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Domingo, 11 de junio de 2006
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SOFTWARE, PRODUCCION, ESCASAS INVERSIONES Y MANTENIMIENTO DE ACTIVOS

Para estirar el mango

Avanzan los programas informáticos para administrar en forma eficiente maquinarias que funcionan a pleno. Estrategias conservadoras.

Por Cledis Candelaresi
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Claudio Umaschi, de Datastream: “La informática da valor agregado al dinamismo industrial”.
Las máquinas de pasteurización de SanCor y de La Serenísima, la montaña rusa del Parque de la Costa y los equipos de ensamble de Fiat y Peugeot se mantienen gracias a un programa informático de “administración de activos” provisto por Datastream, una firma de capitales estadounidense que en Latinoamérica se comanda desde Buenos Aires. Claudio Umaschi, director regional de la compañía propiedad del Grupo Infor, explica por qué el software de mantenimiento se transformó en una herramienta cada vez más solicitada en la Argentina post-crisis, con buenas posibilidades de ser también utilizada por el Estado.

¿Quién puso de moda el software?
–Los medios, el mercado y el crecimiento de las exportaciones del sector. Todo es consecuencia de la reactivación general del país. Vendemos software para la industria, con lo cual estamos asociados a la reactivación. Hay muchas empresas que tienen una capacidad límite y las grandes inversiones en equipamiento aún no vienen. Por eso la posibilidad de garantizar la producción con un buen mantenimiento es clave. Hubo poca inversión en bienes de capital en los últimos años o, al menos, no al ritmo de la demanda. Por eso, herramientas como la nuestra ayudan.

¿Hay desarrollo local de software?
–Sí. Hay desarrollo local y mucho de Estados Unidos. Para la montaña rusa del Parque de la Costa, por ejemplo, es necesario tener programadas las tareas de mantenimiento que van desde el engrase al cambio de un rulemán para evitar el lucro cesante de un posible parate en fin de semana. Es una especie de agenda administradora de recursos. Tenemos oficinas en México, Brasil, Chile y la Argentina, cada una con su gestión comercial, pero desde aquí se gestiona el resto. Hace dos meses nos compró Infor y en ese lapso aumentamos un 51 por ciento las ventas.

¿No está hablando, sin embargo, de un producto restringido, propio de grandes industrias?
–Hace quince años había que esforzarse en explicar de qué se trataba. Ahora cualquier empresa grande o mediana lo conoce y demanda. También las pymes. Los costos también varían según el tipo de solución y pueden ir de 5 o 10 mil dólares a varios cientos de miles en el caso de proyectos corporativos. La informática da valor agregado al dinamismo industrial.

¿Se trata de un negocio que tiene su dinámica propia o es muy dependiente del marco político?
–Tiene su dinámica propia. Trabajamos muchísimo con la industria privada, pero también estamos con el desafío de trabajar más a nivel estatal. Hay mucha más actividad, ya que el Estado está recuperando un rol productivo de prestador de servicios.

Está hablando del AySA y del Correo.
–Exactamente. AySA y el Correo son empresas que requieren este tipo de auxilio. Nuestro cliente más grande a nivel mundial es el correo de los Estados Unidos, que tiene 200 mil vehículos. En la Argentina tenemos en proyecto la logística de los trescientos colectivos de Andesmar. También estamos conversando con algunos municipios. En Estados Unidos se trabaja mucho a nivel oficial. Aquí son sólo conversaciones.

¿No tienen ningún acuerdo en firme?
–Estamos participando en un concurso de la Fuerza Aérea, que licitó la gestión integral del comando logística. Las Fuerzas Armadas se preparan para una guerra y eso supone tener un equipamiento en forma y con costos razonables. Otro caso de demanda potencial es el de Vialidad, que tiene un importante equipo a mantener.

¿Existe la percepción de que hay lugares donde la contratación pública no es muy transparente, donde hay mucho margen de arbitrariedad?
–Yo no me encontré con esto. Sí es claro que existe mucha frustración por no poder avanzar más rápidamente debido a las restricciones que impone la burocracia. Hay intención de hacer cosas en forma transparente, pero el proceso lo hace difícil. Tal vez pasamos de un “viva la pepa” a poner trabas excesivas. Falta un equilibrio entre los controles y la ejecutividad.

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