El joven Diego Peralta fue apuñalado reiteradamente en la espalda y el cuello y arrojado sin vida a la tosquera de Ezpeleta, donde su cadáver fue hallado el 12 de agosto pasado. Así lo determinó el primer informe de la autopsia, firmada por los forenses Oscar Losetti y Fernando Trezza.
Según se desprende de ese escrito, Peralta fue asesinado cuando se encontraba consciente, ya que su cuerpo no presentaba golpes, ni en el cuerpo ni en la cabeza. Además, “se efectuaron incisiones longitudinales exploratorias a nivel del dorso del tronco, glúteos y caras anteriores y posteriores de miembros inferiores en busca de hematomas profundos, con resultado negativo”. En otras palabras, el cuerpo no presentaba golpes internos.
Sin embargo, todo indica que el joven estuvo de rodillas antes de morir, pues su pantalón presenta “abundantes restos de barro adheridos, siendo predominante en las regiones correspondientes a las rodillas”, pero el informe nada dice de roturas. De ello, según explicaron fuentes judiciales, “puede deducirse que estuvo de rodillas y no que hubiera sido arrastrado con las rodillas rozando el suelo, porque en ese caso debía haberse roto o, por lo menos ajado”.
La confusión inicial sobre el presunto “borrado” de las huellas digitales fue explicado por los forenses como un “desprendimiento ‘en guante’ con desaparición de la piel de las manos por efecto de la inmersión”. El supuesto “borrado” fue, entonces, producto de un proceso natural de putrefacción del cuerpo y no una maniobra deliberada de los asesinos.
Si bien el informe no lo dice expresamente, por la descripción del estado de descomposición del cuerpo las fuentes consultadas estimaron que Peralta murió “unos diez días antes” de que su cuerpo fuera hallado.
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