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Sociedad|Lunes, 28 de enero de 2008
PROTESTA DE VECINOS POR LA AMPLIACION DE LA AU1

A Parque Chacabuco con peaje

La entrada del Parque Chacabuco, en la esquina de Mitre y Asamblea, parece un boulevard. Sentados sobre los costados laterales, los vecinos charlan y matean; un chico hace pie en la plazoletas de esa calle interna para poder pedalear una bicicleta cuyo rodado lo excede. En el centro, varias personas discuten y portan pancartas. Una dice: “No al cemento indiscriminado”. Han decidido convocar a una asamblea dominguera para insistir sobre el daño que producirán la salidas de la autopista 25 de Mayo, que a diferencia de las que hay a sólo tres cuadras de ahí, son bajadas para los que vienen del centro y subidas para dirigirse allí (el centro queda a sólo cincuenta cuadras). Margarita e Irene, madre e hija respectivamente, llevan la voz cantante en este asunto y dicen que “el parque está herido”, mientras muestran las fotos de los árboles cortados.

Acompañado por ambas mujeres, Página/12 recorrió la polémica obra iniciada en mayo del año pasado, sin despertar las sospechas de los vecinos. “Primero pusieron un cartel que decía: ‘Remodelación del centro deportivo’ y taparon los materiales de la obra con una lona”, recuerda Irene. El viejo truco de ocultar mostrando continuó durante varios meses y hasta hubo una interesante instalación artística, montada delante de esas lonas, que invitaba a reflexionar sobre el uso del espacio. Su autora, Carolina Andreotti, mostró diapositivas sobre su casa, demolida para hacer la autopista que cruza ese parque.

Las obras estuvieron paralizadas durante la últimas elecciones de la ciudad y “cuando llegó (Mauricio) Macri volvieron acelerados, a veces trabajan hasta la una de la mañana”, agrega Irene. Luego de pedir informes al nuevo gobierno y con la llegada de los primeros paneles de cemento y las vigas de acero, la construcción se hizo indisimulable. En el afán de sumar peajes y evitar escándalos, la empresa AUSA apura las obras para inaugurar en mayo; Margarita, al ver tres cotorras apoyadas en las rejas internas del parque, se lamenta: “Ya quedan pocas. Siempre les pusimos alpiste a los pájaros en nuestro balcón y venían un montón; pero ahora vienen muy pocos por el ruido de esas máquinas”.

Además de la contaminación sonora, estos accesos dificultarían el tránsito de un barrio que se enorgullece por su tranquilidad. “Tratar de sumar más tráfico acá es una locura”, comenta el diputado Sergio Abrevaya, de la Coalición Cívica, que caminó junto a varios integrantes de la asamblea para enterarse de la situación. “Es la calidad de vida lo que está en juego”, repiten los vecinos que ya presentaron amparos y reclamos en la Legislatura porteña y la Defensoría del Pueblo, aunque nada parece detener la contruscción, que se mantiene fiel a la política de los hechos consumados. Margarita e Irene siguen juntando firmas. “Nadie nos consultó sobre esto, de a poco, se están quedando con el parque.”

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