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Sociedad|Sábado, 7 de septiembre de 2002
ESTUDIAN DE QUE MODO LAS CARAS REVELAN EMOCIONES

Cuando las expresiones hablan

Un grupo británico y otro norteamericano clasificaron las expresiones faciales y estudian cómo se manifiesta cada emoción.

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Satisfacción, ironía, aburrimiento, enojo, desprecio, frustración: cada expresión fue analizada y clasificada en un grupo.
Por Dea Birkett *
Desde Londres
¿Se siente triste? ¿Feliz? ¿Frustrado? ¿Despreocupado? ¿Furioso? ¿Cree que la forma en que muestra esas emociones es única? Bueno, piénselo otra vez. Aun la expresión de los sentimientos más personales puede ser dividida en grupos, clasificada y, tal vez, enseñada. Eso muestra la publicación de Mind Reading, un DVD interactivo que exhibe cada emoción humana posible. Exhibe las 412 formas distintas en que sentimos: el primer diccionario visual del corazón humano. Simultáneamente, en la Universidad de California diseñaron una base de datos sobre los minúsculos movimientos de la cara ante cada emoción, un sistema que permite “leer” e interpretar expresiones y por el que ya se interesan autoridades policiales de varios países.
Los intentos por clasificar el corazón humano empezaron con Darwin. Su libro La expresión de las emociones en hombres y animales, publicado en 1872, dividía las emociones en seis tipos: enojo, temor, tristeza, disgusto, sorpresa y placer. La expresión de este pequeño grupo de sentimientos era universal y reconocible para cualquiera, de cualquier cultura. Si alguien estaba feliz en la jungla de Nueva Guinea, un hombre de Londres podía saberlo por su cara. Cualquier otro sentimiento era considerado derivado de este grupo. Expresiones de emociones más complejas eran probablemente aprendidas y por lo tanto más específicas de cada cultura. Pero ahora se cree que, mientras que los gestos no atraviesan fronteras culturales, muchas más expresiones de la media docena de Darwin se comparten en todo el mundo. Es como si estuvieran grabadas en el cerebro.
El proyecto fue concebido por el profesor Simon Baron-Cohen, del centro de investigación sobre autismo en Cambridge, Inglaterra, como una ayuda para personas con autismo, que tienen dificultad para leer y expresar emociones. Pero rápidamente se hizo evidente que tenía usos más extendidos. Novelistas, actores y pintores necesitan trabajar sobre una gran gama de expresiones emocionales que podrían enseñarse.
El equipo de Baron-Cohen primero tuvo que decidir qué se consideraba una emoción. Se diseñó una regla simple: la emoción era un estado mental que podía ser precedido de frases como “Siento que...”, “El parece estar...” o “Ella suena...”. Utilizando esta definición, se identificaron 1512 términos de emociones, que se sometieron a un panel que debía decidir si cada uno representa una emoción separada, o si eran sinónimos. La lista fue reducida a 412 y clasificada en 24 grupos.
Una vez que las emociones fueron clasificadas, un DVD pareció la forma más eficiente de exhibirlas. En Mind Reading, cada expresión es actuada seis veces por seis diferentes actores. Cualquier otro método de mostrar todas las 412 habría sido más complejo. El momento en que uno intenta describir en palabras lo que sucede cuando alguien se ve resentido, por ejemplo, todo se vuelve desesperadamente extenso.
Pero aunque consideramos difícil describir cualquier emoción, instantáneamente la reconocemos al verla. “Aun cuando los actores luchaban para conseguir una emoción, había un momento único en que estaba allí. Era realmente claro cuando lo conseguían”, dice Cathy Collis, quien dirigió el DVD.
Aunque se les dieron ciertas directivas a los actores, no se les dijo qué músculo facial debían mover para mostrarse molestos o aterrados o triunfantes. Eso habría involucrado codificar las emociones aún más, una tarea que Baron-Cohen consideró casi imposible. “Nosotros pensamos en hacer explícito lo que ocurría con cada emoción. Pero habría sido difícil desarrollar las reglas. Por ejemplo cuando alguien siente desprecio ¿sus cejas siempre bajan en un cierto grado? ¿Podrían decodificar los movimientos de la cejas y escribir las reglas? Habría sido muy difícil”, dice. Pero en la Universidad de California, el profesor de Psicología Paul Ekman ha estado construyendo una base de datos sobre cómo se mueve la cara para cada emoción. La cara puede hacer 43 movimientos musculares distintos: Ekman los llama “unidades de acción”. Estos pueden combinarse en más de 10.000 configuraciones faciales visibles, algunas de las cuales son caras sin sentido, y el resto expresa emociones conocidas.
Ekman ha intentado escribir un patrón de movimientos musculares faciales para representar cada emoción. El miedo, por ejemplo, usa las “unidades de acción” de los músculos del interior de la ceja, el exterior de la ceja, el depresor superciliar, el elevador de los párpados, el risorius (que estira los labios), y el masetero (que baja la mandíbula), todos al mismo tiempo. Ekman catalogó estas combinaciones en el “sistema de codificación de la acción facial”, un sistema que –dice– puede usarse para leer los pensamientos de una persona a través de su cara. Autoridades policiales de distintos países ya están pidiendo su ayuda para interpretar las más pequeñas “microexpresiones”, que duran sólo una 25ª parte de un segundo, para detectar si una persona está mintiendo. Pero aunque la codificación de las expresiones es posible, no necesariamente puede ser reproducida. “Uno de los marcadores importantes de una emoción es que empieza antes de la conciencia –dice Ekman–. Las decisiones y evaluaciones en nuestro cerebro suceden tan rápido que no sabemos que estamos teniendo una emoción hasta que empezó a suceder. No podemos decidir si queremos estar felices o tristes, simplemente nos sucede.”
Sorprendentemente, la expresión más difícil de falsear es la sonrisa. Según Ekman, una sonrisa no se trata solamente de torcer los labios, sino endurecer los pequeños músculos en torno de los ojos, los orbicularis oculi. Estos son más difíciles de controlar y pocas personas lo logran. Si podemos aprender a reconocer si una persona está usando sus orbicularis oculi cuando sonríen, podremos distinguir la verdadera alegría de la falsa.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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