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Domingo, 8 de enero de 2006
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Criticas al pago anticipado al Fondo Monetario

¿Desendeudaqué?

La cancelación de la deuda con el Fondo gatilló una interesante polémica sobre la decisión del Gobierno, así como también sobre el papel de ese organismo en la crisis argentina.

Por Alan Cibils *
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“No hay desendeudamiento, sólo hay cambio de acreedores”, asegura Cibils.

En la nota titulada “Ya no será excusa” publicada en Página/12 el 16/12/05, Alfredo Zaiat cita un trabajo mío en el que enumero seis razones por las que a la Argentina le convendría deshacerse del tutelaje del FMI y el Banco Mundial. En dicho trabajo cuestionaba la política de “desendeudamiento” de Kirchner, mediante la cual se abonaban al FMI puntualmente los vencimientos de capital e intereses. Si aquella política era cuestionable, mucho más lo es la recientemente anunciada cancelación adelantada de la deuda con el FMI. Me explico:

1. Al FMI había que sacárselo de encima. El Fondo fue corresponsable de la catástrofe argentina por razones que ya son bien conocidas. El propio Gobierno ha dejado constancia en documentos y discursos de la responsabilidad del FMI.

2. La cancelación adelantada de la deuda con el FMI es la manera más ortodoxa de sacarse de encima al Fondo. El propio FMI había “sugerido” a la Argentina la cancelación adelantada de la deuda con el organismo mediante la utilización de reservas el 20 de junio pasado. Con esta acción Argentina demuestra, irónicamente y a pesar de la retórica oficial, que aun en su acto último sigue siendo la mejor alumna del FMI, tal como lo fue en la década pasada.

Existían por lo menos tres opciones alternativas para eliminar la condicionalidad del FMI, todas preferibles a la cancelación adelantada:

a) Forzar una reestructuración unilateral y sin condicionalidad de la deuda con el FMI alargando sensiblemente el cronograma de pagos y reduciendo los intereses.

b) Forzar una reestructuración unilateral y sin condicionalidad de la deuda con el FMI aplicándole las mismas condiciones utilizadas para la deuda privada en default: una quita (de aproximadamente el 50 por ciento), pagos en 30 o 40 años, y una reducción de las tasas.

c) Desconocer la deuda con el FMI en base a los daños causados por sus recomendaciones de política económica y a los pagos ya efectuados.

3. En términos netos, la deuda pública argentina no disminuye. Lo que ha propuesto el Gobierno es canjear dólares de las reservas por Letras Intransferibles a 10 años. Por lo tanto, no hay desendeudamiento, sólo hay cambio de acreedores. Por cierto, este cambio no es neutral, pero desendeudamiento no hay.

4. El pago al FMI es una movida política de difícil justificación. Actualmente no existe acuerdo con el FMI, por lo que la institución no tiene vehículo para imponer sus fracasadas erradas recetas. Es más, el Gobierno tenía opciones para evitar la condicionalidad del Fondo. Entonces, ¿por qué pagar todo y por qué ahora? Quizás sea para tapar la ortodoxia de las recientemente anunciadas medidas económicas para combatir la inflación. Políticas que, por otra parte, son las mismas que hubiese impuesto el FMI.

5. La instrumentación del pago al FMI envía señales muy preocupantes con respecto al respeto por el marco institucional y legal. El Banco Central y su normativa, ambas cámaras del Poder Legislativo, y el Poder Judicial parecerían estar sujetos a los caprichos del poder político de turno. No existen reglas claras ni predecibles, condiciones básicas para que haya inversión, crecimiento, generación de empleo, y desarrollo económico. Esto de ningún modo implica una defensa de la “independencia del Banco Central” tal como proponen los ortodoxos. Sin embargo, cierta independencia de la autoridad monetaria con respecto al poder político de turno es deseable para darle credibilidad y estabilidad a la política macroeconómica y para que las reservas no se conviertan en botín de guerra del poder de turno.

6. Lo más preocupante del pago al FMI es lo que dice sobre las prioridades del Gobierno. Parecería que para el Gobierno es preferible cancelar anticipadamente la deuda con el FMI a saldar la abultadísima deuda interna. Es llamativa la ausencia total en el discurso oficial de los siguientes temas:

Las prioridades están claras, y no difieren sustancialmente de las prioridades de Menem, de la Rúa y del propio FMI. Irónicamente, la principal diferencia es que en materia de superávit fiscal y pago de la deuda, Kirchner tuvo éxito donde sus antecesores fracasaron.

7. Por último, la soberanía se ejerce, no la concede el poder colonial de turno. Según el discurso oficial, al cumplir con la sugerencia del FMI de cancelar la deuda con reservas se recupera la soberanía. Vaya contradicción: se cumple a rajatabla con el opresivo mandato del Fondo para luego gritar: “¡somos libres!”. Soberanía hubiese sido, por ejemplo, tener un debate amplio sobre cuáles son las necesidades más acuciantes del país, y cómo utilizar los recursos nacionales para satisfacer dichas necesidades. Premiar con diez mil millones de dólares a la institución que tanto daño causó al país está lejos de ser una acción soberana.

* Investigador del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp).

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