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Sociedad|Domingo, 4 de marzo de 2012
YA HAY CIEN Y SE FABRICAN DE MANERA ARTESANAL EN ROSARIO

Lo último, la bicicleta de caña de bambú

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Unas cien bicicletas con estructura de bambú recorren la Argentina. Cada una se llama, muy apropiadamente, “Bambucicleta” (bambucicleta.com.ar), y se fabrica de manera artesanal en un galpón de las afueras de Rosario, luego de algunos años de que Nicolás Masuelli decidiera perfeccionar, en el garage de su casa, lo que fue un trabajo práctico de la carrera de Ingeniería Industrial. Seis años y tres socios después, la idea cuenta con apoyo del Inti, acaba de conseguir un inversor para mejorar la escala de producción y recibe tantos pedidos que la espera es, al menos, de dos meses. Y eso, aunque el más barato de los cuatro modelos cotiza en tres mil pesos y el más caro, en cuatro mil ochocientos.

“En 2009, el Inti nos hizo las pruebas de resistencia, que se precisan para poder vender las bicis. Es un test oficial. Lo pasamos. En 2010, nos anotamos en el monotributo y salimos comercialmente”, explica Leonardo Pelegrin, el más joven de los socios de una empresa en la que nadie supera los 36. Para todos, dice, el proyecto siempre fue algo más que una aventura comercial, “siempre trascendió la empresa”, porque “lo que más nos interesó era la capacidad de desarrollar una tecnología” con bambú. Las cañas, dice, tienen “un funcionamiento superior al del aluminio”: es “eficiente, liviano y resistente”, “en lugar de resistir los golpes, los absorbe, y no impactan en la persona”.

–¿Por qué una bicicleta hecha de bambú?

–Para mí, tiene varios diferenciales. Por un lado llaman la atención y son lindas. Pero a mí lo que me convencía como diferencial a largo plazo era la cuestión ecológica, que tiene que ver con la altísima tasa de renovabilidad del bambú como materia prima. Es el árbol más rápido en crecer, tarda sólo dos o tres años en estar en su punto perfecto. Y aparte, como crecen muchos por metro cuadrado, los bosques de bambú absorben más dióxido de carbono que otras plantaciones. También me gustó lo de la flexibilidad. Y que no hace ruido porque no tiene metal, cosas que fuimos descubriendo después. Creo que en el futuro no lejano, cuando deje de parecer rara, cuando se superen tabúes, estos diferenciales se van a ponderar cada vez más.

–¿Qué público imaginan?

–Apuntamos al ciclista urbano, no al de alta gama, de competencia. Pasa que todos los estudios de ingeniería de bicicletas están aplicados a personas con entrenamientos muy intensivos y se usan en otros contextos. Pero la bicicleta de competición no está pensada para la ciudad, no es funcional, trabaja con otro centro de gravedad inclusive. Pero nosotros focalizamos el esfuerzo de diseño en lograr un producto urbano: modelos donde vas con la espalda recta, estás más cerca del suelo, no recibís impacto del golpe.

–¿Hasta ahora, cuál es el perfil de sus clientes?

–Son más que nada urbanos, la mayoría de Buenos Aires. Y un poco ecologistas también. Un mercado ABC1, eso sí, porque son caras. Y más hombres que mujeres, de entre 20 y hasta 65 años.

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