marcelo Melani. Fuentes de la congregación salesiana indicaron como “probable” que a la ceremonia de beatificación, que consistirá en una gran concentración popular y una eucaristía, asista el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, el segundo en la jerarquía vaticana y también religioso salesiano.

Ceferino Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay y es hijo del cacique Manuel Namuncurá y de la chilena Rosario Burgos. Cursó estudios primarios en una escuela de oficios en Tigre (Buenos Aires) y luego en el colegio Pío VII, en la Capital. Se afirma que en este último establecimiento educativo fue compañero de Carlos Gardel. En 1903 el joven Namuncurá resolvió ser sacerdote. En 1904 los salesianos decidieron trasladarlo a Italia, donde completaría sus estudios teológicos y, al mismo tiempo, podría ser atendido de la tuberculosis que padecía. El 11 de mayo de 1905 el mapuche Ceferino Namuncurá falleció en Roma y sus restos fueron traídos al país apenas en 1924.

La beatificación de Namuncurá es también el resultado de una decidida acción institucional de la Conferencia Episcopal Argentina, que se empeñó en encontrar pruebas que pudieran ser aceptadas como irrefutables por el Vaticano a fin de comprobar los milagros realizados por el ahora beato indígena. El sacerdote Vicente Tirabasso, superior de los salesianos en la Patagonia Norte, afirmó que Ceferino tuvo “una fe profunda, radical. Porque amó a Cristo, desde su pueblo, con todas las connotaciones de vivir la vida en plenitud. También por su actitud de servicio, porque decidió ser sacerdote para ser misionero entre su gente y por su profunda expresión de sacrificio demostrada frente a sus padecimientos de salud”.

El obispo de Neuquén, Marcelo Melani, responsable de la pastoral aborigen de la Conferencia Episcopal, dijo que la beatificación de Ceferino constituye “una inmensa alegría para la familia salesiana y para la Patagonia argentina y también debería serlo para toda la Iglesia en Argentina”. El obispo negó que la causa eclesiástica para declarar “beato” al discípulo salesiano se hubiera demorado durante décadas debido al culto público popular ya existente por la figura de Ceferino. “No es así”, dijo Melani. “Hubo errores en el proceso y sobre todo no existía un milagro que pudiera certificarse, aunque sí muchos testimonios de gracias recibidas por Ceferino”, agregó. Al reconocer la existencia de un extendido culto popular hacia el nuevo beato, Melani dijo que con Namuncurá “se produjo algo muy espontáneo, porque la gente comenzó rápidamente a tenerle confianza, a hablarle en forma sencilla y a rezarle para que intercediera ante Dios”.

Hasta el momento, el único santo argentino es Héctor Valdivielso Sáenz, que nació en Buenos Aires en 1910 pero en 1914 viajó a España con sus padres. Allí ingresó a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y murió como mártir en 1934. Su proceso de canonización fue iniciado por España y fue declarado santo por Juan Pablo II en 1999, junto con otros nueve mártires españoles. La Iglesia argentina ha iniciado casi medio centenar de causas para canonizar religiosos y laicos argentinos, a quienes se les reconoce que “dieron testimonio de su fe o murieron por su fidelidad al Evangelio”, pero ninguno de ellos ha alcanzado la condición de santo. Dos procesos en los que la Iglesia argentina está poniendo mayor interés se cuentan los de fray Mamerto Esquiú y Gabriel “el cura” Brochero. Entre las presentaciones más recientes se cuentan la de los religiosos palotinos asesinados durante la dictadura militar Pedro Duffau, Alfredo Leaden, Alfredo Kelly, Salvador Barbeito y Emilio Barletti. También se iniciaron los procesos de canonización del cardenal Eduardo Pironio, fallecido en 1998, y del empresario Enrique Shaw (1921-1962). Se conoce también que se adelantan los pasos para solicitar que se considere santo al obispo de La Rioja Enrique Angelelli, asesinado el 4 de agosto de 1976.

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