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Sociedad|Sábado, 14 de marzo de 2009
Opinión

Atrasar el futuro

Por Horacio Cecchi

Esta cuestión de atrasar una hora el sábado a las 24 excede, por lejos, la intención del ahorro energético, que ya de-sató sus correspondientes polémicas sobre las que no se abundará en esta nota. En cambio, nada se ha dicho sobre los efectos que el cambio de hora es capaz de producir en la misma realidad fáctica. Situaciones por el momento virtuales, pero que con el correr de las horas (recuerde que deberá agregar una más) podrían hacerse realidad, por qué no. El futuro está cerca, siempre está cerca, pero el sábado podría instalarse una marca de suspenso del tiempo, tres puntos en la vida de cualquiera, el futuro que llega y que sorprendentemente se nos va de las manos. ¿Suspenso? El cambio de hora ha alcanzado la máxima ficción que es atrasar el futuro. Retardarlo. Llevarlo hacia atrás. ¿Es eso posible?

Situación uno: sábado 14 de marzo, 23.15. El joven ya no adolescente, digamos Pancho por darle un nombre, aunque podría ser cualquiera, está con su pretendida como novia, su futura pareja, o como quiera que se llamen hoy día. Pancho no está demasiado pancho, en realidad, de tanto que le gusta su chica, Micaela, por llamarla de algún modo, Pancho está muy nervioso. Qué digo, es una pila de nervios. Quiere y no puede pero cree que puede y no quiere. Hasta que se decide y se le declara, le dice todo lo que le quería decir. Supongamos que entre una cosa y otra lleva media hora, son las 23.45, cuando suena el celular de Pancho y Pancho atiende. Es su ex que quiere recomponer todo. Y Pancho, que estaba decidido, ya no lo está. Pero, ¡caput!, ha dicho todo y allí tiene a Micaela, que hasta hace un minuto era Mica y empieza a dejarlo de ser, aunque Mica no se enteró, sólo sabe lo que acaba de escuchar de labios de Pancho, muy convincente en la última media hora. Y quién la va a convencer de lo contrario. Pues nada menos que la ley 26.350.

Son las 24, Pancho y Micaela retrasan sus relojes, o sea: agregan una hora más al sábado, pero la agregan antes de la última, como harán todos los comprendidos en la ley: es decir, no será por única vez un sábado de 25 horas, sino que será por primera vez un sábado con dos veces las 23 y dos veces cada instante de la continuidad del tiempo entre las nuevas 23 y las viejas 24. Una hora duplicada. Pancho, pensando en recomponer con su ex, nada lerdo, decide saltear lo dicho, empieza las segundas 23, la mira a Micaela, le pregunta “¿nos vemos el viernes que viene?”, le da un beso en la mejilla y la despide. Mira el reloj y todavía está a tiempo. Son las 23.15. Dentro de media hora llamará su ex.

Situación dos: sábado 14 de marzo, son las 23.40, primera versión. La ex de Pancho piensa y repiensa. Después de todo, no era tan malo. El tiempo y la distancia suelen hacer esas trampas almibaradas a la imaginación. Y quizá, por qué no, concederle la posibilidad de que fue un error, que esa supuesta historia es una ilusión de sus celos. Que la tal, ¿cómo se llamaba?, la tal Mercedes..., no, era Mirta..., no no, era con M seguro, bueno, ya va a salir. ¿A qué hora había que cambiar la hora?... ¡Micaela!, ése era el nombre. ¿Pero existirá Micaela o es todo una fantasía de los celos?, piensa la ex de Pancho. ¿Lo llamo, no lo llamo? Cinco minutos le llevó el devaneo. A las 23.45 levantó su teléfono y marcó el celular de Pancho. Seguro que sigue con el mismo, pensó. Y Pancho atendió.

Son las 24, la ex de Pancho acaba de cortar hace unos minutos, y ya está corriendo el número horario –hoy día ya no se corren las agujas– hacia atrás una hora. Ya son las 23. Se recuesta, conforme, con nervios por lo que deparará su decisión de recomponer, pero cree que obró bien. Qué digo cree, está convencida. Tanto, que se relaja, se recuesta con una sonrisa, piensa, piensa, y se queda dormida dos horas. Cuando despierta quiere llamar a Pancho, pero ya no está. No contesta.

Situación tres: 23.59, segunda versión del sábado 14 de marzo. Pancho esperó y esperó el llamado de su ex, que no se repitió. Se dio cuenta de que algo andaba mal. Quizá su ex se arrepintió y deshizo lo hecho como lo deshizo él. Y ahora qué. Y Pancho corrió tras Mica, que se iba caminando a la estación de tren sin entender, mirando la hora, quizá más preocupada en la segunda versión del sábado, amarga versión, que en el tren que acababa de perder.

Situación cuatro: el tren de las 23.54 ya pasó. Es el que perdió Micaela pero hace una hora, porque no hay repetición de tren. Perdió el tren pero hay guardabarrera. Y el guarda está haciendo un cálculo. Piensa cuánto más ganaría ese mes con una hora extra este sábado a la noche, que se paga doble. ¿Le pagarán la hora trabajada o le vendrán con el verso de que no se puede cobrar la misma hora dos veces?

Siguen una infinidad de situaciones y preguntas posibles: ¿cuál será el horario de los canales de TV? ¿Un cine, trasnoche del sábado, durará una hora más o repetirá las imágenes de la última hora? ¿Qué pasa con lo hecho en la última hora, primera versión? ¿Acaso la muerte en esa hora sea reversible? ¿Qué pasa con los que están fuera del cambio de horario en relación con los que lo deben modificar? En fin, a todo esto, ¿qué hora es?

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