
En los primeros cinco meses 
del año, las importaciones cayeron un 64 por ciento en relación 
a 2001. La depreciación del peso en más de un 250 por ciento selló 
la suerte de las zapatillas brasileñas, los tejidos paquistaníes, 
los juguetes chinos, los paraguas de Taiwan y los alimentos europeos que coparon 
las góndolas de los supermercados en la década del 90. El cierre 
de las fronteras está impulsando lentamente la reactivación de 
la producción nacional en algunos de esos rubros. Sin embargo, los bienes 
de consumo final nunca representaron más del 25 por ciento del conjunto 
de las importaciones. El 75 por ciento restante eran bienes de capital e insumos 
para la industria, el campo, las empresas de servicio público privatizadas 
y los hospitales, los cuales en muchos casos no se pueden sustituir localmente 
por falta de tecnología o porque la economía de escala no lo justifica 
en término de costos. 
Una devaluación record como la implementada en el país en tan 
corto tiempo, potenciada por el default de la deuda, amenaza con hacer colapsar 
las redes informáticas de las empresas y dificultar aún más 
el suministro de drogas básicas a los hospitales públicos, además 
de llevar a la quiebra a miles de pequeñas y medianas industrias que 
tienen una alta dependencia de insumos importados y que no pueden seguir aumentando 
los precios debido a la recesión.
La crisis en el sector de la salud es el ejemplo más alarmante. Cash 
visitó la semana pasada el Hospital Posadas. Con 450 camas y 3000 empleados 
intenta cubrir las necesidades potenciales de casi 4 millones de personas del 
noroeste del conurbano. Luego de la devaluación su presupuesto se mantuvo 
congelado, pero el precio de las drogas y otros insumos importados se incrementaron 
de acuerdo a la disparada del dólar. La prednisona, utilizada para aliviar 
inflamaciones severas y cuadros agudos de asma. aumentó de 3000 a 12.000 
pesos el kilo, el gramo de morfina se disparó de 2,7 a 10,8 pesos, los 
marcapasos sólo se consiguen abonando 600 dólares en efectivo 
y los stent, indispensables para las angioplastías coronarias, se cotizan 
a 2500 dólares. Actualmente un 40 por ciento de los productos que se 
necesitan no están disponibles en el hospital. Nosotros podemos 
trabajar en condiciones difíciles, pero cuando la supervivencia de los 
pacientes esté en juego habrá que hacer la evacuación, 
afirmó a este suplemento Pedro Cazes Camarero, jefe del laboratorio de 
producción. El Gobierno reglamentó hace un par de semanas una 
ley que dispone la desgravación impositiva de los insumos médicos 
importados. Sin embargo, la medida es insuficiente frente al derrumbe del peso. 
En el sector de las telecomunicaciones la situación también es 
delicada. El software de las centrales telefónicas digitales se debe 
actualizar una o dos veces por año para que sea compatible con el resto 
del mundo. Sin embargo, el aumento de los costos y las dificultades para emitir 
remesas al exterior pone en riesgo el funcionamiento de las redes. También 
hay problemas con las plaquetas. Las empresas todavía tienen insumos 
disponibles, pero cuando el stock se agote algunos equipos podrían quedar 
fuera de uso. Nec, Siemens, Ericsson y Alcatel realizaban el armado local de 
las plaquetas para no tener que comprarlas terminadas en el exterior, pero actualmente 
ni siquiera esas fábricas existen aquí. Desde hace 
algunos años, la mayoría de las multinacionales instaladas en 
la Argentina decidieron dedicarse exclusivamente a importar tecnología 
de sus casas matrices.
Algunas pymes también están teniendo problemas debido al aumento 
de sus costos. Cañogom es una fabrica de mangueras ubicada en el barrio 
de Pompeya. La mayoría de los insumos que necesita son importados y se 
cotizan en dólares. El caucho natural se importa de Malasia, Singapur 
y la India a 1,25 dólar el kilo porque en el país no hay ninguna 
plantación de caucho y su instalación requeriría un período 
de gestación de veinte años antes de que se pudiera comenzar a 
producir. Las fibras de nylon que serequieren para que las mangueras soporten 
la presión se importan de Estados Unidos. Antes de la devaluación 
el kilo costaba 10 dólares y se podía pagar a 90 días. 
Ahora, con un dólar cercano a los 4 pesos, cuesta 9,75 dólares 
y se debe pagar al contado. Desde la devaluación la facturación 
de Cañogom cayó de 35.000 a 12.000 dólares mensuales.
Enrique Tarditi, dueño de la fabrica de pintura Koniser-Ikuté, 
ubicada en Las Heras, provincia de Mendoza, también padece el aumento 
de sus costos. Los pigmentos para colorear las pinturas son importados de México, 
Japón y Europa Central. La bolsa de 25 kilos de bióxido de titanio 
aumentó de 70 a 252 pesos sin contar el IVA, aunque su precio varía 
de acuerdo a la cotización que tenga el dólar el día de 
la compra, la cual debe hacerse en efectivo. Lo mismo ocurre con los polímeros 
para acrílicos. Tarditi señaló a Cash que ahora sólo 
compro el 10 por ciento de lo que utilizaba anteriormente porque la caída 
en las ventas fue estrepitosa. 
La dependencia del exterior es enorme para una estructura productiva primarizada 
como la argentina. Las tecnologías que se importan en la mayoría 
de los casos ni siquiera tienen competidores destruidos en el país. Durante 
los últimos diez años, la brecha tecnológica con las naciones 
desarrolladas se amplió al mismo tiempo que el dólar barato posibilitó 
importar bienes de capital e insumos que sirvieron para sostener una fachada 
propia que ahora se desmorona. La devaluación descontrolada del peso, 
potenciada por la improvisación del Gobierno, no hizo más que 
dejar en evidencia la fragilidad de un país que casi no destina recursos 
a la investigación científico-tecnológica y donde el alambre 
volverá a ser un insumo imprescindible en el corto plazo.
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