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Sociedad|Sábado, 1 de febrero de 2003
OPINION

Bochorno

Por Sandra Russo
Por algo bochorno significa pasar calor. El de ayer fue literalmente un día bochornoso, en el que se accedió a uno de esos estados de conciencia a los que casi siempre en vano se intenta llegar por otras vías. Meditando, flotando en sal, corriendo en maratones, hay muchas maneras físicas de alcanzar niveles metafísicos que nos den más información sobre nosotros. Quién iba a decir que el calor era otro camino para andar salido de sí, con el cuerpo y el alma embotados como si fuéramos todos deambuladores de jardín de infantes a los que una maestra jardinera perversa les enseña a cruzar la calle en la 9 de Julio. La ciudad estaba llena de gente desconcertada, en trance, tomando obsesivamente agua o Coca de sus mamaderas portátiles.
En la noche del jueves, después del primer día de calor sobrehumano, estábamos en casa haciendo zapping y una voz masculina ligeramente desesperada, más específicamente la de mi marido, me gritó: ¡¡¡Pará ahí!!! Yo buscaba algún periodístico en el que apareciera Hugo Conzi, y obviamente ya lo había encontrado (no hay nada más fácil que encontrar a Hugo Conzi en la tele), pero tuve que volver atrás con el control remoto y ahí me di cuenta de que la única estrella del jueves bochornoso era Nadia, la meteoróloga cada día más bizarra que encima se nos rió en la cara: “¿A que ustedes quieren saber cuándo bajan las temperaturas?”, dijo, y agregó con una carcajada: “¡No sé!”.
Un poco de calor excita, el calor decididamente declarado irrita, pero esto es otra cosa, esto es una terapia alternativa aplicada masivamente y sin toldito. Ayer por la tarde, con los cuarenta y pico de sensación térmica, Figueroa Alcorta estaba a tope con los micros que se dirigían al megaevento de ese tal Luis Palau (¿ustedes saben de dónde salió? Nadia seguro que eso tampoco lo sabe). Por las ventanillas se veían caras desorbitadas, caribeñas, atosigadas. El taxista que me llevaba en su vehículo provisto de aire acondicionado los miró, y debido, creo yo, a ese estado de conciencia raro en el que nos sumergió el calor, dijo: “Mire que para ir en un día como hoy hay que creer, ¿eh?”. Y siguió: “Para que vaya tanta gente un día como hoy, ese Palau debe ser algo serio”. Con calores así, realismo mágico hace cualquiera.

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