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La palabra cáncer todavía genera pavor. Sobre todo cuando están implicados nenes o nenas que ni siquiera entienden lo que significa. Saber que existen personas que sobrevivieron a la experiencia puede funcionar como aliento para padres y madres de otros que están en tratamiento. Y también para ayudar a quienes terminaron su tratamiento y tienen que volver a su vida habitual.
De estas cuestiones se ocupa el grupo Generación Vida, nacido en junio de 2007 en la Fundación Flexer. El equipo acompaña a más de 500 familias por mes, que llegan de todo el país para tratar a sus hijos.
El grupo surgió a partir de la inquietud de Cintia Lazarte, una chica de 19 años que superó un linfoma llamado Burkit, y a la que pronto se sumaron otros como Agustín Córdoba y María Laura Medina. Agustín es de Carmen de Patagones y a los 16 años le diagnosticaron un osteosarcoma en el fémur derecho (cáncer de huesos). Después de un año de quimioterapia y una operación en la que le trasplantaron hueso, el cáncer de-sapareció. Durante cinco años se controló y en julio pasado se hizo el último estudio. “Antes odiaba los estudios y ahora quiero que me los hagan para quedarme tranquilo”, dice. También odiaba Buenos Aires, a donde tenía que viajar para tratarse y pasar tal vez una Navidad solo con su madre en el hospital. “Rompí todas las fotos porque engordé mucho, rarísimo, porque no comía nada. Rompí videos para borrar esos momentos. Recién ahora que terminé le empecé a pedir fotos mías a mi mamá y me doy cuenta de lo que tuve, lo puedo contar, porque antes, cuando me preguntaban, decía que me quebré la pierna jugando al fútbol”, cuenta.
María Laura Medina tuvo un linfoma y está feliz de poder decirlo en pasado. “Tenía dos opciones, entregarme o creer que iba a salir. Opté por creer. No fue fácil, pero estoy contenta de haberlo vivido y poder transmitirlo.”
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