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Sociedad|Martes, 13 de noviembre de 2007
DRAMATICO RELATO DE LA MUERTE DE DIEGO PERALTA

Un porro tras el asesinato

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Los padres de Diego Peralta en el inicio del juicio oral.

El de Diego Peralta fue el primer caso de una serie de secuestros extorsivos que terminaron en homicidio. Tenía 17 años, vivía en El Jagüel y apareció apuñalado en una tosquera de Ezpeleta en julio de 2002. Su crimen provocó la quema de una comisaría de Esteban Echeverría. Cinco años y medio después, ocho de los nueve acusados por su secuestro y asesinato comenzaron ayer a declarar frente a la Justicia. Marcelo Cejas se reconoció culpable del secuestro pero se desentendió del asesinato, que atribuyó a Julio Rotela y David Pereyra. El remisero que lo llevaba a Diego al colegio dijo haber sido golpeado cuando lo secuestraron, y negó haberlo entregado. Según Cejas, el asesinato se festejó con marihuana.

Según se pudo reconstruir a partir de las declaraciones de Fermín Amarilla –acusado de ser su entregador– y de Marcelo “Chelo” Cejas –imputado por su asesinato–, el 5 de julio de 2002 a las 7.20 un Senda rojo interceptó el remise en el que Amarilla conducía a Diego al colegio. Al grito de “¡Alto, policía!”, Marcelo “Chelo” Cejas, Julio Rotela, Enrique Báez y David “Chaca” Pereyra lo raptaron. Chaca interrogó: “¿Sos Diego Peralta?”. “Sí”. “¿Tu papá tiene almacén?” “Sí” “Y plata.” “No.”

Los secuestradores creían que Luis Peralta tenía 200 mil dólares ahorrados. Estaban enojados porque el padre no pagaba. Diego sobrevivió tres días. El primero comió mandarinas y lácteos, y por la noche lo doparon con un tranquilizante. El segundo comió fiambre, y la pastilla llegó de tarde. El tercero, ravioles. Y él pidió la píldora.

Según el relato de Cejas, Rotela propuso “matar al guacho”, porque temía que le hubiera visto la cara. Rosita y Cejas se negaron. Rotela agarró un cuchillo y junto con Chaca y Carlos “Pipi” Garzón llevaron a Diego a una tosquera en Ezpeleta. Diego bajó del auto tambaleando por los tranquilizantes. Rotela le quitó el crucifijo que tenía en el cuello.

Poco después llegaron a la casa de Chaca, donde esperaban Cejas y Báez. Quemaron la ropa ensangrentada y algunos “porros”. No hubo comentarios ni preguntas. “No tenían nada que perder”, declaró ayer Cejas.

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