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Sociedad|Jueves, 12 de mayo de 2011
Opinión

Aquella generadora de mitos

Por Leonardo Moledo

Oh my darling, oh my darling
Oh my darling Clementine

“Clementina”, canción popular canadiense *

Clementina, Clementina
Yo te quisiera decir
Que una pasión me domina
Y es la que me hizo escribir

Corrido mexicano

Clementina es casi el pasado remoto, como la diligencia, los trenes de vapor o la televisión en blanco y negro.

Clementina tenía nombre, como Hal, como la Univac de Asimov, como el Eniac o el Maniac de Los Alamos. ¿A quién se le ocurriría ponerle nombre a una PC?

Clementina era un monstruo de dimensiones prehistóricas, pero era al mismo tiempo sobrehumana y como tal se la reverenciaba.

Clementina era generadora de mitos, como que había demostrado un teorema por sí misma, o la historia (totalmente fantástica, totalmente falsa) de un técnico que se había enamorado de ella, sin que ella lo amara a él y que un día se lo había encontrado muerto de puro amor no correspondido, en medio de un embrollo de válvulas y cables. O no, quizá lo inventé para este artículo. Lo cierto es que todo el mundo amaba a Clementina, con el frenético amor que produce la tecnología, eterna y fugaz. Y Clementina murió.

Clementina murió porque tenía que desaparecer, arrastrada por el tiempo y la imaginación.

Clementina fue sustituida por máquinas cada vez más pequeñas y eficaces, pero incapaces de generar mitos.

Clementina desapareció sin dejar rastros (no queda nada de ella), como desaparecen las especies, como los dinosaurios que dominaron alguna vez la Tierra, pero de los cuales seguimos hablando.

Vayan estas palabras para recordar a quien fue la primera y poderosa computadora del país.

Clementina, nada más.

* Uno de los temas musicales que emitía la computadora, al cual debe su nombre.

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