Juan Antonio Solari recibió en custodia los papeles de Nicolás Repetto, que incluían una voluminosa colección de correspondencia de su maestro, Juan B. Justo. Las nietas de Solari, Ada y Herminia, guardaron con celo estos papeles y los que a su vez produjo su abuelo, y sólo aceptaron donarlos al Cedinci cuando se convencieron de que era un lugar donde materiales así quedan en el país, bien cuidados y a salvo de traficantes de autógrafos. Fue entonces que se descubrió el misterio de las cartas de Justo. Años atrás, Ada y Herminia Solari recibieron un pedido al que no se pudieron negar: la biblioteca del Partido Socialista Democrático quería preparar una edición completa de la obra de Justo y querían ver las cartas. Pasó el tiempo, la obra nunca se editó y las cartas no fueron devueltas. Tras repetidos pedidos la biblioteca admitió que “se habían traspapelado”. Las cartas siguen perdidas y probablemente yacen en alguna colección privada.