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Domingo, 21 de enero de 2007
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Mercado y moral

Por Marcelo Zlotogwiazda
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¿Puede el mercado reflejar valores morales, o se trata de una institución económica que es intrínsecamente amoral y que sólo debe servir para coordinar la oferta y la demanda en torno de algún precio establecido de acuerdo a las condiciones de competencia de cada mercado? Si el dilema se plantea así, no cabe duda de que la realidad es la segunda, donde los únicos valores que importan son los materiales. Pero si se aceptan los matices, hay múltiples experiencias y alguna gente que se esfuerza por introducir dosis de moral práctica y voluntaria en el funcionamiento mercantil, que considere y castigue (más allá del imperativo legal) casos como el uso de trabajo esclavo por parte de los dueños de la ropa infantil Cheeky que el gobierno porteño denunció ante la Justicia días atrás.

La práctica más habitual que combina mercado y moral es conocida como comercio justo o consumo responsable. La realizan organizaciones no gubernamentales que a modo de redes de productores, comerciantes y consumidores fomentan el uso de productos elaborados en condiciones laborales dignas, de respeto ecológico y cuidado de la salud. Una de las redes más avanzadas es la inglesa Oxfam, que entre otras muchas actividades de combate a la pobreza y a la discriminación comercializa en el mundo desarrollado productos elaborados en países muy pobres bajo condiciones aceptables. Por ejemplo café, que se vende un poco más caro pero la moral de los compradores compensa la diferencia. No casualmente, la experiencia que se considera como pionera del comercio justo nació alrededor del café: jóvenes holandeses inspirados en una novela del siglo XIX sobre la injusticia del comercio de ese producto entre Indonesia y Holanda instalaron un local que vendía primero café y luego fue sumando otros artículos, que desde hace unos años llevan la reconocida y prestigiosa marca Max Havelaar, en honor al protagonista del libro.

Otra red muy activa es Co-op America, basada en Estados Unidos, que además de promover por la positiva el comercio justo, incita al ejercicio negativo del boicot de marcas y productos que incumplen las reglas que consideran éticas. Entre otras maneras, lo hacen publicando los escándalos y violaciones de las más importantes empresas y marcas del mundo. Por ejemplo, sobre la multinacional de juguetes Mattei señalan en su sitio de Internet que en contraste con el brillo de su famosa Barbie, “la muñeca y el resto de los juguetes son fabricados en condiciones dramáticamente opuestas por trabajadores muy pobres. Los obreros en China y en fábricas de otros países tienen sueldos que a veces ni siquiera alcanzan a la mitad del mínimo legal”, además de que en algunos casos se les niega el pago por horas extra, las vacaciones y la cobertura médica y previsional. También denuncian el empleo de trabajo infantil en talleres de maquila mexicanos, uso de materiales riesgosos para los chicos y fallas de fabricación peligrosas.

Por supuesto que hay abundante material en el rubro textil. Por caso la firma Gap Inc, dueña también de la marca Banana Republic, con una larga lista de denuncias de superexplotación en talleres ubicados en Camboya, en la isla de Saipam en el Pacífico (trabajaban 12 horas diarias los siete días de la semana por migajas y sin reconocimiento de horas extra), en Indonesia, Bangladesh, Lesotho. Mientras tanto, su ejecutivo máximo cobró 27 millones de dólares incluyendo sueldo más bonus en el año 2005, y su segundo algo más de 25 millones. Flor de gap entre los del top y los del fondo.

El comercio justo tiene una modesta presencia local. Se puede mencionar la red que comercializa y consume la yerba cooperativa Titrayjú, algunas experiencias con artesanías de comunidades indígenas, o recientemente la compra por parte de un puñado de grandes empresas de miles de panes dulces La masa crítica para regalar a su personal que fueron elaborados por la cooperativa del grupo piquetero MTD-Matanza con receta de Maru Botana. La misma agrupación piquetera que con colaboración del diseñador Martín Churba y empuje de Poder Ciudadano confecciona en otro taller cooperativo guardapolvos que se exportan.

Sin menospreciar esta clase de iniciativas, no cabe menos que acotar que aun en aquellos países donde el consumo responsable tiene largos años recorridos su expansión ha sido muy limitada. No obstante, sería auspicioso que casos como el de Cheeky reciban castigo jurídico pero también condena moral. Aunque, para ser sinceros y con la mano en el corazón: ¿a cuántos de los clientes de Cheeky les importa mezclar mercado y moral?

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