Este programa es un producto más de la banalización de la política. Hay tal descrédito, que la ciudadanía no busca sus representantes en los políticos tradicionales sino en quienes descollaron como artistas, a quienes consideran con más calidad y honestidad que cualquier otra persona con tradición y liderazgo político. Buscar diputados por televisión es un modo espurio de hacerse cargo de algo que no es propio de los medios de comunicación. Es como cuando se decía que los medios se hacían cargo de la Justicia, por las fallas del Poder Judicial.
La propia corrupción de la política hizo que los medios se dedicasen a esta función que no es su tarea específica. Lo importante sería que funcionaran las instituciones. Los medios tienen que mostrar e informar, no solucionar, las decisiones no pasan por la resolución mediática. Los medios se hacen cargo, para el espectáculo, de dolores que son de nuestra sociedad. Como ese afiche en la calle que dice que `si no podés salir, por lo menos pintá tu habitación’ que capta con mucha crudeza para los fines del mercado, un ataque de pánico frente a la crisis.
La espectacularización de la política no ha traído nunca buenas consecuencias. Lo que está en crisis no es la política sino los políticos tradicionales. En el último año, en la Argentina los distintos sectores sociales, sobre todos los populares y las capas medias, han mostrado su capacidad organizativa e incluso de liderazgo, desde los piquetes hasta asambleas barriales. Esto es lo político. La crisis de los políticos tradicionales y su incapacidad para tener una representatividad no es en del orden subjetivo sino una fuerte crisis en los partidos tradicionales. Mucha gente con mucho trabajo y bastante angustia está pasando de las protestas a las propuestas, y eso no tiene nada que ver con este programa que tendrá su fin de lucro, como muchos otros.
Este programa hace un uso casi sensacionalista de la política, casi como si se satirizara esa incapacidad.
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